MISA
El jefe augusto del pueblo de Dios es la salvación de los suyos en todos sus males. ¿No lo probó el Domingo pasado de manera admirable, al restaurar a la vez el cuerpo y el alma del pobre paralítico en el que estábamos figurados todos nosotros? Escuchemos su voz en el Introito con agradecimiento y amor; prometámosle la fidelidad que nos pide; su ley puesta en práctica nos guardará de recaídas.
La antífona la han sugerido diversos pasajes de la Sagrada Escritura, mas no se encuentra en ella al pie de la letra. El versículo está tomado del Salmo setenta y siete.
INTROITO
Yo soy la salud del pueblo, dice el Señor: en cualquier tribulación, en que clamaren a mí, los oiré: y seré su Señor para siempre. — Salmo: Atiende, pueblo mío, a mi Ley: inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. V. Gloria al Padre.
Para comprender bien el pensamiento que domina en las colectas y en otras muchas partes de las misas del tiempo después de Pentecostés, es conveniente no perder de vista el Evangelio del Domingo anterior. Y así la Iglesia tiene cuenta de nuevo con el episodio del paralítico, que curado en el cuerpo y el alma por el Hijo del Hombre, figuraba un misterio mayor.
Reparado en el cuerpo y el alma por la palabra omnipotente del Salvador, ahora ya puede el género humano vacar a Dios con corazón libre y dispuesto. Al unirnos con la Iglesia en la Colecta, pidamos al Altísimo que nunca ya más vuelva a embargar nuestras facultades la fatal indolencia que ha sido para nosotros tan perjudicial.
COLECTA
Omnipotente y sempiterno Dios, aparta propicio de nosotros todo lo adverso: para que, expeditos a la vez de alma y de cuerpo, hagamos lo que es tuyo con corazones libres. Por Nuestro Señor Jesucristo.
EPÍSTOLA
Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Efesios (Ef., IV, 23-28).
Hermanos: Renovaos en lo íntimo de vuestra alma, y revestios del hombre nuevo, que ha sido creado, según Dios, en justicia y santidad verdadera. Por lo cual, renunciando a la mentira, hablad verdad cada cual con su prójimo: porque somos miembros los unos de los otros. Airaos y no pequéis: no se ponga el sol sobre vuestro enojo. No deis lugar al diablo: el que robaba, no robe ya; antes trabaje, obrando con sus manos lo que es bueno, para que tenga de donde dar al que padezca necesidad.
La Santa Madre Iglesia prosigue hoy la lectura de la Epístola a los Efesios, que había interrumpido el Domingo pasado. Ya anteriormente el Apóstol puso los principios dogmáticos de la verdadera santidad; ahora saca de ellos las consecuencias morales.
EL HOMBRE NUEVO. — Comprendamos, pues, la moral de San Pablo en nuestra Epístola y lo que él entiende por Justicia y santidad de la verdad, que es la de Cristo, propia del hombre nuevo, de que se debe revestir todo el que aspire a la posesión de las riquezas enumeradas en los pasajes precedentes de su carta inmortal. Volvamos a leer la Epístola del Domingo décimoséptimo y en ella veremos que todas las reglas del catecismo cristiano y de la vida mística se resumen para el Apóstol en estas palabras: "procuremos la unidad". Es la máxima que da así a los principiantes como a ios perfectos; es el coronamiento de las vocaciones más sublimes en el orden de la gracia, y también el fundamento y la razón de todos los mandamientos de Dios de tal modo, que, si debemos abstenernos de la mentira y decir la verdad a los que nos escuchan, el motivo, según el Apóstol, es éste: que somos miembros los unos de los otros.
Habla el salmista de una cólera santa, que provoca a veces el celo de la ley divina y de la caridad; pero aun en esos momentos debe apagarse al instante el movimiento de ira levantado en el alma: prolongarle equivaldría a dar lugar al diablo y poner en sus manos buenas cartas para cuartear y derrocar en nosotros, por medio del rencor y del odio, el edificio de la santa unidad.
Antes de nuestra conversión, nuestras faltas hacían sufrir tanto al prójimo como a Dios; la injusticia, si pasaba inadvertida, poco nos importaba; el egoísmo era nuestra ley, y también era prenda de que Satanás reinaba en nuestras almas. Ahora, expulsado por el Espíritu de santidad tan indigno usurpador, la mejor señal de que se ha reconquistado su imperio, consiste no sólo en que los derechos de los demás son ya sagrados para nosotros, sino también en que hacemos nuestro trabajo y todas nuestras obras pensando en que debemos socorrer en sus necesidades al prójimo. En una palabra, prosigue y concluye el Apóstol un poco más adelante, viviremos en caridad, si somos imitadores de Dios como hijos carísimos suyos.
Cristo ha devuelto la libertad de movimientos a nuestras manos paralíticas para el bien sobrenatural; levantémoslas espiritualmente en la oración para glorificar a Dios con este homenaje que El acepta como un sacrificio de suave olor. Esta es la enseñanza que la Santa Madre Iglesia nos da con su ejemplo en el Gradual.
GRADUAL
Ascienda mi oración, como el incienso, en tu presencia, Señor. T. La elevación de mis manos sea como el sacrificio vespertino.
Aleluya, aleluya, v. Alabad al Señor e invocad su nombre: anunciad entre las gentes sus obras. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según San Mateo (Mat., XX, 1-14).
En aquel tiempo habló Jesús en parábolas a los príncipes de los sacerdotes y a los fariseos, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a las bodas, y no quisieron venir. Envió de nuevo otros siervos, diciendo: Decid a los invitados: He aquí que ya he preparado mi comida, ya están muertos mis toros y mis animales cebados, y todo está dispuesto: venid a las bodas. Pero ellos lo rehusaron: y se fueron, uno a su granja, otro a su negocio: los demás prendieron a los siervos y, después de afrentarlos, los mataron. Cuando lo supo el rey, se enfureció: y, enviando sus ejércitos, mató a aquellos homicidas y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: Las bodas están ya preparadas, pero, los que habían sido invitados, no han sido dignos. Id, pues, a las bocas de las calles, y, a todos los que hallareis, llamadlos a las bodas. Y, saliendo sus siervos por las calles, reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos: y se llenaron las bodas de comensales. Y entró el rey para ver a los comensales y vió allí un hombre que no tenía vestido de boda. Y díjole: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin tener traje de boda? Y él calló. Entonces dijo el rey a sus ministros: Atándole de pies y manos, arrojadle en las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el crujir de dientes. Porque son muchos los invitados, pero pocos los escogidos.
LAS BODAS DEL HIJO DE DIOS. — Lo expuesto en los últimos Domingos nos manifiesta a la Iglesia solícita únicamente de preparar al género humano a las bodas admirables cuya celebración es el fin exclusivo por el que el Verbo de Dios vino a este mundo. En su destierro ya largo la Esposa del Hijo de Dios se nos presenta como el modelo vivo de sus hijos. Ella no ha cesado un momento de disponerlos con sus instrucciones a entender el gran misterio de la unión divina. Hace tres semanas \ tratando el tema único de su solicitud de Madre y de Esposa de modo más directo que lo había hecho hasta entonces, les recordaba el llamamiento inefable de que habían sido objeto por parte de Dios. Ocho días después, gracias a ella, el Esposo de las bodas a las que se los convidaba, se les manifestó a ellos en el Hombre-Dios, objeto del doble precepto del amor en que se resume toda la ley. Hoy la enseñanza es completa. En el Oñcio de la noche, en que San Gregorio nos expone todo su pensamiento, la Iglesia fija esa enseñanza: con la doble autoridad de un gran Doctor y de un gran Papa y también en nombre de la Iglesia, el Santo explica el Evangelio de esta manera:
COMENTARIO DE SAN GREGORIO: "El reino de los cielos es la asamblea de los justos. El Señor dice, en efecto, por un profeta: El cielo es mi trono; y a su vez dice Salomón: El alma del justo es el trono de la Sabiduría4, mientras San Pablo llama a Cristo; Sabiduría de Dios. Si, pues, el cielo es el trono de Dios, si la Sabiduría es Dios, si el alma del justo es trono de la Sabiduría, debemos concluir con evidencia en que el alma del justo es un cielo... El reino de los cielos es, por tanto, con razón, la asamblea de los justos... Si este reino se dice semejante a un rey que celebra las bodas de su hijo, vuestra caridad comprende al momento quién es este Rey, padre de un hijo Rey como El, a saber, aquel de quien se dice en el salmo: ¡Oh Dios, da al Rey tu juicio, y tu justicia al hijo del Rey! Dios Padre celebró las bodas de Dios, Hijo suyo, al unirle a la naturaleza humana, al querer que el que era Dios antes de los siglos, se hiciese hombre al fln de los siglos. Pero tenemos que evitar el peligro de dar a entender que pueda existir dualidad de personas en nuestro Dios y Salvador Jesucristo... Por eso puede ser más claro y a la vez más seguro decir que el Padre celebró las bodas del Rey su Hijo, uniéndole por el misterio de la Encarnación a la santa Iglesia. El seno de la Virgen Madre fué la cámara nupcial de este Esposo, de quien el salmista dice: Puso en el sol su tabernáculo: es el Esposo que sale de su cámara nupcial".
No obstante su calidad de Esposa del Hijo de Dios, la Iglesia está sujeta en este mundo a las tribulaciones. Los enemigos del Esposo, al no poder atacar ahora directamente al Señor, dirigen su furia contra ella. En estas pruebas, soportadas por la Iglesia con amor, ve el Señor un nuevo rasgo de la conformidad que ha de tener con él en todo; la deja, pues, sufrir en este mundo, contentándose con ayudarla siempre y salvarla, como lo dice el Ofertorio, de los males que aumentan constantemente en su rededor.
OFERTORIO
Si caminare en medio de la tribulación, me vivificarás tú, Señor: y contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano y me salvará tu diestra.
En cuanto a la glorificación de la soberana Majestad, el augusto sacrificio que estamos preparando consigue siempre su efecto infinito; mas su virtud se aplica al hombre en medida mayor o menor, lo cual depende a la vez de las disposiciones de la criatura y de la misericordia divina. Roguemos, pues, en la Secreta a Dios todopoderoso se digne hacernos sentir copiosamente el efecto de los misterios divinos que se van a realizar.
SECRETA
Suplicárnoste, Señor, hagas que estos dones, que ofrecemos ante los ojos de tu Majestad, sean saludadables para nosotros. Por Nuestro Señor Jesucristo.
El Hombre-Dios ha devuelto espiritualmente el vigor a nuestros miembros, mediante su divino contacto en el sagrado banquete; no olvidemos que debemos en adelante consagrarlos a su servicio, y que nuestros pies, fortalecidos ya, tienen que ejercitarse en correr por los caminos de los divinos mandamientos.
COMUNION
Tú mandaste que se guarden tus mandamientos fielmente: ojalá se dirijan mis caminos a la guarda de tus preceptos.
La Poscomunión parece ser hoy todavía un recuerdo del Evangelio del paralítico, que se leía antiguamente en este Domingo. En ella se pide la asistencia del médico celestial, que arranque al hombre del mal en que gime impotente, y le conceda la fuerza necesaria para cumplir siempre y con valentía la ley de Dios.
POSCOMUNION
Haz, Señor, que tu obra medicinal nos libre clemente de nuestras perversidades y nos apegue siempre a tus mandamientos. Por Nuestro Señor Jesucristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario