Preparemos nuestras almas a las gracias que
el cielo va a derramar sobre el mundo a cambio,
de sus homenajes. Será tal mañana la alegría de
la Iglesia, que se creerá vivir ya en la eternidad. Pero hoy se presenta ante nosotros con
libreas de penitencia, reconociendo que no pasa
de ser una desterrada. Ayunemos y oremos con ella. ¿Qué somos nosotros también sino caminantes
de un mundo en que todo pasa y marcha
rápidamente a la muerte? La solemnidad que
va a empezar, cuenta de año en año, entre nuestros
compañeros de otros tiempos, nuevos elegidos
que bendicen nuestro llanto y sonríen a
nuestros cantos de esperanza. Cada año nos
acercamos al término y también nosotros, admitidos
en la fiesta del cielo, recibiremos el homenaje
de los que vienen detrás y les tenderemos
la mano para ayudarlos a unirse con nosotros
en el país de la felicidad que no tiene fin. Sepamos
desde ahora libertar nuestras almas, y
en medio de los vanos cuidados conservemos
nuestros corazones libres de los falsos placeres
de una tierra que no es la nuestra: un desterrado
no tiene más inquietud que su aislamiento
ni otra alegría que la que le procura el gusto
anticipado de la patria.
Imbuidos en estos pensamientos, digamos con
la Iglesia en este día de vigilia:
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, multiplica sobre nosotros tu
gracia; y haz que consigamos en nuestra santa profesión
la alegría de aquellos cuya gloriosa solemnidad
prevenimos. Por Nuestro Señor Jesucristo.
Y terminamos este mes con un homenaje a
María, Reina del Santísimo Rosario y Reina de
los Santos, que tomamos de un misal dominicano.
SECUENCIA
He aquí que en el jardín virginal echan brotones los nuevos vástagos y se forman las flores; apunta la
fertilidad de la primavera.
Han terminado las heladas; se ha ido el invierno
y las lluvias y la nieve han desaparecido con él; se
han mostrado las rosas en la tierra, como sembradas
por los cielos.
La rosa ha producido al lirio; y luego del jardín de
su hijo, mientras duró su destierro, ella ha recogido
y cosechado.
Para los justos la alegría, para los pecadores una
nueva inocencia, para los elegidos la gloria, para todos
la salvación:
Dones que Cristo trajo de los cielos, que aseguró
con sus padecimientos a la tierra, salvando al mundo
que había venido a vencer.
Descansa entre las hojas del rosal, se hiere en sus
espinas, se corona con sus flores: y de ese modo nos
llama, nos justifica, nos recompensa.
Gracias, pues, a la vara bendita, a sus hojas, a sus
espinas, a sus rosas, tenemos patria; donde mora el
augusto jardinero, allí nos esperan sus delicias.
La emperatriz que se complace en la compañía de
nuestra milicia santa, preside a la triple jerarquía dé
los nueve coros.
Nueva triunfadora que reparas el antiguo desastre,
para ti nuestros cantos.
Pero otra vez amenaza y ruge el enemigo; si tú
no le detienes, acaba con los cristianos.
Te saludamos, morada del Verbo, santuario del Espíritu
Santo, hija del Padre soberano.
Esté siempre tu ayuda con nosotros en los peligros
múltiples de esta vida, en las asechanzas del enemigo
Y
después del combate, sea nuestra corona de rosas
y de lirios cogidos en los jardines de los cielos^
Amén,
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