(1889 p.c.)
LA FAMILIA SOUBIRAN pertenecía a la antigua nobleza. Sus orígenes datan por
lo menos del siglo XIII, y entre sus antecesores indirectos se cuentan San Luis
de Francia, San Eleazar de Sabrán y su esposa Santa Delfina, la Beata Rosalina
de Villeneuve, Santa Isabel de Hungría y buena parte de las familias reales
de Europa. En el segundo cuarto del siglo XIX, el jefe de la familia Soubiran
era José de Soubiran la Louviére, quien vivía en Castelnaudary, cerca de
Carcasona. José se casó con Noemí de Gélis de l'Isle d'Albi. Sofía Teresa Agustina
María, segunda hija de este matrimonio, nació el 16 de mayo de 1835.
Los Soubiran mantenían las tradiciones religiosas de la familia, aunque en
una forma que reflejaba más la severidad que la alegría del cristianismo. Sofía,
dirigida por su tío, el canónigo Luis de Soubiran, se sintió pronto llamada
a la vida religiosa. En la congregación mañana bajo la dirección del canónigo,
había otras jóvenes que se sentían también llamadas por Dios. Cuando Sofía
tenía diecinueve años, Don Luis determinó fundar una comunidad de "beguinas",
es decir, de mujeres que viviesen en comunidad con votos temporales
de castidad y obediencia. Pero Sofía no creía que ésa fuese su vocación, ya
que las "beguinas" gozaban de mucha libertad y podían volver al mundo en el
momento en que lo deseasen. Ella se sentía más bien inclinada a la austeridad
y la vida retirada del Carmelo. Sin embargo, al cabo de un período de vacilaciones
y de solicitar consejos, decidió finalmente plegarse a los deseos de su
tío. Así pues, se trasladó a Gante para estudiar el género de vida de las
"beguinas" y, a su vuelta, fue nombrada superiora de la comunidad de Castelnaudary,
que entonces inauguró su tío el canónigo. Estos acontecimientos tuvieron
lugar entre 1854 y 1855.
En los años siguientes, la nueva fundación prosperó, aunque en una forma
bastante diferente a la de los "beguinatos" belgas, ya que Sofía y sus compañeras
renunciaron a sus propiedades, establecieron un orfelinato y practicaron, por
regla la adoración nocturna al Santísimo Sacramento. A pesar de los progresos,
fue aquélla una época tan difícil para la comunidad y su superiora, que la
casa en que habitaban recibió el nombre de "el convento del sufrimiento". En
1863, la madre María Teresa, como la llamaremos en adelante, consultó acerca
de su vocación a la superiora del convento de Nuestra Señora de la Caridad, en
Toulouse y a algunas personas de su confianza, quienes le aconsejaron que
hiciese los Ejercicios de San Ignacio. Así lo hizo bajo la dirección del famoso
jesuíta, P. Pablo Ginhac. Dios le manifestó entonces claramente que debía llevar
adelante su propósito de fundar la congregación de María Auxilidaora, tal
como lo tenía planeado. El fin de dicha congregación consistía en que sus miembros
practicasen la vida religiosa en toda su plenitud y trabajasen por "la
empresa más divina y más humana que existe: la salvación de las almas".
Ningún trabajo debería parecer demasiado grande ni demasiado pequeño a las
religiosas, sobre todo si otras congregaciones no podían o no querían tomarlo
cnlre manos. El canónigo de Soubiran acabó por plegarse a los deseos de su sobrina. El "beguinato" no se disolvió; simplemente, en septiembre de 1864,
la madre María Teresa y unas cuantas hermanas se mudaron al convento de la
Rué des Büchers de Toulouse, que iba a ser la residencia de la nueva congregación.
A partir del año siguiente, los escritos de la beata nos permiten seguir
de cerca su evolución interior hasta su muerte, ocurrida un cuarto de siglo
más tarde.
Las nuevas religiosas siguieron dedicándose al cuidado de los huérfanos
y a la instrucción de los niños pobres e inauguraron en Toulouse la primera
casa de huéspedes para jóvenes trabajadoras a la que se dio el nombre de Maison
de famille, porque era un verdadero hogar para las jóvenes que no lo tenían
o que vivían lejos del suyo. Las auxiliadoras practicaban diariamente la adoración
nocturna, en tanto que las "beguinas" sólo lo hacían una vez al mes. La
madre Teresa calcó las constituciones de su congregación sobre las de la Compañía
de Jesús. El P. Ginhac, que tomó parte muy activa en la nueva fundación,
se encargó de revisar las constituciones. En 1867, el arzobispo de Toulouse
aprobó a las auxiliadoras y la Santa Sede publicó, en 1868, un breve laudatorio.
En 1869, se inauguraron los conventos de Amiens y de Lyon, en los que las
religiosas siguieron consagrándose al cuidado de las jóvenes trabajadoras. Durante
la guerra franco-prusiana, las religiosas de los tres conventos se refugiaron
primero en Southwark y después, en Brompton, donde los padres oratorianos
las ayudaron mucho. Más tarde, establecieron una "casa de familia" en Kennington.
Tal fue la primera fundación inglesa de las auxiliadoras.
En 1868, ingresó en la congregación una novicia que tres años después
fue elegida por voto casi unánime del capítulo, consejera y asistenta de la madre
general. Se trataba de la madre María Francisca, una mujer muy hábil e
inteligente, cinco años mayor que la madre María Teresa de Soubiran. A la
vuelta de Inglaterra, la madre María Francisca presentó un proyecto sobre el
desarrollo de la congregación; con "el brillo de sus discursos, la fuerza y claridad
de sus argumentos, la precisión de sus juicios, su tacto, su habilidad en el
manejo de los negocios y su fe ardiente y avasalladora", consiguió que el plan
fuese aprobado. La cita anterior procede de los escritos de la beata María Teresa
y muestra claramente la influencia que ejercía sobre ella su asistenta. Desgraciadamete,
la beata no se dio cuenta durante mucho tiempo de que la madre
María Francisca era "dominadora, inestable y ambiciosa", como el tiempo lo
había de probar. El hecho fue que la congregación se desarrolló demasiado
rápidamente y se abrieron nuevas casas sin recursos suficientes. A principios
de 1874, la madre María Francisca declaró que la situación económica de la
congregación era desesperada. (Actualmente sabemos que tal juicio era exagerado
).
Al principio, la madre María Francisca se echó a sí misma la culpa; pero
pronto empezó a atacar a la madre María Teresa, acusándola de ser orgullosa,
débil, vacilante y de poco espíritu religioso. Al poco tiempo, empezó a correr en
todos los conventos de la congregación el rumor de que el mal estado de cosas
se debía a la fundadora. La madre María Teresa recordó entonces que muy
poco antes le había parecido que el Señor le decía: "Tu misión ha terminado.
Dentro de poco, no habrá sitio para ti en tu congregación. Pero mi poder y
mi bondad estarán contigo." Ella había respondido: "Amén". Desde entonces,
estuvo dispuesta a repetir nuevamente su "amén", pero antes quiso consultar
al P. Ginhac. Este quedó un tanto desconcertado e, inmediatamente, mandó llamar a la madre María Francisca, quien le expuso a su modo la situación.
Entonces, el siervo de Dios aconsejó a la madre María Teresa que renunciase.
Su consejera fue nombrada superiora general.
La casa madre de la congregación era entonces la de Bourges. La nueva
superiora general no quiso que su predecesora retornase ni residiese en ninguno
de los conventos de la congregación. Así pues, la madre María Teresa se retiró al
convento de las Hermanas de la Caridad de Clermont, so pretexto de descansar
algunas semanas. El descanso se prolongó siete meses —"siete meses de angustia"—,
en tanto que la madre María Francisca determinaba su destino. No
hay para qué narrar en detalle las desagradables medidas que la madre María
Francisca tomó para evitar que la madre María Teresa reconquistase su antigua
influencia y su autoridad. Baste con decir que esas medidas culminaron con la
expulsión de la fundadora de la congregación. La beata tuvo que abandonar
el convento de Clermont y el hábito religioso en septiembre de aquel año. A
fines de 1874, la madre María Teresa, fundadora de la Compañía de María
Auxiliadora, volvió a ser simplemente Sofía de Soubiran la Louviére.
Sofía estuvo veinte años en el convento y tuvo que empezar una nueva
vida, una prueba muy dura para las personas que no viven "en el mundo".
En vano solicitó ser admitida en la congregación de la Visitación y en la
orden del Carmelo, "su primer amor". Entonces, pidió su admisión entre sus
antiguas amigas del convento de Nuestra Señora de la Caridad en Toulouse,
quienes se dedicaban a rescatar mujeres perdidas. Aquellas religiosas no le
cerraron las puertas y comprendieron su deseo de ingresar más bien en el convento
de París. Después de ciertas dilaciones debidas a algunas dificultades
canónicas y a una enfermedad que casi costó la vida a la beata, ésta hizo
finalmente la profesión en 1877, a los cuarenta y dos años de edad. Su diario
muestra que entró entonces en un período de gran serenidad espiritual y que
el poder y la bondad del Señor estaban con ella. El P. Hamon, su director
espiritual, escribió: "La abnegación de la madre de Soubiran era tan extraordinaria,
que consiguió olvidar completamente a su antigua familia religiosa, confiándola
enteramente en manos de la providencia; en esa forma obligó al Divino
Pastor a mirar por sus hijas huérfanas. La generosidad de ese sacrificio rayaba,
a mi modo de ver, en el heroísmo."
En todo caso, la madre María Francisca no permitía ningún trato, epistolar
o personal, entre sus religiosas y la fundadora de la congregación. Sin embargo,
al cabo de ocho años, el contacto se restableció de un modo dramático. La
madre María Francisca despidió también de la congregación a la madre María
Javier, hermana de la fundadora, pues temía que su presencia conservase vivo
el recuerdo de la madre María Teresa. La madre María Javier ingresó también
en el convento de Nuestra Señora de la Caridad de París y dio a su hermana
noticias muy tristes sobre el estado de la congregación de María Auxiliadora.
La madre María Teresa escribió por entonces: "Ahora sí que estoy segura de
que esa pequeña compañía que Dios quiere tanto, sobre la cual ha velado tan
amorosamente y en la cual había tantas almas fervorosas y verdaderamente
virtuosas, estoy segura, digo, de que esa compañía está moralmente muerta, o
sea que su fin, su forma y sus métodos han cesado de existir. Acepto amorosamente
los planes de Dios, pues soy nada ante su santa e incomprensible voluntad."
La Beata María Teresa había contraído la tuberculosis. La larga enfermedad
la obligó a pasar en la enfermería los últimos siete meses de su vida. Murió el 7 de junio de 1889, al murmurar estas palabras: "Ven, Señor Jesús". Trató de
hacer la señal de la cruz, pero no llegó a signarse. Fue sepultada en el cementerio
de Montparnase, en la cripta del convento de Nuestra Señora de la Caridad.
Actualmente, sus reliquias se hallan en la casa madre de las auxiliadoras, en
París. La madre María Teresa de Soubiran fue beatificada en 1946. La mejor
síntesis de su espíritu queda expresada en las palabras que escribió en una
carta, poco después de su expulsión de la congregación de María Auxiliadora:
"Como podéis imaginaros, todo ello me ha hecho sufrir enormemente. Sólo
Dios es capaz de medir la intensidad y la profundidad de mi dolor y sólo El
sabe hasta qué punto esa pena se ha convertido en una fuente de fe, esperanza
y caridad. La gran verdad de que Dios es todo y el resto nada se va convirtiendo
en la vida de mi alma y, sobre esa verdad me puedo apoyar con seguridad,
en medio de los incomprensibles misterios de este mundo. Es éste un
bien superior a todos los bienes de la tierra, porque en el amor omnipotente
podemos confiar durante la vida y por toda la eternidad. No sé si hubiese podido
aprender esa gran lección sin pasar por tantas angustias; no lo creo. El tiempo
pasa y pasa de prisa; pronto veremos la razón de tantas cosas que sorprenden
y desconciertan a nuestra inteligencia débil y miope." La fiesta de la beata se
celebra el 20 de octubre.
Dado que la fundación forma parte de la vida de un fundador, añadiremos
unas palabras sobre la historia de la congregación que fundó la madre de
Soubiran. La beata había predicho que las cosas iban a cambiar totalmente
en la compañía de María Auxiliadora, uno o dos años después de su muerte.
Su profecía se verificó. La congregación estaba muy descontenta del gobierno
de la madre María Francisca, y varias casas habían sido clausuradas. A partir de
1884, la inestabilidad administrativa se hizo intolerable. Por ejemplo, en menos
de cinco años, la sede del noviciado cambió siete veces. La crisis estalló en
1889, cuando el capítulo general se negó a ratificar los nuevos cambios que
la superiora proyectaba. El 13 de febrero de 1890, exactamente dieciséis años
después de la expulsión de la fundadora, la madre María Francisca dejó de
ser superiora y salió de la congregación.
El cardenal Richard, arzobispo de París, nombró a la madre María Isabel
de Luppé superiora general. Bajo su gobierno, se hizo luz acerca de la v^rdarera
historia de la fundadora, la madre María Javier ingresó nuevamente en la
congregación y la compañía de María Auxiliadora recobró su forma original
y empezó a adquirir las características que le han merecido el sitio tan distinguido
que ocupa actualmente en la Iglesia.
Este corto artículo basta para probar que la historia de la Beata María
Teresa de Soubiran fue realmente extraordinaria.* Lo mismo puede decirse
sobre la vida de la madre María Francisca, por más que no tenga cabida en
una vida de santos. Nos limitaremos simplemente a observar que murió en
1921, cuando la causa de beatificación de la madre María Teresa ya estaba
introducida. Después de la muerte de María Francisca, se descubrió que era
casada y que para entrar en la congregación de María Auxiliadora había abandonado a su esposo. Como su marido vivía aún y ella lo sabía, María Francisca
no pudo hacer votos válidos, de suerte que su generalato fue también
inválido y, por consiguiente, todos sus actos fueron nulos. Por la misma razón,
la madre María Teresa no dejó nunca de pertenecer, canónicamente, a la congregación
que había fundado. Nada sabemos acerca de los últimos treinta años
de la vida de María Francisca; según parece, poseía una fortuna personal y
vivió sola en París.
* La vida de la beata es única en los anales de las congregaciones religiosas, pero
presenta ciertas analogías con la de San Alfonso de Ligorio (2 de agosto), San José Calasanz
(27 de agosto), y Teresa Couderc (26 de sept.). Es extraordinario que hombres de
la talla de Mons. Tour d'Auvergne, arzobispo de Bourges, y del P. Ginhac hayan procedido
como procedieron: para evitar un escándalo público, contribuyeron a otro peor.
La primera biografía de la Beata María Teresa fue la del canónigo Théloz (1894).
En 1946, T. Delmás publicó una biografía admirable. La obra del P. Monier-Vinard. La
Mere Marie-Thérése de Soubiran d'aprés ses notes intimes (2 vols.) constituye prácticamente
una colección de los escritos y notas espirituales de la beata. Fue traducida en forma
abreviada al inglés por Dom Theodore Baily, en 1947, con el título de A. Study in Failure.
Véase también la biografía del P. W. Lawson (1952); y la excelente semblanza biográfica
del P. C. Hoare, Life out of Death (1946). También es digna de mención la obra del
P. Grivet, Vie de la Mire Marie-Elisabeth de Luppé, en la que se hallarán muchos datos
sobre nuestra beata. Morte et Vivante (1933) es una obra que narra los años que la Beata
María Teresa pasó en el convento de Nuestra Señora de la Caridad; según parece, no es
del todo fidedigna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario