Ángel es una palabra griega que significa mensajero. Los ángeles son espíritus purísimos, individuales pero sin cuerpo, a quienes Dios ha dado una inteligencia y un poder mayores que a los hombres. Su oficio consiste en alabar a Dios, en servirle de mensajeros y en cuidar a los hombres. Los teólogos sostienen unánimemente que Dios designa a un ángel como guardián de cada hombre, pero tal afirmación no ha sido definida nunca por la Iglesia y, por consiguiente, no es de fe. Los ángeles de la guarda nos ayudan a ir al cielo, nos defienden del enemigo, nos ayudan a orar y nos excitan a la virtud. Esto último lo hacen a través de nuestra imaginación y de nuestros sentidos, sin afectar directamente nuestra voluntad, de suerte que nuestra cooperación es necesaria. El salmista dice: "Dios ha encargado a sus ángeles que cuiden de ti y que te guíen en todos tus caminos". En otro sitio añade: "El ángel del Señor plantará su tienda junto a los que temen a Dios y los librará de sus enemigos". El patriarca Jacob pidió al buen ángel que bendijese a sus dos nietos, Efraín y Manases: "Que el ángel que me libró de todos los males, bendiga a estos jóvenes". Y Judit dijo: "El ángel del Señor me acompañó durante el viaje de ida, durante mi estancia ahí y durante el viaje de vuelta". Cristo nos exhortó a guardarnos de escandalizar a los pequeños, porque sus ángeles se hallan ante la presencia de Dios y le pedirán que castigue a aquéllos que hagan daño a sus protegidos. La idea de que Dios designa a un ángel para cuidar a cada uno de los hombres estaba tan extendida en el mundo judío que, cuando San Pedro fue libertado milagrosamente de la prisión, lo primero que pensaron los discípulos fue que era obra de "su ángel".
Desde los primeros tiempos de la Iglesia, se tributó honor litúrgico a los ángeles. El oficio de la dedicación de la iglesia de San Miguel Arcángel, en la Vía Salaria (29 de septiembre), y el más antiguo de los sacramentarlos romanos, llamado "el Leonino", aluden indirectamente en las oraciones al oficio de guardianes que desempeñan los ángeles. Desde la época de Alcuino (quien murió el año 804), existe una misa votiva "ad suffragia angelorum postulanda", y el mismo Alcuino habla dos veces en su correspondencia de los ángeles guardianes. No es del todo seguro que la costumbre de celebrar esa misa sea de origen inglés, pero lo cierto es que el texto de Alcuino está incluido en el Misal de Leofrico, que data de principios del siglo X. La misa votiva de los Angeles solía celebrarse el lunes, como lo prueba el Misal de Westminster, compuesto alrededor del año 1375. En España la tradición dice que también cada una de las ciudades tiene su ángel guardián particular. Así, por ejemplo, un oficio del año 1411 hace alusión al ángel guardián de Valencia. Fuera de España, Francisco de Estaing, obispo de Rodez, obtuvo del Papa León X una bula en la que dicho Pontífice aprobaba un oficio especial para la conmemoración de los Angeles de la Guarda el 1° de marzo. También en Inglaterra estaba muy extendida la devoción a los ángeles. Heriberto Losinga, obispo de Norwich, quien murió en 1119, habló con gran elocuencia sobre el tema. Por otra parte, la conocida oración que comienza "Angele Dei qui custos es mei" se debe probablemente a la pluma del versificador Reginaldo de Canterbury, quien vivió en la misma época. El Papa Paulo V autorizó una misa y un oficio especiales, a instancias de Fernando II de Austria, y concedió la celebración de la fiesta de los Santos Angeles en todo el imperio. Clemente X la extendió como fiesta de obligación a toda la Iglesia de occidente en 1670 y fijó como fecha de la celebración, el primer día feriado después de la fiesta de San Miguel.
El excelente artículo del P. J. Duhr en Dictionnaire de spiritualité, vol. I (1933), cc. 580-625, trata a fondo la evolución histórica de la devoción al ángel de la guarda. Acerca de la devoción a los ángeles en general, véase DTC, vol. I, cc. 1222-1248. En cuanto al aspecto litúrgico, cf. Kellner, Heortology (1908), pp. 328-332. Por lo que se refiere a la representación de los ángeles en la antigüedad y en el arte, cf. DAC, vol. I, ce. 2080-2161; y Künstle, Ikonographie, vol. I, pp. 239-264.
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