(Siglo I) Cuando San Pablo, que venía de Berea, estaba esperando en Atenas a Silas y
a Timoteo, "su espíritu se conmovió al ver la ciudad completamente entregada
a la idolatría". Ello le movió a ir al mercado y a la sinagoga para exhortar
al pueblo. Algunos filósofos epicúreos y estoicos que le oyeron predicar, se le
acercaron y le preguntaron: "¿Puedes explicarnos un poco la doctrina que
predicas?" Pablo se dirigió entonces con ellos al Areópago o Colina de Marte,
donde solía reunirse el concejo de la ciudad. Según dice San Lucas, "todos los
atenienses y extranjeros que se hallaban ahí se dedicaban únicamente a contar
o escuchar novedades". No es imposible que San Pablo haya acudido al Areó-
pago a petición del concejo. En todo caso, ahí fue donde pronunció su famoso
discurso sobre el Dios desconocido. Entre los que se convirtieron entonces había
una mujer llamada Damaris y un hombre llamado Dionisio, apodado el
"Areopagita" (Hechos, xvn, 13-34), porque era miembro del concejo, o Areó-
pago.
A esto se reduce todo lo que sabemos con certeza sobre San Dionisio.
Eusebio dice que San Dionisio de Corinto fue el primer obispo de Atenas. San
Sofronio de Jerusalén y otros autores, afirman que fue mártir. Por otra parte,
el Menologio de Basilio añade que fue quemado vivo en Atenas durante la
persecución de Domiciano. Todos los calendarios antiguos ponen su fiesta el
3 de octubre. Los sirios y los bizantinos lo celebran todavía en esa fecha.
No existe documento alguno, anterior al siglo VII, donde se afirme que San
Dionisio haya salido de Grecia; pero los documentos posteriores le mencionan
en relación con las ciudades de Cotrone, Calabria y París. La identificación de
San Dionisio Areopagita con San Dionisio (Denis) de Francia (de la que
hablaremos más abajo) ha dejado huellas en el Martirologio Romano y en la
liturgia del día.* La sexta lección de maitines termina con estas palabras:
"Escribió obras admirables y celestiales sobre los Nombres Divinos, sobre las
jerarquías eclesiásticas y celestes, así como diversos tratados de teología mística
y otras materias." Como se sabe, en la Edad Media se cometió también el
error de atribuir a San Dionisio Areopagita cuatro tratados y diez cartas, que
del siglo X al XV se contaron entre los escritos teológicos y místicos más
apreciados y admirados, así en el oriente como en el occidente, y ejercieron
una influencia enorme sobre la escolástica. La convicción creciente de que no
habían sido escritos por el discípulo de San Pablo, sino por un autor muy posterior que los había atribuido falsamente al Areopagita, los hizo pasar a
segundo término durante largo tiempo. Pero en la época moderna, debido al
valor intrínseco de dichos escritos, por más que sean de fecha desconocida, se
ha comenzado a darles nuevamente la importancia que merecen.
* Alban Butler no se atrevió a admitir abiertamente esta identificación. En una
nota escribe: "Hilduino..., basándose en documentos falsos y legendarios, afirma que
Sun Dionisio, el primer obispo de París, se identifica con el "Areopagita". En algunos
otros escritos se encuentran también huellas del mismo error." La identidad de los dos
liersonajes no se ponía en duda en el occidenlc enlre los. siglos IX y XV
El largo artículo de Acta Sanctorum, que ocupa más de 160 páginas in folio, está
consagrado principalmente a probar que el Dionisio convertido por San Pablo no fue el
autor del libro de los Nombres Divinos y de los otros tratados que se le atribuyen. Sin
embargo, está fuera de duda que el pseudo-Dionisio tenía la intención de que se le confundiese
con el Dionisio de los Hechos de los Apóstoles. En la primera mención que se
conserva de dichos escritos, que data del sínodo de Constantinopla del año 533, se dice
que son obra de "Dionisio el Areopagita"; pero ya entonces Hipacio alegó que eran
falsificaciones. Existe una literatura inmensa sobre las obras del pseudo-Dionisio; pero
no se ha llegado nunca a identificar al autor y no tenemos por qué extendernos aquí
sobre ese punto. El autor afirma que, hallándose en Heliópolis, presenció el eclipse de
sol ocurrido durante la crucifixión del Señor y dice que asistió a la muerte de la Virgen
María; pero ambas afirmaciones son falsas. Cf. el artículo del P. Peeters en Analecta
Bollandiana, vol. xxix (1910), pp. 302-322; el autor llega a conclusiones muy desfavorables
acerca de la honradez literaria de Hilduino, abad de Saint-Denis, quien tradujo
por primera vez al latín las obras del pseudo-Dionisio, aunque no fue el primero en
identificarle con San Dionisio de París. Véase G. Théry, Etudes dionysiennes (2 vols.,
1932-1937); y R. J. Loenertz, en Analecta Bollandiana, vol. LXIX (1951), pp. 218-237.
No hay comentarios:
Publicar un comentario