(c. 635 p.c. ) El más famoso de los discípulos e imitadores de San Colomba fue San Galo.
Era originario de Irlanda y se educó en el gran monasterio de Bangor, bajo
la dirección de los santos abades Comgalo y Colomba. En dicho monasterio
florecían los estudios, sobre todo los sagrados, y San Galo llegó a ser muy
versado en gramática, poética y Sagrada Escritura. Según ciertos relatos, ahí
recibió la ordenación sacerdotal. Cuando San Colomba partió de Irlanda,
San Galo fue uno de los doce que le siguieron a Francia, donde fundaron el
monasterio de Annegray y, dos años después, el de Luxeuil. San Galo pasó ahí
veinte años, pero lo único que sabemos sobre él, durante ese período, es que
un día su superior le envió a pescar en un río, y el santo fue a otro, donde
no consiguió atrapar un solo pez. Al ver su cesto vacío, su superior le reprendió
y entonces San Galo se dirigió al río que su superior le había indicado e hizo una
pesca abundantísima. El año 610, San Colomba fue desterrado del monasterio,
y San Galo partió con él; como no consiguiesen ir a Irlanda, predicaron el
Evangelio en las cercanías de Tuggen y del lago de Zurich. El pueblo no los
recibió bien, por lo cual, según dice el biógrafo de San Galo, abandonaron
"a aquella multitud ingrata y desagradable para no desperdiciar en almas
estériles los esfuerzos que podían fructificar en almas mejor dispuestas." Un
sacerdote llamado Wilimar les ofreció refugio en Arbón, cerca del lago de Constanza.
Los siervos de Dios se construyeron un par de celdas en las proximidades
de Bregenz, donde convirtieron a muchos idólatras; al terminar uno de sus
sermones, San Galo arrojó al río las estatuas de los ídolos. Su atrevimiento
convirtió a unos y enfureció a otros. Los dos santos permanecieron ahí dos
años y plantaron un huerto. Por su parte, San Galo, que era indudablemente
un pescador muy hábil, ocupaba sus ratos libres en tejer redes y pescar en el
lago. Pero el pueblo siguió obstinado en su idolatría y persiguió a los dos
monjes. Hacia el año 612, Teodorico, el gran enemigo de San Colomba, se
convirtió en el amo de Austrasia y éste decidió huir a Italia; San Galo no quería
separarse de él, pero la enfermedad le impidió seguirle. Según una leyenda, San Colomba, quien no creía que su amigo estuviese realmente muy enfermo,
le impuso en castigo no volver a celebrar la misa mientras él viviese, y San
Calo obedeció esa orden injusta. Después de la partida de San Colomba y
sus hermanos, San Galo cargó con sus redes y se fue a vivir con Wilimaro
en Arbón, donde pronto recuperó la salud. Entonces, el diácono Hiltibodo le
ayudó a elegir, a orillas del río Steinach, un sitio en el que la pesca era abundante,
y ahí se estableció el santo. Pronto se le reunieron algunos discípulos, a
quienes San Galo impuso la regla de San Colomba. La fama de San Galo
continuó creciendo hasta su muerte, ocurrida en 627 ó 645 en Arbón, a donde
había ido a predicar.
Los biógrafos del santo narran otros detalles de su vida. Algunos son de
autenticidad dudosa y otros ciertamente falsos. Una semana después de haberse
establecido a orillas del Steinach con el diácono Hiltibodo, San Galo tuvo que
ir a exorcizar, muy contra su voluntad, a la hija del duque Gunzo, de la
que dos obispos habían intentado en vano arrojar los demonios. San Galo
tuvo éxito, y el demonio escapó de la boca de la joven en forma de pájaro
negro. El rey Sigeberto, de quien la joven Fridiburga era la prometida, ofreció
a San Galo una sede para mostrarle su gratitud; pero el santo se negó a
aceptarla y persuadió a Fridiburga de que ingresase en un convento de Metz,
en vez de casarse con el monarca. A pesar de ello, Sigeberto no guardó rencor
a San Galo; más tarde, los monjes de la abadía de San Galo afirmaron erróneamente
que Sigeberto había regalado al santo las tierras de la abadía y la había
sustraído a la jurisdicción del obispo de Constanza. La sede de Constanza fue
ofrecida de nuevo a San Galo, quien volvió a rechazarla, pero nombró obispo
al diácono Juan, discípulo suyo, y predicó el día de su consagración. San Galo
tuvo una revelación sobre la muerte de San Colomba en Bobino; los discí-
pulos de éste, siguiendo las instrucciones de su maestro, enviaron a San Galo
su báculo abacial en prueba de que le había perdonado por no haberle acompañado
a Italia. Cuando murió San Eustacio, a quien San Colomba había
nombrado abad de Luxeuil, los monjes eligieron a San Galo; pero la abadía
era ya entonces muy rica, y el humilde siervo de Dios apreciaba demasiado
la pobreza y la vida penitente para dejarse arrancar de ella, de suerte que
siguió ejerciendo su labor apostólica donde estaba. Sólo salía de su celda para
ir a instruir y predicar a los habitantes de las regiones más agrestes y abandonadas.
Cuando estaba en su ermita, solía pasar días y noches enteras en
contemplación.
Walafrido Strabo, además de la biografía propiamente dicha, escribió un
volumen sobre los milagros obrados en el sepulcro de San Galo. Dicho autor
hace notar que su biografiado "poseía un gran sentido práctico" y que fue uno
de los principales misioneros en Suiza. La fiesta de San Galo se celebra en
Irlanda y en Suiza. Su fama ha sido superada por la del monasterio que fundó
a millas del Steinach, en el sitio que ocupa actualmente el pueblecito de SaintG¡ill
en el cantón suizo del mismo nombre. Otmaro organizó dicho monasterio
cu el siglo VIH. Sus monjes rindieron en la Edad Media incalculables servicios
a la ciencia, la literatura, la música y otras artes y la biblioteca y el "scriptorium"
del" monasterio, se contaban entre los más famosos de la Europa occidental. El
iiunuislerio fue secularizado después de la Revolución; felizmente se conserva
todavía una buena parte de la biblioteca junto a la iglesia abacial, que fue reconstruida
y es hoy la catedral de la.diócesis de Saint-Gall.
Se ha investigado mucho sobre la vida del santo. Aparte de las alusiones incidentales
que se hallan en la biografía de San Colomba escrita por Jonás, existen tres
documentos que tratan directamente sobre San Galo. El primero, del que desgraciadamente
sólo se conservan fragmentos, fue escrito más o menos un siglo después de la
muerte del santo; el segundo, cuyo autor es el abad Wetting, data de principios del siglo
IX; el tercero, debido a la pluma de Walafrido Strabo, data seguramente de unos diez o
veinte años después. Los tres documentos fueron editados por B. Krusch en MGH.,
Scriptores Merov, vol. IV, pp. 251-337. Existe además una biografía en verso escrita por
Notker. Véase J. F. Kenney, The Sources for the Early History o) Ireland vol. i, pp.
206-208; Gougaud, Christianity in Celtic Lands (1932), pp. 140-144; y Les saints irlandais
hors Slüanie (1936), pp. 114-119; y M. Joynt, The Life of St. Gall (1927)
No hay comentarios:
Publicar un comentario