Los gloriosísimos apóstoles y
mártires de Jesucristo san Simón
y san Judas fueron hermanos
de Santiago el Menor, hijos
de Cleofás y de María, primos
de la Virgen santísima, nuestra
Señora. Eran llamados hermanos
del Señor según las costumbres
de los judíos, por ser
parientes. Simón se llamaba el
Cananeo o Zelotes para distinguirlo
de san Pedro que tenía
el mismo nombre de Simón: y
Judas también tomó sobrenombre
de Tadeo o Lebbeo, para
distinguirse de Judas Iscariote.
Habiéndoles el Señor escogido
para su apostolado, recibieron
la doctrina de su santo Evangelio,
y le siguieron con gran fidelidad,
y fueron testigos de sus admirables prodigios
y compañeros de sus trabajos y
persecuciones. Después de la institución
de la sagrada Eucaristía y terminado
aquel admirable sermón que hizo el Se-
ñor, y se refiere en el capítulo XIV de
•san Juan, como san Judas no hubiese
comprendido aquellas palabras: El mundo
no me verá, pero vosotros me veréis,
•porque yo estaré vivo y nosotros lo estaréis
también, preguntó al Salvador:
«Señor, ¿cómo ha de ser eso que te has
de manifestar a nosotros y no al mundo?»
A lo que respondió el Señor que era
porque ellos le amaban y no le amaba
el mundo, pues no guardaba sus mandamientos.
Habiendo subido Jesús a los cielos,
y después de la venida del Espíritu
Santo, padecieron san Simón y san Judas
grandes trabajos en la predicación del
Evangelio, hicieron muchos milagros, derribaron
ídolos y redujeron a la fe innumerables
gentes. Se dice que san Simón
predicó en Egipto y san Judas o Tadeo
en Mesopotamia, y que después entraron
juntos en Persia. Entre las conversiones
que hicieron, la más ruidosa fué la de
toda la familia real y de muchos hombres
principales de la corte que recibieron
el bautismo. Abrieron iglesias y formaron
cristiandades, una de las cuales
fué la de Babilonia. Refiérese también
que en oyendo el apóstol san Judas el
martirio de Santiago el Menor, pasó a
Jerusalén y se halló presente en la elección
del nuevo obispo de aquella Iglesia:
mas que una vez elegido Simón, volvió a
Persia, y que los dos apóstoles, coronaron la carrera de su vida apostólica con un
glorioso martirio; porqué cayendo sobre
ellos una turba de feroces idólatras, san
Simón fué aserrado por medio, y a san
Judas le cortaron la cabeza. Añade la
misma antigua tradición que en el mismo
punto en que fueron muertos estos dos
sagrados apóstoles delante de unos ídolos
del sol y de la luna, se levantó una
terrible tempestad que dio en tierra con
los templos y estatuas de aquellos falsos
dioses, quedando sepultados en las ruinas
los que habían dado muerte a los
dos sagrados apóstoles.
Reflexión: La vida de los dos gloriosos
apóstoles san Simón y san Judas, es como
la de todos los demás apóstoles de
Jesucristo. Toda ella consistió en amar
con toda su alma a su divino Maestro:
en predicarle crucificado, confirmar, con
milagros la verdad de su Evangelio, ganarle
muchas gentes idólatras, padecer
por su amor grandes trabajos y persecuciones,
y la misma muerte. No se entiende
pues como hay hombres tan ciegos
que no se fíen del testimonio de los santos
apóstoles: porque aunque sea verdad
que eran los más íntimos amigos del Salvador
del mundo, también lo es que fueron
sus más abonados testigos, y los más
desinteresados confesores de su divinidad.
Oración: ¡Oh Dios! que nos hiciste merced
de venir al conocimiento de tu nombre
por medio de los bienaventurados
apóstoles Simón y Judas, concédenos la
gracia de aprovechar en virtud al celebrar
su gloria sempiterna. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
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