lunes, 25 de junio de 2018

26 de junio. Los santos Juan y Pablo, mártires. — (t 362) Flos Sanctorvm Santoral


 El martirio de los valerosos mártires de Cristo san Juan y san Pablo escribió Terenciano, el cual siendo capitán de la guardia imperial de Juliano el Apóstata, por su mandato los hizo matar, y después se convirtió a la fe de Jesucristo nuestro Señor. Eran pues estos dos santos hermanos italianos de nación y cortesanos muy favorecidos del emperador Constantino, el cual los escogió para que sirviesen a su hija la princesa Constancia en los más nobles oficios de su palacio. Habían estado también con Galiciano en la guerra contra los Escitas, y convertido en ella a aquel capitán general del ejército romano, y alcanzado milagrosa victoria de aquellos bárbaros. Mas habiendo subido al imperio Juliano el Apóstata, hizo matar a Galiciano, y sabiendo que Juan y Pablo repartían con largas manos a los pobres las grandes riquezas que Constancia les había dado, buscó algún color para quitarles también la hacienda y la vida, y mandó a Terenciano a decirles que de buena gana se serviría de ellos y los honraría en su palacio, si adoraban a los dioses del imperio; mas que, si no lo quisiesen hacer así, les costaría caro. A esto respondieron los dos santos que no querían la amistad de Juliano, ni entrar en el palacio de aquel apóstata; y como Terenciano les concediese diez días para que mejor lo pensasen, ellos le dijeron que hiciese cuenta que ya los días eran pasados y que ejecutase lo que su amor mandaba. Entendiendo pues que presto habían de morir por Cristo, dieron a los pobres en aquellos diez días cuanto tenían, ocupándose de día y de noche en hacer largas limosnas. Al onceno día, a la hora de cena vino Terenciano con grande acompañamiento de soldados a la casa de ellos y hallólos puestos en oración; y mostróles una estatua pequeña de Júpiter, hecha de oro, que llevaba consigo, y dijoles que el emperador mandaba que la adorasen y le ofreciesen incienso, y si no, que allí fuesen degollados, porque no quería que muriesen en público por ser perdonas tan principales (aunque a la verdad lo que le movió a hacerles morir en secreto fué el temor de algún alboroto en la ciudad) . Ellos con gran constancia respondieron que se preciaban de no tener por Señor sino a Jesucristo: por lo cual Terenciano los mandó allí, degollar y enterrar secretamente en una hoya que se hizo en la misma casa, y publicar por la ciudad que habían sido desterrados. Pero muchos energúmenos comenzaron a publicar que allí estaban los santos mártires Juan y Pablo, y fueron libres de los demonios por su intercesión; y entre ellos un hijo de Terenciano, lo cual fué ocasión para que este reconociese su culpa, y postrado ante los mártires, les pidió perdón, y se convirtió a la fe, y escribió el martirio de estos dos santos hermanos, que es el que aquí queda referido.

Reflexión: ¿Quién pudo engañar a Dios o librarse de sus manos? Un año después de este martirio, fué el apóstata Juliano a la guerra contra los Persas, y murió infelicísisimamente el mismo día en que hizo degollar a aquellos santos hermanos. Casi todos los perseguidores de la religión han acabado sus días con muerte desastrosa; para que entendamos cuan celoso es Dios de su Iglesia divina, y que no pueden sus enemigos perseguirla y afligirla impunemente, sin recibir el castigo que merecen por tan grande crimen, en esta vida o en la otra.

Oración: Suplicámoste, oh Dios todopoderoso, que nos consueles con duplicado gozo por la doblada gloria que alcanzaron los santos Juan y Pablo, hermanos,, en la constancia de la fe y en la corona, del martirio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.  

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