domingo, 12 de marzo de 2017

13 de Marzo: LUNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

La Estación se celebra en la Iglesia de San Clemente Papa. Es el templo que entre todas las Iglesias de Roma ha conservado mejor la antigua disposición de las primeras basílicas cristianas. Bajo su altar descansa el cuerpo del santo Patrono con los restos de San Ignacio de Antioquía y del cónsul San Flavio Clemente.

COLECTA 

Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que tu familia, que, afligiendo su carne, se abstiene de alimentos, siguiendo la justicia, ayune también de pecado. Por el Señor.  
  
EPÍSTOLA 

Lección del Profeta Daniel. 
En aquellos días oró Daniel al Señor, diciendo: Señor, Dios nuestro, que sacaste a tu pueblo de la tierra de Egipto con mano fuerte, y adquiriste el renombre que ahora tienes: hemos pecado, hemos cometido iniquidad contra toda tu justicia, Señor: apártese, te lo suplico, tu ira, y tu furor, de Jerusalén, tu ciudad, y de tu santo monte. Porque, por nuestros pecados, y por las iniquidades de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo se han convertido en oprobio de todos los que viven en torno nuestro. Ahora, pues, escucha, oh Dios nuestro, la oración de tu siervo, y sus ruegos: y, por ti mismo, muestra tu rostro sobre tu santuario, que está desierto. Inclina, Dios mío tu oído, y oye: abre tus ojos, y mira nuestra desolación, y la ciudad sobre la cual ha sido invocado tu nombre: porque no derramamos nuestros ruegos ante tu acatamiento fiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor; ¡aplácate, Señor: atiende y haz; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío: porque tu nombre ha sido invocado sobre la ciudad, y sobre tu pueblo, Señor, Dios nuestro.
   
CASTIGO DEL PUEBLO JUDÍO. — Esta súplica que Daniel dirigía a Dios desde su cautiverio de Babilonia, fue atendida, y después de setenta años; de destierro volvió a ver Israel su patria, reconstruyó el templo del Señor y reanudó el curso de sus destinos. Mas he aquí que todavía hoy después de diez y nueve siglos, estas palabras del profeta no son más que una descripción vaga de la nueva desolación que abruma a Israel. El furor de Dios planea sobre Jerusalén; hasta las mismas ruinas del templo han desaparecido, el pueblo sigue viviendo dispersado sobre la haz de la tierra y hecho espectáculo de las naciones. Una maldición pesa sobre él; anda errante como Caín; mas Dios vela para que jamás sea aniquilado. Problema terrible de la ciencia racionalista, pero a los ojos del cristiano castigo visible y continuo del más grande de los crímenes. Tal es la explicación de este fenómeno: "la luz ha brillado en medio de las tinieblas y las tinieblas no la entendieron (Joa., I, 5,)". Si las tinieblas la hubieran aceptado, hoy no serían ya tinieblas; pero no fue así; Israel mereció su abandono. Algunos de sus hijos han reconocido al Justo, y han llegado a ser hijos de la luz, y precisamente ellos son el más claro testigo de la luz en el mundo entero. ¿Cuándo abrirá los ojos el resto de Israel? ¿Cuándo consentirá ese pueblo dirigir al Señor la oración de Daniel? La posee, la lee a menudo, pero no penetra en su corazón cerrado por el orgullo. Nosotros, los últimos vastagos de la familia roguemos por nuestros hermanos mayores. Algunos de entre ellos se separan cada año de la masa maldita; se llegan a pedir a Jesús les admita en la nueva Jerusalén: ¡Bendita sea su llegada! Y, dígnese el Señor en su bondad hacer que su número se acreciente más y más a fin de que toda criatura humana adore en todo lugar al Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob con su Hijo Jesucristo a quien Él envió.

 EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según S. Juan. 




En aquel tiempo dijo Jesús a las turbas de los judíos: Yo me voy, y me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Donde yo voy, vosotros no podéis ir. Dijeron entonces los judíos: ¿Acaso se suicidará? Porque ha dicho: Donde yo voy, vosotros no podéis ir. Y díjoles: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso os he dicho que moriréis en vuestros pecados: porque, si no creyereis lo que yo soy, moriréis en vuestro pecado. Díjeronle ellos: ¿Tú quién eres? Díjoles Jesús: El Principio, y el mismo que os estoy hablando. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros. Pero, el que me envió, es veraz: y yo, lo que oí de Él, eso hablo en el mundo. Y no conocieron que llamaba Padre suyo a Dios: Díjoles, pues, Jesús: Cuando levantéis al Hijo del hombre, entonces conoceréis quién soy yo, y que nada hago por mí mismo, sino que, lo que me enseñó mi Padre, eso hablo: y, el que me envió, está conmigo, y no me dejó solo: porque yo hago siempre lo que a Él le place. 

CRISTO SE ALEJA DE LOS JUDÍOS. — Me voy; terrible palabra; Jesús vino a salvar a ese pueblo y no reparó en medios para probarle que le amaba. Días atrás vimos que rechazaba a la Cananea y decía no había venido más que para las ovejas extraviadas de la casa de Israel; y estas ovejas perdidas desconocen su pastor. Advierte a los judíos que pronto se va a retirar y no podrán seguirle adonde va; y esta palabra no les dice nada. Sus obras atestiguan que ha bajado del cielo, pero ellos sólo sueñan en la tierra; cifran todas sus esperanzas en un Mesías terrestre y glorioso como un Conquistador. En valde pasa Jesús por entre ellos obrando el bien (Act., X, 38); en vano se somete la naturaleza a sus leyes, en vano su sabiduría y doctrina sobrepujan a cuanto los hombres han oído de sublime y bello; Israel está sordo y ciego. Las pasiones más feroces penetran en sus corazones; no se saciarán sino el día en que la Sinagoga pueda lavar sus manos en la sangre del Justo. Pero en ese día se colmará la medida y la cólera divina ejercerá ejemplar venganza, cuyo eco resonará a través de todos los siglos. Tiembla uno de espanto pensando en los horrores del sitio de Jerusalén, en el exterminio de la ciudad y del pueblo que pidió a gritos la muerte de Jesús. El Salvador mismo nos advierte que desde el principio del mundo no se ha visto ni el correr de los siglos venideros hará ver tan espeluznante desastre. Paciente es Dios, aguarda longánimo, pero cuando estalla su furor largo tiempo contenido, arrastra todo por delante y los monumentos de sus venganzas son el espanto de las generaciones sucesivas. 


...Y DE LOS PECADORES: — Oh pecadores que hasta la fecha no habéis parado mientes en las admoniciones de la Iglesia, que no habéis pensado todavía en convertir vuestro corazón al Señor vuestro Dios, temblad ante esta palabra: Me voy. Si esta Cuaresma se desliza como las otras, sin haberos convertido tened por cierto que os atañe esta amenaza: moriréis en vuestro pecado. ¿Querréis pedir también vosotros dentro de unos días la muerte del Justo? ¿Gritaréis también: Sea crucificado? ¡Cuidado! Aplastó a todo un pueblo, pueblo al que colmara de favores, pueblo al que mil veces había protegido y salvado; no os ilusionéis que os dará a vosotros largas. Es menester que Cristo triunfe, si no por la misericordia triunfará por la justicia. 


¡Humillad vuestras cabezas a Dios!

ORACIÓN 

Escucha nuestras súplicas, oh Dios omnipotente: y, a los que haces confiar en tu prometida piedad, dales benigno el premio de tu acostumbrada misericordia. Por el Señor.



 Año Litúrgico de Dom Guéranger



sábado, 11 de marzo de 2017

LA TRANSFIGURACIÓN. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

Propone hoy la Santa Madre Iglesia a nuestra consideración un asunto de capital importancia para el tiempo en que estamos. La lección que el Salvador dió un día a tres de sus Apóstoles, nos la aplica a nosotros en este segundo Domingo de la Santa Cuaresma. Esforcémonos por estar más atentos que estuvieron los tres discípulos del Evangelio de hoy cuando su maestro se dignó preferirles a los demás para honrarlos con favor tan señalado. 


LA CONDESCENDENCIA DE JESÚS. — Preparábase Jesús a pasar de Galilea a Judea para ir a Jerusalén donde debía hallarse en la fiesta de la Pascua. Era esta la última Pascua que iba a comenzar con la inmolación del cordero figurativo y acabarse con el sacrificio del Cordero de Dios que borra los pecados del mundo. Jesús no debía ser ya desconocido a sus discípulos. Sus obras habían dado testimonio de él a los ojos de los mismos extraños; su palabra de tan calificada autoridad, su bondad tan atractiva, su paciencia en sufrir la grosería de los hombres que se había escogido por compañeros; todo debió contribuir a unírseles a él hasta la muerte. Habían oído a Pedro, uno de ellos, declarar por inspiración divina que era Jesús el Cristo, el Hijo de Dios vivo ( Mat., XVI, 16); la prueba, sin embargo, que se les venía encima iba a ser tan espantosa, dada su flaqueza, que Jesús quiso antes de someterles a ella procurarles un último socorro para armarles contra la tentación.

EL ESCÁNDALO DE LA CRUZ. — No sólo para la Sinagoga, desgraciadamente, iba a ser la Cruz motivo de escándalo ( I Cor., I, 23.); Jesús en la última Cena decía delante de sus apóstoles reunidos en torno suyo: "Todos os escandalizaréis esta noche por mi causa" (Mat., XXVI, 31). ¡Qué prueba cruel para hombres carnales como ellos el verle arrastrado y cargado de cadenas por mano de soldados, conducido de un tribunal a otro, sin pensar en defenderse; el ver salir adelante aquella conspiración de pontífices y fariseos tan frecuentemente confundidos por la cordura de Jesús y el brillo de sus milagros; ver al pueblo que poco antes gritaba Hosanna, reclamar apasionadamente su muerte; verle finalmente expirar en patíbulo infame entre dos ladrones y servir de trofeo a los odios reconcentrados de sus enemigos! 

¿No se desalentarán a la vista de tantas humillaciones y sufrimientos esos hombres que desde hace tres años siguen sus pasos? ¿Se acordarán de cuanto han visto y oído? ¿El pavor y cobardía no paralizarán sus almas el día en que se cumplan las profecías que les hizo sobre su persona? Jesús, no obstante quiere ensayar un último esfuérzo en tres de ellos que le son especialmente queridos: Pedro, a quien ha hecho fundamento de su futura Iglesia, Santiago, el hijo del trueno, que será el primer mártir en el colegio apostólico, y Juan su hermano, que es llamado el discípulo amado. Jesús quiere tomarlos aparte y mostrarles por unos instantes el esplendor de la gloria que oculta a los ojos de los mortales hasta el día de la manifestación. 

LA TRANSFIGURACIÓN. — Deja, pues, a los otros discípulos en la llanura cerca de Nazareth, y se dirige con los tres escogidos hacia una alta montaña llamada Tabor, que se encadena a las estribaciones del Líbano de que el salmista nos dice que debía exultar al nombre del Señor ( Ps., LXXXVIII, 13.). Apenas llega Jesús a la cima de esta montaña, de repente desaparece su mortal aspecto a los ojos maravillados de los tres Apóstoles; su cara resplandece como el sol, sus vestidos brillan con la blancura deslumbrante de la nieve. Dos personajes inesperados están allí ante los Apóstoles y platican con su Maestro sobre los sufrimientos que le esperan en Jerusalén. Son Moisés, el legislador, coronado de rayos y Elías el profeta arrebatado en un carro de fuego, sin pasar por la muerte. Estos dos grandes potentados de la religión mosaica—la Ley y la Profecía—se inclinan humildemente delante de Jesús de Nazareth. 


Y no sólo los ojos de los tres apóstoles son iluminados del resplandor que rodea a su Maestro y sale de Él, sino que sus corazones se ven sobrecogidos de vivo sentimiento de felicidad que les encadena a la tierra. Pedro no quiere ya bajar de la montaña; con Jesús, con Moisés y Elías quiere sentar allí sus reales. Y para que nada faltara a esta escena en que las grandezas de la humanidad de Jesús se manifiestan a los apóstoles, el testimonio del Padre celestial sale de una nube luminosa que acaba de cubrir la cima del Tabor, y oyen proclamar a Dios que Jesús es su hijo eterno. 

Este instante de gloria para el Hijo del hombre duró poco; su misión de sufrimientos y humillaciones le llamaba a Jerusalén. Retiró, pues, dentro de sí ese resplandor sobrenatural; y cuando volvió en sí a los apóstoles a quienes la voz del Padre había dejado como anonadados, ya no vieron más que a su Maestro. La nube luminosa desde la que había resonado la palabra de Dios se había desvanecido. Moisés y Elías habían desaparecido. ¿Recordarán siquiera lo que vieron y oyeron esos hombres honrados con tan insigne favor? ¿Quedará en adelante impresa en su memoria la divinidad de Jesús? Cuando llegue la hora de la prueba, ¿no desconfiarán, por ventura, de su divina misión? ¿No se escandalizarán de su humillación voluntaria? Los relatos evangélicos que siguen nos contestarán.

LA AGONÍA DE GETSEMANÍ. — POCO tiempo después, habiendo celebrado con ellos su última Cena, guía Jesús a sus discípulos a otra montaña, la de los Olivos al este de Jerusalén; deja a la entrada de un jardín a la mayoría de ellos, y tomando consigo a Pedro, Santiago y Juan se adentra en aquel lugar solitario; "triste está mi alma hasta la muerte, les dice, quedaos aquí, velad conmigo un poco ( Mat., XXVI, 38.)". Y se aleja a cierta distancia para rogar a su Padre. Sabemos qué inmenso dolor oprimía entonces el corazón del Redentor. Cuando vuelve hacia sus tres discípulos la agonía ha pasado por él; un sudor de sangre ha empapado sus vestiduras. En medio de crisis tan atroz ¿velan al menos entonces ardorosos en espera del instante en que han de sacrificarse por él? No; se han dormido; sus ojos se han vuelto abrumados de sueño. Dentro de poco todos huirán, y Pedro el más animoso jurará que no le conoce. 

LECCIÓN DE FE. — Más tarde los tres apóstoles testigos de la Resurrección de su Maestro retractaron su conducta con sincero arrepentimiento y reconocieron la previsora bondad con que el Salvador quiso armarles contra la tentación, haciéndose ver de ellos en su gloria tan poco tiempo antes de su Pasión. Por lo que a nosotros cristianos atañe, no aguardemos a abandonarle y traicionarle para reconocer su grandeza y divinidad. Estamos en puertas del aniversario de su sacrificio; nosotros también le vamos a ver humillado por sus enemigos y aplastado bajo el brazo de Dios. No desfallezca nuestra fe ante ese espectáculo; el oráculo de David que nos le representa semejante a un gusano al que se pisotea ( Sal., XXI, 7.); la profecía de Isaías que nos le describe como un leproso, como el último de los hombres, el varón de dolores (Isaías, LUI, 4.), todo esto se va a cumplir a la letra. Acordémonos entonces de los resplandores del Tabor, de los homenajes de Moisés y Elías, de la nube luminosa, de la voz del Padre. Cuanto más Jesús va a anonadarse a nuestra vista más debemos ensalzarle con nuestras aclamaciones, diciendo con las milicias angélicas, con los veinte y cuatro ancianos que San Juan, uno de los testigos del Tabor, oyó en el cielo: "Digno es el Cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder y la divinidad, la sabiduría y la fortaleza, el honor, la gloria y la bendición" (Apoc., V, 12.)



Año Litúrgico de Dom Guéranger






SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

LA TRANSFIGURACIÓN.  Propone hoy la Santa Madre Iglesia a nuestra consideración un asunto de capital importancia para el tiempo en que estamos. La lección que el Salvador dió un día a tres de sus Apóstoles, nos la aplica a nosotros en este segundo Domingo de la Santa Cuaresma. Esforcémonos por estar más atentos que estuvieron los tres discípulos del Evangelio de hoy cuando su maestro se dignó preferirles a los demás para honrarlos con favor tan señalado. 

LA CONDESCENDENCIA DE JESÚS.  Preparábase Jesús a pasar de Galilea a Judea para ir a Jerusalén donde debía hallarse en la fiesta de la Pascua. Era esta la última Pascua que iba a comenzar con la inmolación del cordero figurativo y acabarse con el sacrificio del Cordero de Dios que borra los pecados del mundo. Jesús no debía ser ya desconocido a sus discípulos. Sus obras habían dado testimonio de él a los ojos de los mismos extraños; su palabra de tan calificada autoridad, su bondad tan atractiva, su paciencia en sufrir la grosería de los hombres que se había escogido por compañeros; todo debió contribuir a unírseles a él hasta la muerte. Habían oído a Pedro, uno de ellos, declarar por inspiración divina que era Jesús el Cristo, el Hijo de Dios vivo 1; la prueba, sin embargo, que se les venía encima iba a ser tan espantosa, dada su flaqueza, que Jesús quiso antes de someterles a ella procurarles un último socorro para armarles contra la tentación. 

EL ESCÁNDALO DE LA CRUZ.  No sólo para la Sinagoga, desgraciadamente, iba a ser la Cruz motivo de escándalo'; Jesús en la última Cena decía delante de sus apóstoles reunidos en torno suyo: "Todos os escandalizaréis esta noche por mi causa"2. ¡Qué prueba cruel para hombres carnales como ellos el verle arrastrado y cargado de cadenas por mano de soldados, conducido de un tribunal a otro, sin pensar en defenderse; el ver salir adelante aquella conspiración de pontífices y fariseos tan frecuentemente confundidos por la cordura de Jesús y el brillo de sus milagros; ver al pueblo que poco antes gritaba Hosanna, reclamar apasionadamente su muerte; verle finalmente expirar en patíbulo infame entre dos ladrones y servir de trofeo a los odios reconcentrados de sus enemigos! ¿No se desalentarán a la vista de tantas humillaciones y sufrimientos esos hombres que desde hace tres años siguen sus pasos? ¿Se acordarán de cuanto han visto y oído? ¿El pavor y cobardía no paralizarán sus almas el día en que se cumplan las profecías que les hizo sobre su persona? Jesús, no obstante quiere ensayar un último esfuérzo en tres de ellos que le son especialmente queridos: Pedro, a quien ha hecho fundamento de su futura Iglesia, Santiago, el hijo del trueno, que será el primer mártir en el colegio apostólico, y Juan su hermano, que es llamado el discípulo amado. Jesús quiere tomarlos aparte y mostrarles por unos instantes el esplendor de la gloria que oculta a los ojos de los mortales hasta el día de la manifestación. 

LA TRANSFIGURACIÓN.  Deja, pues, a los otros discípulos en la llanura cerca de Nazareth, y se dirige con los tres escogidos hacia una alta montaña llamada Tabor, que se encadena a las estribaciones del Líbano de que el salmista nos dice que debía exultar al nombre del Señor '. Apenas llega Jesús a la cima de esta montaña, de repente desaparece su mortal aspecto a los ojos maravillados de los tres Apóstoles; su cara resplandece como el sol, sus vestidos brillan con la blancura deslumbrante de la nieve. Dos personajes inesperados están allí ante los Apóstoles y platican con su Maestro sobre los sufrimientos que le esperan en Jerusalén. Son Moisés, el legislador, coronado de rayos y Elias el profeta arrebatado en un carro de fuego, sin pasar por la muerte. Estos dos grandes potentados de la religión mosaicala Ley y la Profecíase inclinan humildemente delante de Jesús de Nazareth.  Y no sólo los ojos de los tres apóstoles son iluminados del resplandor que rodea a su Maestro y sale de El, sino que sus corazones se ven sobrecogidos de vivo sentimiento de felicidad que les encadena a la tierra. Pedro no quiere ya bajar de la montaña; con Jesús, con Moisés y Elias quiere sentar allí sus reales. Y para que nada faltara a esta escena en que las grandezas de la humanidad de Jesús se manifiestan a los apóstoles, el testimonio del Padre celestial sale de una nube luminosa que acaba de cubrir la cima del Tabor, y oyen proclamar a Dios que Jesús es su hijo eterno. Este instante de gloria para el Hijo del hombre duró poco; su misión de sufrimientos y humillaciones le llamaba a Jerusalén. Retiró, pues, dentro de sí ese resplandor sobrenatural; y cuando volvió en sí a los apóstoles a quienes la voz del Padre había dejado como anonadados, ya no vieron más que a su Maestro. La nube luminosa desde la que había resonado la palabra de Dios se había desvanecido. Moisés y Elias habían desaparecido. ¿Recordarán siquiera lo que vieron y oyeron esos hombres honrados con tan insigne favor? ¿Quedará en adelante impresa en su memoria la divinidad de Jesús? Cuando llegue la hora de la prueba, ¿no desconfiarán, por ventura, de su divina misión? ¿No se escandalizarán de su humillación voluntaria? Los relatos evangélicos que siguen nos contestarán. 

LA AGONÍA DE GETSEMANÍ.  POCO tiempo después, habiendo celebrado con ellos su última Cena, guía Jesús a sus discípulos a otra montaña, la de los Olivos al este de Jerusalén; deja a la entrada de un jardín a la mayoría de ellos, y tomando consigo a Pedro, Santiago y Juan se adentra en aquel lugar solitario; "triste está mi alma hasta la muerte, les dice, quedaos aquí, velad conmigo un poco'". Y se aleja a cierta distancia para rogar a su Padre. Sabemos qué inmenso dolor oprimía entonces el corazón del Redentor. Cuando vuelve hacia sus tres discípulos la agonía ha pasado por él; un sudor de sangre ha empapado sus vestiduras. En medio de crisis tan atroz ¿velan al menos entonces ardorosos en espera del instante en que han de sacrificarse por él? No; se han dormido; sus ojos se han vuelto abrumados de sueño. Dentro de poco todos huirán, y Pedro el más animoso jurará que no le conoce. 


LECCIÓN DE FE.  Más tarde los tres apóstoles testigos de la Resurrección de su Maestro retractaron su conducta con sincero arrepentimiento y reconocieron la previsora bondad con que el Salvador quiso armarles contra la tentación, haciéndose ver de ellos en su gloria tan poco tiempo antes de su Pasión. Por lo que a nosotros cristianos atañe, no aguardemos a abandonarle y traicionarle para reconocer su grandeza y divinidad. Estamos en puertas del aniversario de su sacrificio; nosotros también le vamos a ver humillado por sus enemigos y aplastado bajo el brazo de Dios. No desfallezca nuestra fe ante ese espectáculo; el oráculo de David que nos le representa semejante a un gusano al que se pisotea '; la profecía de Isaías que nos le describe como un leproso, como el último de los hombres, el varón de dolores 2, todo esto se va a cumplir a la letra. Acordémonos entonces de los resplandores del Tabor, de los homenajes de Moisés y Elias, de la nube luminosa, de la voz del Padre. Cuanto más Jesús va a anonadarse a nuestra vista más debemos ensalzarle con nuestras aclamaciones, diciendo con las milicias angélicas, con los veinte y cuatro ancianos que San Juan, uno de los testigos del Tabor, oyó en el cielo: "Digno es el Cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder y la divinidad, la sabiduría y la fortaleza, el honor, la gloria y la bendición"

El segundo domingo de Cuaresma se apellida Reminiscere, primera palabra del Introito de la Misa, y también se le llama domingo de la Transfiguración con ocasión del Evangelio que acabamos de explanar. 

La Estación en Roma se celebra en la Iglesia de Santa María in Dominica en el monte Celio.

Una leyenda nos cuenta que esta basílica es la antigua Diaconía habitada por San. Ciríaco donde San Lorenzo distribuía las limosnas de la Iglesia.

La Iglesia nos espolea en el Introito a la confianza en la misericordia de Dios que nos librará de nuestros enemigos, si le invocamos de corazón. Ansiamos alcanzar dos beneficios de él en la Cuaresma: El perdón de nuestros pecados y su protección para no volver a caer en ellos. 

INTROITO 

Acuérdate, Señor, de tus piedades y de tu misericordia, que son eternas: para que nunca nos dominen nuestros enemigos: líbranos, oh Dios de Israel, de todas nuestras angustias. — Salmo: A ti, Señor, elevo mi alma: en ti confío, Dios mío; no sea yo avergonzado. V. Gloria al Padre. 

En la Colecta pedimos por nuestras necesidades interiores y exteriores; Dios nos dará el correspondiente remedio si nuestra plegaria es humilde y sincera; estará al tanto de nuestros menesteres corporales y defenderá nuestras almas contra las sugestiones del enemigo que pretende profanar hasta nuestros pensamientos. 

COLECTA

Oh Dios, que nos ves destituidos de toda fuerza: guárdanos interior y exteriormente; para que seamos protegidos contra toda adversidad en el cuerpo, y seamos purificados de los malos pensamientos en la mente. Por el Señor. 

 EPÍSTOLA 

Lección de la Epístola del Apóstol S. Pablo a los Tesalonicenses.
Hermanos: Os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús a que, habiendo aprendido de nosotros la manera cómo debéis caminar y agradar a Dios, caminéis de modo que siempre progreséis más y más. Porque ya sabéis qué mandamientos os dimos de parte del Señor Jesús. Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación: que os abstengáis de la fornicación: que cada uno de vosotros sepa conservar su vaso con santificación y honor, y no con afecto de concupiscencia, como los gentiles que ignoran a Dios: que ninguno oprima, ni engañe a su hermano porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os lo hemos dicho y atestiguado. Porque no nos ha llamado Dios a la inmundicia, sino a la santificación, en Jesucristo, Nuestro Señor. 

LA SANTIDAD DEL CRISTIANO. — Insiste el Apóstol en este paso sobre la santidad de costumbres que debe brillar en el cristiano; y la Iglesia que nos propone estas palabras exhorta a los fieles a aprovechar el tiempo en que estamos para restaurar en ellos la imagen de Dios en la que fueron renovados por la gracia bautismal. El cristiano es un vaso de honor, preparado y embellecido por la mano de Dios; guárdese, pues, de la ignominia que le degradaría y haría digno de ser quebrado y arrojado al muladar con las inmundicias. Gloria es del cristianismo el haber hecho partícipe al cuerpo de la santidad del alma; no obstante nos advierte su doctrina celestial, que esta santidad del alma se empaña y pierde por la sordidez del cuerpo. Restauremos, pues, en nosotros al hombre entero con la ayuda de la práctica de esta santa Cuaresma. Purifiquemos nuestras almas por la confesión de los pecados, por la compunción del corazón, el amor al Señor misericordioso, y rehabilitemos nuestro cuerpo haciéndole llevar el yugo de la expiación a fin de que en adelante sea servidor del alma y su dócil instrumento, hasta que, posesionándose ésta de la felicidad sin fin y sin medida, vierta sobre aquel la sobreabundancia de delicias en que se verá felizmente anegada. 


En el Gradual, el hombre, a la vista de los peligros que le asedian, clama al Señor su sólo amparo, que puede hacerle triunfar del enemigo casero cuyos insultos frecuentemente soporta. 

El Tracto es un cántico inspirado por la confianza en la divina misericordia, y al propio tiempo una petición que dirige la Iglesia a su Esposo en favor del pueblo fiel a quien se dignará visitar y salvar con la gran festividad todavía lejana pero a la que nos acercamos, sin embargo, cada día. 


GRADUAL 

Se han multiplicado las tribulaciones de mi corazón: líbrame, Señor, de mis necesidades. V. Mira mi humildad y mi trabajo: y perdona todos mis pecados. 

 TRACTO

Alabad al Señor, porque es bueno: porque su misericordia es eterna. V. ¿Quién expresará las maravillas del Señor, y quién contará sus alabanzas? V Bienaventurados los que guardan la ley, y practican la justicia en todo tiempo. V Acuérdate de nosotros, Señor, según tu benevolencia para con tu pueblo: visítanos con tu salud. 

EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según S. Mateo. 


En aquel tiempo tomó Jesús a Pedro, y a Santiago, y a Juan, su hermano, y los llevó aparte, a un elevado monte: y se transfiguró ante ellos. Y resplandeció su cara como el sol: y sus vestidos se tornaron blancos como la nieve. Y he aquí que se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Él. Y, respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Señor, es bueno estarnos aquí: si quieres, hagamos aquí tres tiendas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías. Aún hablaba él, cuando una nube lúcida les envolvió. Y he aquí una voz de la nube, diciendo: Este es mi amado Hijo, en el que me he complacido bien: oídle a Él. Y, al oírlo los discípulos, cayeron sobre sus rostros, y temieron mucho. Y se acercó Jesús, y les tocó, y les dijo: Levantaos, y no temáis. Y, alzando sus ojos, no vieron a nadie, sino sólo a Jesús. Y, al descender ellos del monte, les ordenó Jesús, diciendo: A nadie diréis esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos. — Credo.
 
BONDAD DE JESÚS Y FLAQUEZA DE LOS APÓSTOLES. — De este modo acudía Jesús en ayuda de sus Apóstoles en vísperas de la prueba, y quería estampar profundamente su imagen gloriosa en sus almas, previendo el día en que el ojo carnal no vería en él más que flaqueza e ignominia. ¡Oh previsión de la gracia divina, que jamás falta al hombre y que justifica siempre la bondad y justicia de Dios! Hemos pecado como los Apóstoles, y como ellos hemos desaprovechado la ayuda que el cielo nos deparaba, hemos cerrado voluntariamente los ojos a la luz y olvidado el resplandor que nos había antes extasiado, y hemos caído de bruces. No hemos, pues, sido atentados por encima de nuestras fuerzas y nuestros pecados nos son en verdad cosa propia. Los tres apóstoles se vieron expuestos a tentación violenta el día en que su Maestro pareció haber perdido toda su grandeza, les era, no obstante, fácil fortalecerse con un recuerdo glorioso y reciente. Olvidados de esto se entregaron al desaliento, y no pensaron en reanimar su fortaleza con la oración; y los testigos afortunados del Tabor se mostraron cobardes y desleales en el Huerto de los Olivos. No les quedó más remedio que echar mano a la clemencia cuando triunfó de sus despreciables enemigos; y lograron el perdón del corazón generoso de su Maestro. 


CONFIANZA EN LA MISERICORDIA DIVINA. — Nosotros también acudimos a implorar esa misericordia sin tasa. Hemos abusado de la divina gracia; la hicimos estéril por nuestra deslealtad. La fuente de esa gracia, fruto de la sangre y de la muerte del Redentor, no se ha agotado para nosotros, mientras vivimos en este suelo; estemos dispuestos cada día a acudir a su refrigerio. Nos solicita a la enmienda de nuestra vida, y desciende abundosa a nuestras almas en el tiempo en que nos hallamos; mana abundantemente de los santos ejercicios de Cuaresma. Subamos al monte con Jesús; en esas alturas no se oye ya la baraúnda de la tierra. Fijemos allí nuestra tienda durante cuarenta días en compañía de Moisés y Elías, quienes como nosotros y antes que nosotros santificaron ese número con sus ayunos; y cuando el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos, publicaremos los favores con que se dignó agraciarnos en el Tabor. Exhórtanos la Iglesia en el ofertorio a meditar los divinos mandamientos. ¡Ojalá nos sea dado amarlos como los amó el profeta rey cuyas palabras relatamos! 



OFERTORIO 

Meditaré en tus mandamientos que mucho amo: y elevaré mis manos a tus preceptos, que mucho estimo. 

Saquemos de la asistencia a la Misa, al soberano Sacrificio, la entrañable devoción cuya fuente inagotable es, conforme lo pide a favor nuestro la Iglesia en la Secreta. Esta hostia que pronto va a ofrecerse es la prenda y pago de nuestra salvación; merced a ella nuestros corazones fielmente preparados alcanzarán lo que puede aún faltarles para reconciliarse con el Señor. 

SECRETA 

Suplicámoste, Señor, mires aplacado los presentes sacrificios: para que aprovechen a nuestra devoción y salud. Por el Señor. 

A la vista de aquel que es su Salvador y su Juez, presente en este inefable misterio, el alma penitente exclama quejumbrosa con ardor y confianza. Eso intentan las palabras del salmista que constituyen la antífona de la Comunión. 


COMUNIÓN

Escucha mi clamor: atiende a la voz de mi oración, oh Rey mío y Dios mío: porque a ti oraré, Señor. 

Recomienda especialmente a Dios la Iglesia en la Poscomunión a sus hijos que acaban de participar de la víctima que se ha inmolado. Jesús les ha sustentado con su propia carne; justo es le honre con la renovación de su vida. 


POSCOMUNIÓN 

Suplicámoste humildemente, oh Dios omnipotente, hagas que, los que tú alimentas con tus sacramentos, te sirvan también con buenas costumbres. Por el Señor. 


Año Litúrgico de Dom Guéranger




viernes, 10 de marzo de 2017

11 de Marzo: SÁBADO DE LAS TÉMPORAS DE CUARESMA. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger

Se celebra la Estación en la Basílica de San Pedro del Vaticano, donde el pueblo se congregaba por la tarde para asistir a la ordenación de los sacerdotes y ministros sagrados. Apellidábase este día Sábado de las doce lecciones porque se leían doce pasos de las Sagradas Escrituras como el Sábado Santo. La Misa en que tenía lugar la ordenación se celebraba en la noche, ya empezado el domingo. Posteriormente se anticipó al Sábado esta misa de la ordenación; mas en recuerdo del uso antiguo no se señaló al Domingo otro Evangelio que el que hoy se lee el sábado, de donde resulta la repetición del mismo en ambos días seguidos. Ya hemos observado la misma particularidad el Sábado de las Témporas de Adviento, porque la Misa de la ordenación se adelantó asimismo ese día. 


COLECTA 

Doblemos las rodillas. R. Levantaos. Suplicámoste, Señor, mires propicio a tu pueblo y apartes clemente de él los castigos de tu ira. Por el Señor. 

 LECCIÓN 

Lección del libro Deuteronomio. 
En aquellos días habló Moisés al pueblo, diciendo: Cuando hubiéres dado el diezmo de todos tus frutos, dirás en presencia del Señor, tu Dios: He tomado de mi casa lo que fue santificado, y lo he dado al levita, y al peregrino, y al huérfano, y a la viuda, como me lo has ordenado: no he despreciado tus mandatos, ni me he olvidado de tu imperio. He obedecido la voz del Señor, mi Dios, y lo he ejecutado todo según me lo mandaste. Mira desde tu santuario, y desde la excelsa morada de los cielos, y bendice a Israel, tu pueblo, y la tierra que nos has dado, como se lo juraste a nuestros padres, la tierra que mana leche y miel. Hoy te ordenó el Señor, tu Dios, que ejecutases estos mandatos y juicios, y que los guardases y cumplieses con todo tu corazón, y con toda tu alma. Hoy elegiste al Señor, para que fuese tu Dios y para seguir sus caminos, y para guardar sus ceremonias y sus mandatos y juicios, y para obedecer su imperio. Y el Señor te eligió hoy, para que fueses su pueblo escogido, como te lo dijo, y para que observases todos sus preceptos y para hacerte más excelso que todas las gentes que creó, para alabanza, y renombre, y gloria suya: para que fueses el pueblo santo del Señor, tu Dios, como El lo dijo. 

OBEDIENCIA A LAS LEYES DE LA IGLESIA. — Nos enseña el Señor en este paso de Moisés que una nación fiel en guardar todas las proposiciones del servicio divino, será bendita entre todas las demás. Testigo abonado es la historia para confirmar la verdad de este oráculo. De cuantas naciones han perecido no hay una sola que no lo haya merecido por haber olvidado la ley de Dios; y así debe suceder. Aguarda a veces el Señor antes de descargar el golpe, pero es para que el castigo sea más solemne y ejemplar. ¿Queremos darnos cuenta de la firmeza de los destinos de un pueblo? Paremos mientes en su grado de fidelidad a las leyes de la Iglesia. Si su derecho público se asienta en los principios e instituciones del cristianismo, esa nación podrá abrigar algunos gérmenes de enfermedad, pero su temperamento es robusto; la agitarán las revoluciones pero sin disolverla. Si la masa de los ciudadanos es fiel en la observancia de los preceptos exteriores, si guarda por ejemplo el día del Señor, las prescripciones de la Cuaresma, hay en esto un fondo de moralidad que preservará a dicho pueblo de los peligros de la ruina. Tal vez los economistas vean en esto una superstición pueril y tradicional, útil sólo para mantenerla al margen de todo progreso; no importa. Dejad que esa nación hasta la fecha dócil y fiel a los mandatos divinos, tenga la desgracia de dar oídos a esas soberbias y necias teorías; no pasará un siglo sin tener que deplorar que, emancipándose de la ley de Cristo, baje el nivel de la moral pública y privada y sus destinos comiencen a bambolearse. Puede el hombre decir, puede escribir lo que quiera; Dios quiere ser servido y honrado por su pueblo y quiere Él mismo dar sus normas de servicio y adoración. Todo atentado contra el culto exterior, que es el verdadero nexo social, recaerá con la mole de su peso sobre el edificio de los intereses humanos. Y aunque la palabra del Señor no estuviera en ello empeñada es de extricta justicia que así sea.    

EVANGELIO 

Continuación del Santo Evangelio según S. Mateo. 


En aquel tiempo tomó Jesús a Pedro, y a Santiago, y a Juan, su hermano, y los llevó aparte, a un elevado monte: y se transfiguró ante ellos. Y resplandeció su cara como el sol: y sus vestidos se tornaron blancos como la nieve. Y he aquí que se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Él. Y, respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Señor, es bueno estarnos aquí. Si quieres hagamos aquí tres tiendas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías. Aún hablaba él, cuando una nube lúcida les envolvió. Y he aquí una voz de la nube, diciendo: Este es mi amado Hijo, en el que me he complacido bien: oídle a Él. Y, al oírlo los discípulos, cayeron sobre sus rostros, y temieron mucho. Y se acercó Jesús, y les tocó, y les dijo: Levantaos, y no temáis. Y, alzando sus ojos, no vieron a nadie, sino sólo a Jesús. Y, al descender ellos del monte, les ordenó Jesús, diciendo: A nadie diréis esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos,

DIGNIDAD DEL SACERDOCIO. — Esta lectura del Evangelio que mañana oiremos también, va hoy destinada a autorizar la ordenación; los antiguos liturgistas, tras el sabio abad Ruperto, nos dan la clave. Quiere la Iglesia llamarnos la atención sobre la dignidad con que acaban de ser agraciados los sacerdotes que hoy han recibido la unción sagrada. Están representados en los tres apóstoles que Jesús lleva consigo al monte para contemplar su gloria. Pedro, Santiago y Juan solos suben al Tabor. Contarán a los demás discípulos y al mundo, cuando llegue la hora oportuna, el espectáculo de que han sido testigos y cómo el Padre ha proclamado la grandeza y divinidad del Hijo del hombre. "Oímos nosotros esta voz del cielo, dice San Pedro, cuando estábamos con él en la montaña santa. Decía: Este es mi Hijo muy amado en quien he puesto todas mis complacencias, escuchadle (II Ped., I, 17-18.)". Del mismo modo estos nuevos sacerdotes que acaban de ser consagrados a vuestra vista y por los cuales habéis ofrecido vuestros ayunos y plegarias entrarán en la nube donde reside el Señor. Sacrificarán la víctima de vuestra salvación en el silencio del Canon de la Misa. Dios bajará por vosotros entre sus manos; y sin dejar de ser mortales y pecadores como vosotros estarán cada día en comunicación con la divinidad. El perdón que esperáis de Dios en este tiempo de reconciliación pasará por sus manos, su sobrehumano poder irá a buscarle a favor vuestro hasta el cielo. De este modo acarreó Dios el remedio a nuestro orgullo. La serpiente nos dijo al principio de los tiempos: "Comed esta fruta y seréis como dioses." Tuvimos la desdicha de asentir a tan pérfida sugestión y el fruto de nuestra prevaricación fue la muerte. Dios, empero, quería salvarnos; pero para humillar nuestras pretensiones nos hace efectiva la salvación por intermedio de hombres. Su Hijo eterno se hizo hombre y ha dejado tras sí otros hombres a quienes dijo: "Como mi Padre me envió así os envío (Joa., XX, 21)". Honremos, pues, a Dios en esos hombres que hoy han sido objeto de tal distinción y entendamos bien que el respeto al sacerdocio es parte integrante de la religión de Jesucristo. 


ORACIÓN 

Humillad vuestras cabezas a Dios. Confirme, oh Dios, a tus fieles la anhelada bendición, la cual haga que nunca discrepen de tu voluntad y siempre se feliciten de tus beneficios. Por el Señor.


 Año Litúrgico de Dom Guéranger




jueves, 9 de marzo de 2017

10 de Marzo: VIERNES DE LAS TÉMPORAS DE CUARESMA. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

La Estación se celebra en la basílica de los Doce Apóstoles, una de las más augustas de Roma, enriquecida con las reliquias de los dos apóstoles San Felipe y Santiago el Menor. 

COLECTA 

Sé propicio, Señor, con tu pueblo: y, pues le consagras a tu servicio, favorécele benigno con tu auxilio. Por el Señor. 

EPÍSTOLA  

Lección del Profeta Ezequiel. 
Esto dice el Señor Dios. El alma que pecare, esa morirá: el hijo no pagará la iniquidad del padre, y el padre no pagará la iniquidad del hijo: la justicia del justo a él se le imputará, y la impiedad del impío sobre éste recaerá. Mas, si el impío hiciere penitencia de todos los pecados que cometió, y guardare todos mis preceptos, e hiciere juicio y justicia, vivirá de veras, y no morirá. Me olvidaré de todas las iniquidades que cometió: vivirá en la justicia que obró. ¿Acaso es mi voluntad la muerte del impío, dice el Señor Dios y no el que se convierta de sus caminos, y viva? Mas, si el justo se apartare de su justicia, y obrare la iniquidad, conforme a todas las abominaciones que suele cometer el impío, ¿vivirá por ventura? Todas las justicias, que él realizó, serán olvidadas: morirá en la prevaricación, con que hubiere prevaricado, y en el pecado en que hubiere incurrido. Y dijisteis: No es justo el camino del Señor. Oíd, pues, casa de Israel: ¿Acaso no es justo mi camino o, más bien, no son vuestros caminos los que son depravados? Porque, si el justo se apartare de su justicia, y obrare la iniquidad, morirá en ella: morirá en la injusticia que hubiere cometido. Y, si el impío se convirtiere de la impiedad que cometió, y obrare juicio y justicia, vivificará su alma. Porque si entrare dentro de sí, y se apartare de todas las iniquidades que obró, vivirá de veras, y no morirá, dice el Señor omnipotente. 
 
RECONCILIACIÓN DE LOS PECADORES. — Echemos una mirada a los penitentes públicos que la Iglesia se dispone a admitir pronto de nuevo a la participación de los Misterios. Pero han menester ser reconciliados con Dios a quien han ofendido. Su alma está muerta por el pecado; ¿podrá por ventura revivir? Sí, el Señor lo asegura; y la lectura del profeta Ezequiel que ayer empezó para los catecúmenos, la prosigue hoy a favor de los penitentes públicos. "Que el impío, dice el Señor, haga penitencia de todos los pecados que ha cometido; que guarde en adelante mis mandamientos; vivirá seguramente y no morirá." No obstante, eso, sus iniquidades saltan a la vista y vocean contra él, su voz se eleva al cielo y provoca venganza eterna. Así es, en verdad; pero el Señor que todo lo sabe y que nada olvida nos declara que no se acordará más de la maldad satisfecha por la penitencia. Y tal es la ternura de su corazón paternal que quiere olvidar la afrenta recibida de un hijo, si ese hijo vuelve sinceramente al sendero de su deber. Así pues, nuestros penitentes serán reconciliados y el día de la Resurrección del Salvador se mezclarán con los justos, porque el Señor no guardará memoria de sus desmanes; serán ellos también hechos justos. Remontándonos con el pensamiento al curso de los siglos nos hallamos de manos a boca con el espléndido espectáculo de la penitencia pública de que la Liturgia, que no cambia, ha conservado hoy los rasgos. En nuestros días no son ya separados los pecadores de los demás fieles, no se les cierra tampoco la puerta de la iglesia, asisten a menudo cabe los santos altares entreverados con los justos y cuando sobre ellos desciende el perdón no lo nota la asamblea de los fieles por ritos especiales y solemnes. Admiremos la divina misericordia y aprovechemos la indulgencia de nuestra madre la Santa Iglesia. A cualquier hora y sin aparato la oveja descarriada puede volver al redil; aproveche, pues, la condescendencia que es objeto y en adelante no abandone al Pastor que tuvo a bien recogerla de nuevo. Por lo que al justo atañe no se engría en vana complacencia comparándose con la pobre oveja perdida; medite estas palabras: "Si el justo se apartare de la justicia, si obrare la iniquidad, todas las obras de justicia que había realizado serán olvidadas." Temblemos, pues, por nosotros y compadezcamos a los pecadores. La oración de los fieles por los pecadores durante la cuaresma es uno de los grandes medios con que la Iglesia cuenta para lograr su reconciliación. 


EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según S. Juan. 


En aquel tiempo era la fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y está en Jerusalén la piscina probática (de las ovejas), que se llama en hebreo Betsaida, la cual tiene cinco pórticos. En éstos se hacinaba una gran multitud de enfermos, ciegos, cojos y tullidos, que esperaban el movimiento del agua. Porque el Ángel del Señor descendía de cuando en cuando a la piscina y se  movía el agua. Y, el que primero bajaba; a la piscina, después del movimiento del agua, sanaba de cualquier enfermedad que tuviera. Y estaba allí un hombre, que hacía treinta y ocho años que se hallaba enfermo. Cuando Jesús vió a este postrado, y supo el tiempo que llevaba enfermo, le dijo: ¿Quieres sanar? Respondió el enfermo: Señor, no tengo quien me meta en la piscina después del movimiento del agua: cuando llego yo, ya ha descendido otro antes de mí. Dícele Jesús: Levántate, toma tu camilla, y anda. Y al punto sanó aquel hombre: y tomó su camilla, y anduvo. Y era sábado aquel día. Por eso decían los judíos al que había sido curado: Es sábado, y no puedes tomar tu camilla. Les respondió él: El que me sanó me dijo: Toma tu camilla, y anda. Le preguntaron entonces: ¿Quién es ese hombre que te dijo: Toma tu camilla, y anda? Pero el que había sido curado ignoraba quién fuese. Porque Jesús se había retirado del tropel agrupado en aquel sitio. Después le encontró Jesús en el templo, y le dijo: Mira, ya estás sano: no vuelvas a pecar, para que no te suceda algo peor. Marchó aquel hombre, y dijo a los judíos que, quien le había sanado, era Jesús. 
 
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA. — Volvamos a tratar de los penitentes en la antigüedad; el asunto será fácil a los penitentes de ahora y a nosotros mismos. Acabamos de ver por el profeta la predisposición del Señor a perdonar al pecador arrepentido. Pero ¿cómo será aplicado este perdón? ¿quién pronunciará la sentencia de absolución? El Evangelio de hoy nos lo indica. Ese desventurado paralítico de treinta y ocho años es figura del pecador empedernido; es, no obstante, curado y hele aquí que anda. ¿Qué ha ocurrido? Por de pronto escuchémosle: "Señor, dice, no tengo hombre que me sumerja en la piscina." El agua de esta piscina le hubiera sanado pero había menester un hombre que le introdujera en ella. El Hijo de Dios será ese hombre, y cabalmente, porque se hizo hombre, somos salvos. Como hombre ha recibido el poder de perdonar los pecados y antes de subir al cielo dice a otros hombres: "A quienes perdonareis los pecados, perdonados les serán." Serán, pues, reconciliados con Dios nuestros penitentes en virtud de ese perdón sobrenatural; y el paralítico que levantó fácilmente su camilla y la llevó a la espalda como trofeo de su curación es figura del pecador a quien la Iglesia de Jesucristo en virtud del poder divino de las llaves ha perdonado sus pecados. En el siglo III del cristianismo, Novaciano hereje osó enseñar que la Iglesia no tenía poder para perdonar los pecados cometidos después del bautismo. Este error fue proscrito por los concilios y santos doctores; y para mostrar a los ojos de los fieles el poder que el Hijo del hombre ha recibido para purificar toda el alma penitente pintaron en los sitios en que se congregaban los cristianos al paralítico de nuestro Evangelio yendo libre y desembarazado con la camilla a cuestas. Se halla con frecuencia esta imagen en las Catacumbas de Roma contemporáneas de la época de los mártires. Vemos clara en estos monumentos la intención que ha tenido la Iglesia con la lectura de este Evangelio, señalado desde hace tantos siglos para el presente día. 


EL AGUA DEL BAUTISMO. — El agua de la piscina Probática, es también un símbolo; destinado por el contrario a la instrucción de los catecúmenos: Por el agua habían de ser curados, y por agua divinamente fecundada de lo alto. Este milagro con que Dios favorecía aún a la Sinagoga, curaba entre los judíos solamente el cuerpo y a un solo hombre y a raros intervalos. Pero después que el Ángel del gran Consejo bajó del cielo y santificó el agua del Jordán, la piscina se halla por doquier y a cada instante su agua sana las almas desde el niño recién nacido hasta el viejo decrépito. El hombre es el ministro de esta gracia, pero es el Hijo de Dios hecho hijo del hombre quien la opera. Digamos algo también de los enfermos que el Evangelio nos representa juntos en espera de curación. Es imagen de la sociedad cristiana de nuestros días. Hay lánguidos, hombres tibios que jamás rompen francamente las amarras del mal; ciegos en que el ojo del alma está muerto; cojos cuyo andar por la senda de la salvación es vacilante; hay enfermos cuyos miembros están atrofiados, impotentes para todo género de bien; aguardan el instante propicio: Jesús se va a acercar a ellos; les va a preguntar como al paralítico: "¿queréis ser sanos"? ¡Pregunta enchida de caridad divina! Contesten, pues, con amor y confianza y serán curados. 


ORACIÓN 

Humillad vuestras cabezas a Dios. Óyenos, oh Dios misericordioso, y muestra a nuestras mentes la luz de tu divina gracia. Por el Señor. 


 Año Litúrgico de Dom Guéranger



miércoles, 8 de marzo de 2017

9 de Marzo: JUEVES DE LA PRIMERA SEMANA DE CUARESMA. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

La Estación se celebra hoy en la Iglesia de San Lorenzo in Paneperna, una de las que la piedad romana erigió en honor del más célebre mártir de la Ciudad Eterna. 

COLECTA 

Suplicámoste, Señor, mires benigno la devoción de tu pueblo: para que, los que maceran el cuerpo con la abstinencia, alimenten el espíritu con el fruto de las buenas obras. Por el Señor.  

EPÍSTOLA 

Lección del Profeta Ezequiel. 
En aquellos días me habló el Señor, diciendo: ¿Por qué entre vosotros, en la tierra de Israel, habéis convertido en proverbio aquel dicho: "Los padres comieron las uvas agraces, y sus hijos sufren la dentera?" Vivo yo, dice el Señor, que nunca más será para vosotros ese dicho un proverbio en Israel. He aquí que todas las almas son mías: como el alma del padre, así el alma del hijo es mía: el alma que pecare, esa morirá. Y el hombre que fuere justo, e hiciere juicio y justicia, y no comiere en los montes, y no alzare sus ojos a los ídolos de la casa de Israel; y no violare la mujer de su prójimo, y no se acercare a la mujer menstruosa; y no contristare a nadie; y devolviere al deudor su fianza; y no arrebatare nada por fuerza; y diere su pan al hambriento, y vistiere al desnudo; y no fuere usurero, y no recibiere más de lo justo: y apartare su mano de la iniquidad, e hiciere verdadero juicio entre hombre y hombre; y caminare en mis preceptos, y guardare mis mandamientos, para obrar la verdad: éste es justo, y vivirá, dice el Señor omnipotente. 

CONVERSIÓN DE LOS PUEBLOS. — El paso del profeta que acabamos de leer nos hace apreciar la misericordia de Dios para con los gentiles que  pronto van a pasar de las tinieblas a la luz, por la gracia del santo bautismo. En vano pretende el proverbio judío afirmar que "los dientes de los hijos sufren dentera porque los padres comieron uvas agraces". Dios ya en el Antiguo Testamento declara que los pecados son personales, y que el hijo del impío, si quiere vivir justamente, hallará misericordia y vida. La predicación del Evangelio por los Apóstoles y varones apostólicos fue un pregón que resonó en toda la gentilidad; presto se vieron los hijos de razas idólatras acudir presurosos cabe la piscina de salvación, abjurar las malas obras de sus padres y atraerse las complacencias del Señor. Idéntica maravilla aconteció en la conversión de los bárbaros de occidente; la misma se perpetúa hoy en el seno de pueblos infieles y numerosos catecúmenos recibirán este mismo año la regeneración espiritual en el día de Pascua. 


LA JUSTICIA DE DIOS. — Castiga a menudo Dios en el orden temporal la maldad de los padres en los hijos; esta disposición de su Providencia es útil para aleccionar a los hombres que reciben por esa vía saludables instrucciones; en el orden moral, empero, cada quien es tratado conforme a sus méritos; y así como no imputa Dios al hijo virtuoso la maldad del padre, tampoco la virtud del padre resarcirá la maldad del hijo. San Luis fue abuelo de Felipe el Hermoso y Luis XVI era nieto de Luis XV; tales contrastes se hallan en muchas familias. "Dios ha dejado al hombre a disposición de su albedrío y el hombre tiene ante sí la vida y la muerte, el bien y el mal; se le dará lo que prefiera (
Eccli., XV, 14-18.)". Pero tal es la misericordia del Señor, Dios nuestro, que tras haber hecho el hombre fatal elección si llega a rechazar el mal que por de pronto escogió y se vuelve hacia el bien, también él vivirá la vida y la penitencia le restituirá lo que había perdido. 

EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según S. Mateo. 



En aquel tiempo, saliendo Jesús, se retiró a las regiones de Tiro y Sidón. Y he aquí que una mujer cananea, venida de aquellas tierras, clamó, diciéndole: Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David: mi hija es muy atormentada por el demonio. Pero Él no le respondió palabra. Y, acercándose sus discípulos, le rogaban, diciendo: Despídela: porque grita detrás de nosotros. Y Él, respondiendo, dijo: No he sido enviado más que a las ovejas que perecieron de la casa de Israel. Pero ella se acercó, y le adoró, diciendo: Señor, ayúdame. Él, respondiendo, dijo: No es bueno tomar el pan de los hijos, y darlo a los perros. Y ella dijo: Cierto Señor; pero también los perritos comen las migas que caen de la mesa de sus amos. Entonces Jesús, respondiendo, le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase como lo quieres. Y sanó su hija en aquel instante. 

LA ORACIÓN INTENSA Y PERSEVERANTE.
  Jesús admira la fe de esta mujer, la alaba y recomienda la imitemos. Con todo era de raza pagana y acaso hasta entonces había adorado a los ídolos; pero se llegó al Señor; el amor maternal le guía a los pies de Jesús; alcanza la curación de su hija y sin duda también la de su alma. Es la aplicación de la verdad consoladora que hallamos antes en el profeta: los elegidos salen de toda raza, aún de la maldita de Canaán. Trata el Señor a esta mujer con aparente dureza, aunque tiene resuelto favorecerla; quiere se eleve su fe y sea digna de ser atendida, recompensada. Roguemos, pues, instantemente en estos días de misericordia. La hija de la cananea era atormentada por el demonio en su cuerpo; ¡Cuántas almas en la Iglesia entera son presa de ese infernal espíritu por el pecado mortal que en ellos mora! ¿Sienten ellas por ventura su mal? ¿Piensan clamar a su libertador? Y si de intento se hace esperar la gracia del perdón, ¿saben humillarse, como la mujer del evangelio, que con tanta sencillez acepta el menosprecio que el Salvador aparenta tener de ella? Ovejas descarriadas de la casa de Israel, aprovechad el tiempo en que con vosotras está todavía el Pastor.

Antes de cuarenta días le darán muerte y "el pueblo que le habrá negado no será ya su pueblo (Dan., IX, 26)". También antes de cuarenta días celebraremos el aniversario de ese gran sacrificio; y todo pecador que no se haya llegado a Jesús con la humildad de la Cananea, habrá merecido ser desechado sin remedio. Apresurémonos, pues, a hacernos dignos de la reconciliación. La mesa de los hijos de Dios está ya puesta; y tal y tan grande es la generosidad del padre de familia, que si queremos volver a Él desde el fondo de nuestro corazón, nos permitirá recoger, no ya tan sólo las migajas caídas de la mesa, sino que nos dará a Jesús, Pan de vida, en prenda de reconciliación eterna. 


ORACIÓN 

Humillad vuestras cabezas a Dios. Suplicámoste, Señor, concedas a los pueblos cristianos la gracia de conocer lo que profesan y de amar el celeste don que frecuentan. Por el Señor.


Año Litúrgico de Dom Guéranger



martes, 7 de marzo de 2017

8 de Marzo: MIÉRCOLES DE LAS TÉMPORAS DE CUARESMA Del Año Litúrgico de Dom Guéranger..

El ayuno cuaresmal viene a asociarse hoy el de las Témporas. Con el Viernes y Sábado próximo tendremos, asimismo, doble motivo de hacer penitencia. Es la temporada de primavera, y se trata de consagrarla a Dios ofreciéndole las primicias con el ayuno y la oración; tenemos también en vista la ordenación de Sacerdotes y Ministros sagrados sobre la que es menester recabemos las bendiciones de lo alto. Tengamos, pues, respeto soberano a estos tres días. 

Hasta el siglo XI el ayuno de las Témporas primaverales estuvo fijo a la primera semana de Marzo y el de verano a la segunda de Junio. Un decreto de San Gregorio VII las fijó en las fechas que hoy conservamos; las Témporas de primavera en la Primera semana de Cuaresma y las de verano en la semana de Pentecostés. 

La Estación se celebra hoy en Santa María la Mayor. Honremos a la Madre de Dios, refugio de pecadores y la supliquemos ofrezca ella misma a nuestro Juez el humilde tributo de nuestras satisfacciones.
 

COLECTA 

Doblemos las rodillas. R. Levantaos. — Suplicámoste, Señor, escuches clemente nuestras preces, y extiendas la diestra de tu majestad contra todo lo que nos sea adverso. Por el Señor. 
 
La Iglesia, que en los miércoles de las Témporas, nos presenta siempre dos lecciones de la Sda. Escritura en lugar de la Epístola de la Misa, ha juntado hoy los dos grandes tipos de la Cuaresma en el Antiguo Testamento, Moisés y Elías, con el propósito de revalorizar ante nuestros ojos la dignidad del ayuno cuaresmal al que Cristo mismo confirió un carácter más sagrado aún, realizando en su propia persona lo que la Ley y los Profetas no habían ejecutado más que en figura. 



PRIMERA LECCIÓN 

Lección del libro del Exodo. 
En aquellos días dijo el Señor a Moisés: Sube a mí en el monte, y estáte allí: y te daré las tablas de piedra, la Ley y los preceptos que he escrito: para que los enseñes a los hijos de Israel. Se levantaron Moisés y su ministro Josué: y, al subir Moisés al monte de Dios, dijo a los ancianos: Esperad aquí hasta que tornemos a vosotros. Tenéis con vosotros a Aarón y a Hur: si hubiere alguna cuestión, recurriréis a ellos. Y, habiendo subido Moisés, una nube cubrió el monte, y la gloria del Señor habitó en el Sinaí, cubriéndolo con la nube durante seis días: mas, al séptimo día, le llamó de en medio de la nube. Y era la figura de la gloria de Dios como un fuego que ardía sobre la cima del monte, a la vista de los hijos de Israel. Y, penetrando Moisés en medio de la nube, subió al monte: y estuvo allí cuarenta días y cuarenta noches. 

EPISTOLA 

Lección del libro de los Reyes. En aquellos días vino Elías a Bersabée de Judea, y dejó allí a su siervo, y siguió por el desierto durante un día de camino. Y habiendo llegado, y sentádose bajo un enebro, pidió a su alma que se muriera, y dijo: Ya me basta, Señor, llévate mi alma: porque no soy mejor que mis padres. Y se echó, y se durmió bajo la sombra del enebro: y he aquí que el Angel del Señor le tocó, y le dijo: Levántate y come. Miró, y he aquí que había junto a su cabeza un pan cocido al rescoldo y un vaso de agua: comió, pues, y bebió, y se durmió de nuevo. Y tornó segunda vez el Angel del Señor, y le tocó, y le dijo: Levántate, come: porque te resta un largo camino. Habiéndose levantado, comió, y bebió, y, fortalecido con aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta que llegó a Horeb, el monte de Dios. 

EUCARISTÍA. — Moisés y Elías ayunan cuarenta dias y cuarenta noches porque van a acercarse a Dios. Es menester se purifique el hombre, se desprenda del peso del cuerpo, si quiere ponerse al habla con el que es espíritu. Con todo, la visión de Dios con que fueron distinguidos estos dos santos personajes fue muy imperfecta; sintieron que el Señor estaba cabe ellos, pero no vieron su gloria. Manifestóse después el Señor en la carne y el hombre le vió, le oyó y le tocó con las manos. No somos nosotros del número de aquellos felices mortales que conversaron con el Verbo de vida; pero en la divina Eucaristía hace algo más que dejarse ver; entra en nosotros y se hace sustancia nuestra. El más humilde fiel en la Iglesia, posee a Dios más plenamente que Moisés en el Sinaí y que Elías en Horeb. No nos extrañe, pues, si la Iglesia, para prepararnos a tamaño favor en la fiesta de Pascua, quiere pasemos antes la prueba de cuarenta días, prueba mucho menos rigurosa que la que exigió de Moisés y Elías la concesión de la gracia que Dios se dignó otorgarlos. 


EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según S. Mateo. 



En aquel tiempo respondieron a Jesús algunos de los escribas y fariseos, diciendo: Maestro, queremos ver un milagro tuyo. El, respondiendo, les dijo: Esta raza mala y adúltera busca un milagro: y no se le dará, sino es el signo del Profeta Jonás. Porque, así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno de la tierra. Los habitantes de Nínive surgirán el día del juicio con esta raza, y la condenarán: porque ellos hicieron penitencia, al predicársela Jonás. Y he aquí al que es más que Jonás, La Reina del Mediodía surgirá el día del juicio con esta raza, y la condenará: porque ella vino desde el extremo de la tierra, para oír la sabiduría de Salomón: y aquí está el que es mayor que Salomón. Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, anda por lugares áridos, buscando descanso, y no lo encuentra. Entonces dice: Volveré a mi casa, de donde salí. Y, tornando, la encuentra desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y, entrando, habitan allí; y la nueva situación de aquel hombre viene a ser peor que la primera. Así sucederá también con esta raza pésima. Estando todavía hablando a las turbas, he aquí que su madre y hermanos esperaban fuera, queriendo hablarle. Y le dijo uno: He aquí que tu madre y tus hermanos están afuera, buscándote. Pero El, respondiendo al que le hablaba, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí a mi Madre y a mis hermanos. Porque, el que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre. 

CASTIGO DE LA INCREDULIDAD. — Denuncia el Salvador a Israel los castigos que le esperan por su voluntaria ceguera y dureza de corazón. Exige Israel prodigios para creer; le rodean por doquier y no los ve; así son los hombres de nuestros días. Para reconocer como divino el cristianismo habrán menester pruebas. Patente está la historia sin embargo, abierta ante sus ojos. Los acontecimientos del día dan su testimonio; pero nada los sacude y saca de su modorra. Se aferran desilusionados a sus propios sistemas y no llegarán a comprender que es la Iglesia católica el fundamento de la sociedad hasta el día en que la sociedad por ellos aislada de la Iglesia se hunda en el abismo abierto por sus manos. "Generación perversa y adúltera", dice el Señor, contra la que se levantarán los pueblos infieles, desconocedores de las instituciones cristianas y que hubieran llegado por ventura a amarlas y guardarlas. Temamos la espantable suerte de los judíos a quienes el sitio de Jerusalén y su misma ruina no logró abrir los ojos y permanecen fieles todavía a las ilusiones de su orgullo, tras una esclavitud de diecinueve siglos. 


EL BUEN EJEMPLO. — En medio de los peligros de la sociedad han de darse cuenta los hijos de la Iglesia de su responsabilidad. Indaguen por qué los sabios del mundo, los políticos del mundo, dejan de contar con ellos. Por qué todavía hoy esos hombres hallan tan dificultoso dar siquiera en algún sitio con el elemento católico. Es que los católicos han desertado de la Iglesia y de sus prácticas santas. Por días se va notando que el vacío se adueña más y más de nuestras iglesias, no se frecuentan ya los sacramentos, la Cuaresma no es más que mera palabra en el calendario. Volvamos, no ya tan sólo a la fe de nuestros padres, sino a la observancia de las leyes cristianas; entonces sí que el Señor se apiadará de su pueblo infiel en atención a los justos que cobije en su seno. El apostolado del ejemplo producirá sus frutos; con grupito de fieles fue para los pueblos del imperio romano la levadura de que nos habla el Salvador que fermentó toda la masa; en medio de una sociedad que todavía conserva más elementos católicos que ella misma sospecha, nuestro celo por confesar y practicar los deberes de la milicia cristiana no quedará sin resultado feliz. 


ORACION 
 
Humillad vuestras cabezas a Dios. Suplicámoste, Señor, ilustres nuestras mentes con la luz de tu claridad: para que podamos ver lo que hay que hacer, y podamos hacer lo que es recto. Por el Señor. 


Año Litúrgico de Dom Guéranger