La Estación se celebra en la basílica de los Doce Apóstoles, una de las más augustas de Roma, enriquecida con las reliquias de los dos apóstoles San Felipe y Santiago el Menor.
COLECTA
Sé propicio, Señor, con tu pueblo: y, pues le consagras a tu servicio, favorécele benigno con tu auxilio. Por el Señor.
Lección del Profeta Ezequiel.
Esto dice el Señor Dios. El alma que pecare, esa morirá: el hijo no pagará la iniquidad del padre, y el padre no pagará la iniquidad del hijo: la justicia del justo a él se le imputará, y la impiedad del impío sobre éste recaerá. Mas, si el impío hiciere penitencia de todos los pecados que cometió, y guardare todos mis preceptos, e hiciere juicio y justicia, vivirá de veras, y no morirá. Me olvidaré de todas las iniquidades que cometió: vivirá en la justicia que obró. ¿Acaso es mi voluntad la muerte del impío, dice el Señor Dios y no el que se convierta de sus caminos, y viva? Mas, si el justo se apartare de su justicia, y obrare la iniquidad, conforme a todas las abominaciones que suele cometer el impío, ¿vivirá por ventura? Todas las justicias, que él realizó, serán olvidadas: morirá en la prevaricación, con que hubiere prevaricado, y en el pecado en que hubiere incurrido. Y dijisteis: No es justo el camino del Señor. Oíd, pues, casa de Israel: ¿Acaso no es justo mi camino o, más bien, no son vuestros caminos los que son depravados? Porque, si el justo se apartare de su justicia, y obrare la iniquidad, morirá en ella: morirá en la injusticia que hubiere cometido. Y, si el impío se convirtiere de la impiedad que cometió, y obrare juicio y justicia, vivificará su alma. Porque si entrare dentro de sí, y se apartare de todas las iniquidades que obró, vivirá de veras, y no morirá, dice el Señor omnipotente.
RECONCILIACIÓN DE LOS PECADORES. — Echemos una mirada a los penitentes públicos que la Iglesia se dispone a admitir pronto de nuevo a la participación de los Misterios. Pero han menester ser reconciliados con Dios a quien han ofendido. Su alma está muerta por el pecado; ¿podrá por ventura revivir? Sí, el Señor lo asegura; y la lectura del profeta Ezequiel que ayer empezó para los catecúmenos, la prosigue hoy a favor de los penitentes públicos. "Que el impío, dice el Señor, haga penitencia de todos los pecados que ha cometido; que guarde en adelante mis mandamientos; vivirá seguramente y no morirá." No obstante, eso, sus iniquidades saltan a la vista y vocean contra él, su voz se eleva al cielo y provoca venganza eterna. Así es, en verdad; pero el Señor que todo lo sabe y que nada olvida nos declara que no se acordará más de la maldad satisfecha por la penitencia. Y tal es la ternura de su corazón paternal que quiere olvidar la afrenta recibida de un hijo, si ese hijo vuelve sinceramente al sendero de su deber. Así pues, nuestros penitentes serán reconciliados y el día de la Resurrección del Salvador se mezclarán con los justos, porque el Señor no guardará memoria de sus desmanes; serán ellos también hechos justos. Remontándonos con el pensamiento al curso de los siglos nos hallamos de manos a boca con el espléndido espectáculo de la penitencia pública de que la Liturgia, que no cambia, ha conservado hoy los rasgos. En nuestros días no son ya separados los pecadores de los demás fieles, no se les cierra tampoco la puerta de la iglesia, asisten a menudo cabe los santos altares entreverados con los justos y cuando sobre ellos desciende el perdón no lo nota la asamblea de los fieles por ritos especiales y solemnes. Admiremos la divina misericordia y aprovechemos la indulgencia de nuestra madre la Santa Iglesia. A cualquier hora y sin aparato la oveja descarriada puede volver al redil; aproveche, pues, la condescendencia que es objeto y en adelante no abandone al Pastor que tuvo a bien recogerla de nuevo. Por lo que al justo atañe no se engría en vana complacencia comparándose con la pobre oveja perdida; medite estas palabras: "Si el justo se apartare de la justicia, si obrare la iniquidad, todas las obras de justicia que había realizado serán olvidadas." Temblemos, pues, por nosotros y compadezcamos a los pecadores. La oración de los fieles por los pecadores durante la cuaresma es uno de los grandes medios con que la Iglesia cuenta para lograr su reconciliación.
Continuación del santo Evangelio según S. Juan.
En aquel tiempo era la fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y está en Jerusalén la piscina probática (de las ovejas), que se llama en hebreo Betsaida, la cual tiene cinco pórticos. En éstos se hacinaba una gran multitud de enfermos, ciegos, cojos y tullidos, que esperaban el movimiento del agua. Porque el Ángel del Señor descendía de cuando en cuando a la piscina y se movía el agua. Y, el que primero bajaba; a la piscina, después del movimiento del agua, sanaba de cualquier enfermedad que tuviera. Y estaba allí un hombre, que hacía treinta y ocho años que se hallaba enfermo. Cuando Jesús vió a este postrado, y supo el tiempo que llevaba enfermo, le dijo: ¿Quieres sanar? Respondió el enfermo: Señor, no tengo quien me meta en la piscina después del movimiento del agua: cuando llego yo, ya ha descendido otro antes de mí. Dícele Jesús: Levántate, toma tu camilla, y anda. Y al punto sanó aquel hombre: y tomó su camilla, y anduvo. Y era sábado aquel día. Por eso decían los judíos al que había sido curado: Es sábado, y no puedes tomar tu camilla. Les respondió él: El que me sanó me dijo: Toma tu camilla, y anda. Le preguntaron entonces: ¿Quién es ese hombre que te dijo: Toma tu camilla, y anda? Pero el que había sido curado ignoraba quién fuese. Porque Jesús se había retirado del tropel agrupado en aquel sitio. Después le encontró Jesús en el templo, y le dijo: Mira, ya estás sano: no vuelvas a pecar, para que no te suceda algo peor. Marchó aquel hombre, y dijo a los judíos que, quien le había sanado, era Jesús.
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA. — Volvamos a tratar de los penitentes en la antigüedad; el asunto será fácil a los penitentes de ahora y a nosotros mismos. Acabamos de ver por el profeta la predisposición del Señor a perdonar al pecador arrepentido. Pero ¿cómo será aplicado este perdón? ¿quién pronunciará la sentencia de absolución? El Evangelio de hoy nos lo indica. Ese desventurado paralítico de treinta y ocho años es figura del pecador empedernido; es, no obstante, curado y hele aquí que anda. ¿Qué ha ocurrido? Por de pronto escuchémosle: "Señor, dice, no tengo hombre que me sumerja en la piscina." El agua de esta piscina le hubiera sanado pero había menester un hombre que le introdujera en ella. El Hijo de Dios será ese hombre, y cabalmente, porque se hizo hombre, somos salvos. Como hombre ha recibido el poder de perdonar los pecados y antes de subir al cielo dice a otros hombres: "A quienes perdonareis los pecados, perdonados les serán." Serán, pues, reconciliados con Dios nuestros penitentes en virtud de ese perdón sobrenatural; y el paralítico que levantó fácilmente su camilla y la llevó a la espalda como trofeo de su curación es figura del pecador a quien la Iglesia de Jesucristo en virtud del poder divino de las llaves ha perdonado sus pecados. En el siglo III del cristianismo, Novaciano hereje osó enseñar que la Iglesia no tenía poder para perdonar los pecados cometidos después del bautismo. Este error fue proscrito por los concilios y santos doctores; y para mostrar a los ojos de los fieles el poder que el Hijo del hombre ha recibido para purificar toda el alma penitente pintaron en los sitios en que se congregaban los cristianos al paralítico de nuestro Evangelio yendo libre y desembarazado con la camilla a cuestas. Se halla con frecuencia esta imagen en las Catacumbas de Roma contemporáneas de la época de los mártires. Vemos clara en estos monumentos la intención que ha tenido la Iglesia con la lectura de este Evangelio, señalado desde hace tantos siglos para el presente día.
EL AGUA DEL BAUTISMO. — El agua de la piscina Probática, es también un símbolo; destinado por el contrario a la instrucción de los catecúmenos: Por el agua habían de ser curados, y por agua divinamente fecundada de lo alto. Este milagro con que Dios favorecía aún a la Sinagoga, curaba entre los judíos solamente el cuerpo y a un solo hombre y a raros intervalos. Pero después que el Ángel del gran Consejo bajó del cielo y santificó el agua del Jordán, la piscina se halla por doquier y a cada instante su agua sana las almas desde el niño recién nacido hasta el viejo decrépito. El hombre es el ministro de esta gracia, pero es el Hijo de Dios hecho hijo del hombre quien la opera. Digamos algo también de los enfermos que el Evangelio nos representa juntos en espera de curación. Es imagen de la sociedad cristiana de nuestros días. Hay lánguidos, hombres tibios que jamás rompen francamente las amarras del mal; ciegos en que el ojo del alma está muerto; cojos cuyo andar por la senda de la salvación es vacilante; hay enfermos cuyos miembros están atrofiados, impotentes para todo género de bien; aguardan el instante propicio: Jesús se va a acercar a ellos; les va a preguntar como al paralítico: "¿queréis ser sanos"? ¡Pregunta enchida de caridad divina! Contesten, pues, con amor y confianza y serán curados.
Humillad vuestras cabezas a Dios. Óyenos, oh Dios misericordioso, y muestra a nuestras mentes la luz de tu divina gracia. Por el Señor.
COLECTA
Sé propicio, Señor, con tu pueblo: y, pues le consagras a tu servicio, favorécele benigno con tu auxilio. Por el Señor.
EPÍSTOLA
Lección del Profeta Ezequiel.
Esto dice el Señor Dios. El alma que pecare, esa morirá: el hijo no pagará la iniquidad del padre, y el padre no pagará la iniquidad del hijo: la justicia del justo a él se le imputará, y la impiedad del impío sobre éste recaerá. Mas, si el impío hiciere penitencia de todos los pecados que cometió, y guardare todos mis preceptos, e hiciere juicio y justicia, vivirá de veras, y no morirá. Me olvidaré de todas las iniquidades que cometió: vivirá en la justicia que obró. ¿Acaso es mi voluntad la muerte del impío, dice el Señor Dios y no el que se convierta de sus caminos, y viva? Mas, si el justo se apartare de su justicia, y obrare la iniquidad, conforme a todas las abominaciones que suele cometer el impío, ¿vivirá por ventura? Todas las justicias, que él realizó, serán olvidadas: morirá en la prevaricación, con que hubiere prevaricado, y en el pecado en que hubiere incurrido. Y dijisteis: No es justo el camino del Señor. Oíd, pues, casa de Israel: ¿Acaso no es justo mi camino o, más bien, no son vuestros caminos los que son depravados? Porque, si el justo se apartare de su justicia, y obrare la iniquidad, morirá en ella: morirá en la injusticia que hubiere cometido. Y, si el impío se convirtiere de la impiedad que cometió, y obrare juicio y justicia, vivificará su alma. Porque si entrare dentro de sí, y se apartare de todas las iniquidades que obró, vivirá de veras, y no morirá, dice el Señor omnipotente.
RECONCILIACIÓN DE LOS PECADORES. — Echemos una mirada a los penitentes públicos que la Iglesia se dispone a admitir pronto de nuevo a la participación de los Misterios. Pero han menester ser reconciliados con Dios a quien han ofendido. Su alma está muerta por el pecado; ¿podrá por ventura revivir? Sí, el Señor lo asegura; y la lectura del profeta Ezequiel que ayer empezó para los catecúmenos, la prosigue hoy a favor de los penitentes públicos. "Que el impío, dice el Señor, haga penitencia de todos los pecados que ha cometido; que guarde en adelante mis mandamientos; vivirá seguramente y no morirá." No obstante, eso, sus iniquidades saltan a la vista y vocean contra él, su voz se eleva al cielo y provoca venganza eterna. Así es, en verdad; pero el Señor que todo lo sabe y que nada olvida nos declara que no se acordará más de la maldad satisfecha por la penitencia. Y tal es la ternura de su corazón paternal que quiere olvidar la afrenta recibida de un hijo, si ese hijo vuelve sinceramente al sendero de su deber. Así pues, nuestros penitentes serán reconciliados y el día de la Resurrección del Salvador se mezclarán con los justos, porque el Señor no guardará memoria de sus desmanes; serán ellos también hechos justos. Remontándonos con el pensamiento al curso de los siglos nos hallamos de manos a boca con el espléndido espectáculo de la penitencia pública de que la Liturgia, que no cambia, ha conservado hoy los rasgos. En nuestros días no son ya separados los pecadores de los demás fieles, no se les cierra tampoco la puerta de la iglesia, asisten a menudo cabe los santos altares entreverados con los justos y cuando sobre ellos desciende el perdón no lo nota la asamblea de los fieles por ritos especiales y solemnes. Admiremos la divina misericordia y aprovechemos la indulgencia de nuestra madre la Santa Iglesia. A cualquier hora y sin aparato la oveja descarriada puede volver al redil; aproveche, pues, la condescendencia que es objeto y en adelante no abandone al Pastor que tuvo a bien recogerla de nuevo. Por lo que al justo atañe no se engría en vana complacencia comparándose con la pobre oveja perdida; medite estas palabras: "Si el justo se apartare de la justicia, si obrare la iniquidad, todas las obras de justicia que había realizado serán olvidadas." Temblemos, pues, por nosotros y compadezcamos a los pecadores. La oración de los fieles por los pecadores durante la cuaresma es uno de los grandes medios con que la Iglesia cuenta para lograr su reconciliación.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según S. Juan.
En aquel tiempo era la fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y está en Jerusalén la piscina probática (de las ovejas), que se llama en hebreo Betsaida, la cual tiene cinco pórticos. En éstos se hacinaba una gran multitud de enfermos, ciegos, cojos y tullidos, que esperaban el movimiento del agua. Porque el Ángel del Señor descendía de cuando en cuando a la piscina y se movía el agua. Y, el que primero bajaba; a la piscina, después del movimiento del agua, sanaba de cualquier enfermedad que tuviera. Y estaba allí un hombre, que hacía treinta y ocho años que se hallaba enfermo. Cuando Jesús vió a este postrado, y supo el tiempo que llevaba enfermo, le dijo: ¿Quieres sanar? Respondió el enfermo: Señor, no tengo quien me meta en la piscina después del movimiento del agua: cuando llego yo, ya ha descendido otro antes de mí. Dícele Jesús: Levántate, toma tu camilla, y anda. Y al punto sanó aquel hombre: y tomó su camilla, y anduvo. Y era sábado aquel día. Por eso decían los judíos al que había sido curado: Es sábado, y no puedes tomar tu camilla. Les respondió él: El que me sanó me dijo: Toma tu camilla, y anda. Le preguntaron entonces: ¿Quién es ese hombre que te dijo: Toma tu camilla, y anda? Pero el que había sido curado ignoraba quién fuese. Porque Jesús se había retirado del tropel agrupado en aquel sitio. Después le encontró Jesús en el templo, y le dijo: Mira, ya estás sano: no vuelvas a pecar, para que no te suceda algo peor. Marchó aquel hombre, y dijo a los judíos que, quien le había sanado, era Jesús.
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA. — Volvamos a tratar de los penitentes en la antigüedad; el asunto será fácil a los penitentes de ahora y a nosotros mismos. Acabamos de ver por el profeta la predisposición del Señor a perdonar al pecador arrepentido. Pero ¿cómo será aplicado este perdón? ¿quién pronunciará la sentencia de absolución? El Evangelio de hoy nos lo indica. Ese desventurado paralítico de treinta y ocho años es figura del pecador empedernido; es, no obstante, curado y hele aquí que anda. ¿Qué ha ocurrido? Por de pronto escuchémosle: "Señor, dice, no tengo hombre que me sumerja en la piscina." El agua de esta piscina le hubiera sanado pero había menester un hombre que le introdujera en ella. El Hijo de Dios será ese hombre, y cabalmente, porque se hizo hombre, somos salvos. Como hombre ha recibido el poder de perdonar los pecados y antes de subir al cielo dice a otros hombres: "A quienes perdonareis los pecados, perdonados les serán." Serán, pues, reconciliados con Dios nuestros penitentes en virtud de ese perdón sobrenatural; y el paralítico que levantó fácilmente su camilla y la llevó a la espalda como trofeo de su curación es figura del pecador a quien la Iglesia de Jesucristo en virtud del poder divino de las llaves ha perdonado sus pecados. En el siglo III del cristianismo, Novaciano hereje osó enseñar que la Iglesia no tenía poder para perdonar los pecados cometidos después del bautismo. Este error fue proscrito por los concilios y santos doctores; y para mostrar a los ojos de los fieles el poder que el Hijo del hombre ha recibido para purificar toda el alma penitente pintaron en los sitios en que se congregaban los cristianos al paralítico de nuestro Evangelio yendo libre y desembarazado con la camilla a cuestas. Se halla con frecuencia esta imagen en las Catacumbas de Roma contemporáneas de la época de los mártires. Vemos clara en estos monumentos la intención que ha tenido la Iglesia con la lectura de este Evangelio, señalado desde hace tantos siglos para el presente día.
EL AGUA DEL BAUTISMO. — El agua de la piscina Probática, es también un símbolo; destinado por el contrario a la instrucción de los catecúmenos: Por el agua habían de ser curados, y por agua divinamente fecundada de lo alto. Este milagro con que Dios favorecía aún a la Sinagoga, curaba entre los judíos solamente el cuerpo y a un solo hombre y a raros intervalos. Pero después que el Ángel del gran Consejo bajó del cielo y santificó el agua del Jordán, la piscina se halla por doquier y a cada instante su agua sana las almas desde el niño recién nacido hasta el viejo decrépito. El hombre es el ministro de esta gracia, pero es el Hijo de Dios hecho hijo del hombre quien la opera. Digamos algo también de los enfermos que el Evangelio nos representa juntos en espera de curación. Es imagen de la sociedad cristiana de nuestros días. Hay lánguidos, hombres tibios que jamás rompen francamente las amarras del mal; ciegos en que el ojo del alma está muerto; cojos cuyo andar por la senda de la salvación es vacilante; hay enfermos cuyos miembros están atrofiados, impotentes para todo género de bien; aguardan el instante propicio: Jesús se va a acercar a ellos; les va a preguntar como al paralítico: "¿queréis ser sanos"? ¡Pregunta enchida de caridad divina! Contesten, pues, con amor y confianza y serán curados.
ORACIÓN
Humillad vuestras cabezas a Dios. Óyenos, oh Dios misericordioso, y muestra a nuestras mentes la luz de tu divina gracia. Por el Señor.
Año Litúrgico de Dom Guéranger
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