Al poco tiempo de haber mandado
degollar a toda la legión Tebea, fué el emperador Maximiano a Marsella, donde
había una iglesia numerosa y floreciente. A su llegada temblaron por su vida
todos los fieles de la ciudad y se prepararon para el martirio. Durante esta
general consternación un oficial cristiano, llamado Víctor, iba todas las
noches de casa en casa a visitar a sus hermanos en Jesucristo para exhortarles
al desprecio de la muerte, e inspirarles el deseo de la vida eterna. Habiendo
sido sorprendido en una acción tan digna de un soldado de Cristo, fué conducido
al tribunal de los prefectos Asterio y Eutiquio, que le representaron el
peligro que corría, y cuan loco era de exponerse a perder el fruto de sus servicios
y el favor del príncipe, por querer adorar a un hombre muerto. Contestó Víctor
que renunciaba a todas las ventajas <jue no podía gozar sino renunciando a
Jesucristo, Hijo eterno de Dios, que se había dignado hacerse hombre y que
había resucitado después de muerto. Semejante respuesta excitó furiosos gritos
de indignación, pero como el prisionero era persona ilustre, lo enviaron al
emperador Maximiano, el cual, para torcer la constancia de Víctor lo hizo atar
de pies y manos y mandó que lo paseasen por todas las calles de la ciudad,
exponiéndolo así á los insultos del populacho. A la vuelta de este público
desprecio, lo presentaron todo cubierto de sangre a los prefectos, y Asterio
mandó que lo extendiesen sobre el caballete, donde los verdugos le atormentaron
por largo espacio. Encerránronle después en una lóbrega prisión, en la cual, a
media noche, le visitó el Señor por el ministerio de sus ángeles. La cárcel se
llenó de admirable claridad. El santo mártir cantaba con los espíritus
celestiales las alabanzas del Señor. Tres soldados encargados de custodiarle
'quedaron tan asombrados de lo que pasaba, que arrojándose a los pies de
Víctor, le pidieron perdón y la gracia del bautismo. Llamábanse Longinos,
Alejandro y Feliciano, los cuales fueron bautizados aquel día, y Víctor les
sirvió de padrino. Al día siguiente, supo todo esto el emperador, y montado en
cólera hizo trasladar los cuatro santos a la plaza pública, donde fueron
cargados de injurias por la plebe soez y cortadas las cabezas de los tres centinelas.
Tres días después llamó de nuevo el emperador a Víctor a su tribunal y le mandó
adorar una estatua de Júpiter puesta sobre un altar, pero Víctor, lleno de fe
en Jesucristo, dio un puntapié al altar, y lo derribó juntamente con el ídolo
hecho pedazos. El tirano, para vengar a sus dioses, le hizo cortar el pie
ordenando luego que metiesen al mártir debajo de la rueda de un molino. Y como
a la primera vuelta el molino se descompusiese, sacaron de allí al santo y le
cortaron la cabeza. Su cuerpo, junto con los cadáveres de Longinos, Alejandro y
Feliciano, fueron arrojados al mar, pero los cristianos los encontraron sobre
la orilla y les dieron honrosa sepultura.
Reflexión: Mostróse san Víctor
muy digno de su nombre, porque fué ilustre y glorioso vencedor de todos los
poderes de la tierra y del infierno. Por esta causa triunfa ahora en el paraíso
con todos los santos mártires a quienes animó a alcanzar también victoria de
los tiranos y tormentos. Hagamos asimismo nosotros obras dignas del nombre que llevamos,
imitando las virtudes del santo cuyo nombre nos pusieron en el bautismo, para
que, así como ahora nos honramos con su nombre, participemos después de su
eterna recompensa. Oración: Oh Dios, que nos concedes la gracia de celebrar el
nacimiento para el cielo de los gloriosos mártires Víctor y sus compañeros,
concédenos también la de gozar de tu eterna bienaventuranza en su santa
compañía. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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