jueves, 6 de julio de 2017

7 de Julio: SAN CIRILO Y SAN METODIO, OBISPOS Y CONFESORES, APÓSTOLES DE LOS ESLAVOS. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

EL BAUTISMO DE EUROPA. — A la expansión rápida y espléndida de la Buena Nueva que distinguió al primer siglo de nuestra era, siguió el trabajo del segundo apostolado, encomendado al Espíritu Santo, para llevar al Hijo de Dios las nuevas razas que la Sabiduría divina llamaba a reemplazar al mundo antiguo. Bajo la influencia misteriosa de la Ciudad eterna, que se asimiló con un nuevo triunfo a los que la habían vencido, se había formado ya otra raza latina de los mismos bárbaros, cuya invasión parecía haber sepultado para siempre al Imperio. El ingreso de los Francos en el bautismo, la conversión de los Godos arrianos y de sus muchos compañeros de armas, apenas habían terminado esta transformación maravillosa, cuando vinieron también a llamar a las puertas de la Iglesia los Anglosajones, luego los Germanos y poco después los Escandinavos, guiados por los monjes Agustín, Bonifacio y Anscario. A la voz creadora de los nuevos Apóstoles, Europa se presentaba saliendo de las aguas de la fuente sagrada. 


LA CONVERSIÓN DE LOS ESLAVOS. — Mas el movimiento continuo de la gran emigración de los pueblos, había arrastrado hasta las orillas del Danubio a una familia, cuyo nombre comenzaba ya en el siglo IX a llamar la atención del mundo. Entre el Oriente y el Occidente, los Eslavos, aprovechándose de la debilidad de los descendientes de Carlomagno y de las revoluciones de la corte de Bizancio, aspiraban a erigir sus tribus en principados independientes de uno y otro imperio. Era el momento que había escogido la Providencia para ganar al cristianismo y a la civilización a una raza sin historia hasta entonces. El Espíritu de Pentecostés moraba en los dos santos hermanos que hoy celebramos. Preparados por la vida monástica a todos los sacrificios, a todos los sufrimientos, a estos pueblos que buscaban salir de su oscuridad pasada, les llevaban los primeros elementos de las letras y el conocimiento de los nobles destinos a los que el Dios Salvador convidaba a los hombres y a las naciones. De ese modo la raza Eslava se hacía digna de completar a la gran familia europea; y Dios la concedía, en esta Europa objeto de eternas predilecciones, mayor extensión que tuvieron sus antepasados. 

Vida. — Cirilo y Metodio eran hijos de un alto funcionario de Tesalónica. Metodio obtuvo el gobierno de una colonia eslava en Macedonia. Cirilo, después de estudiar y enseñar, recibió las Ordenes y se hizo monje en Olimpo de Bitinia. Más tarde se le encomendó una misión entre los Cázaros, en la Rusia meridional, y allí, tenía que ejercer con su hermano una acción político-religiosa. El 862, el Príncipe de Moravia, habiendo pedido a Bizancio misioneros que hablasen la lengua del país, Focio le envió en 863 a los dos hermanos. Enseñaron a escribir a los Moravos, componiendo para ellos un alfabeto nuevo, llamado cirílico, que usan todavía los rusos. Luego tradujeron la Biblia y la Liturgia al eslavo y organizaron numerosas cristiandades en Bohemia y Hungría. En 868 vinieron a Roma; Adriano II les trató con gran consideración, les autorizó para celebrar la Misa en lengua eslava y les hizo consagrar Obispos. Pero Cirilo murió el 869 en Roma a los 42 años. Metodio volvió solo. Nombrado arzobispo de Sirmio, en Servia, se encontró en una situación muy apurada. Se declaró una oposición contra él y sus enemigos le hicieron encerrar en una prisión. El Papa intervino muchas veces en su favor. Al fin triunfó de sus adversarios. Murió el 6 de abril del 885, llorado por todos. Sus grandiosos funerales se celebraron en griego, en latín y en eslavo. Pío IX autorizó en 1863 el culto de los santos Cirilo y Metodio. 

LOS MENSAJEROS DE ROMA. — Queremos, oh santos hermanos, cantar vuestras alabanzas, y recomendaros la inmensa porción de la herencia de Cristo en la cual vuestros sudores hicieron germinar, en vez de cardos, flores de santidad. Preparados en la soledad para toda obra buena y útil al Señor, respondisteis a la llamada del Espíritu Santo que de vosotros hacía apóstoles, y como los apóstoles, recibida la orden de enseñar a todas las naciones (Mt., XXVII, 19), marchasteis con la sencillez de vuestra obediencia, a pueblos bárbaros que vivían en regiones todavía salvajes. Esta obediencia quiso Roma pasarla por el crisol y reconoció que no tenía aleación. El diablo también advirtió lo mismo para su mal, pues la Escritura había dicho: "El hombre obediente cantará victoria" (Prov., XXI, 28). Otra fuerza que tuvisteis y que nos revela también la Escritura, diciendo: "El hermano ayudado por el hermano es como una ciudad fuerte, y sus consejos son como las cadenas de las puertas de las ciudades" (Ibíd., XVIII. 19). Arrojado por otro más fuerte que él, el fuerte armado ve, pues, con rabia que pasa a Cristo el dominio que creía poseer en paz (Lc., XI, 21-22).

EL DESASTRE DEL CISMA. — Pero en medio de los himnos santos que canta la Iglesia en vuestro honor, oh santos Cirilo y Metodio, el Papa León XIII quiso que se os dirigiese una ardiente oración: "¡Conservad para Dios los pueblos eslavos! ¡Apresuraos a proteger vuestros dones!" Desde lo alto del cielo echad una mirada sobre el campo de vuestro apostolado y ved las penalidades de las iglesias que fundasteis. El príncipe de este mundo ha sabido desquitarse por demás de su derrota; por sus mañas vuestros favores se han convertido en un arma de muerte para estos pueblos a los cuales vosotros trajisteis la vida. Se ha roto la unidad santa que ligaba a los pueblos eslavos con el centro mismo de la cristiandad. De entre ellos un grandísimo número ha vuelto a caer bajo el yugo de las potencias del mal, y, haciendo traición a su vocación, pone a su servicio la civilización que vosotros llevasteis. Entre Bizancio minada ya por el cisma en vuestros días y el Occidente latino, al cual la herejía protestante iba más tarde a debilitar y desmembrar, los eslavos habrían podido ser un apoyo para la Iglesia y una esperanza de salvación para el mundo. Maravillosas perspectivas que vuestro corazón sin duda había soñado, pero por desgracia han ido a pique con las persecuciones atroces que son el escándalo de nuestros días y la vergüenza del mundo. 

PLEGARIA POR LA UNIDAD. — Conseguid, oh poderosos Santos, que estos indecibles sufrimientos no queden sin fruto sino que logren la vuelta de nuestros hermanos. Dad fortaleza a los desterrados; sostened a los mártires. Luzca para todos por fin el día de las justicias del Señor, o más bien, el de la misericordia, que sea bastante para convertir a los verdugos y hacer de esta conversión un título de gloria para sus víctimas. ¿Estará decretado que el peso de los crímenes de un gran imperio había de hacer inclinar demasiado la balanza del lado de la reprobación, para que sus jefes no pudiesen en lo sucesivo abrir más sus ojos ni comprender el magnífico papel que estarían llamados a desempeñar en la actual situación del mundo, si Pedro, que les tiende los brazos viese que vuelve a él esta multitud inmensa que tiene subyugada el odio a Roma? Apóstoles de los Eslavos y ciudadanos de esta Roma que bendijo vuestra obra y en donde vuestras reliquias descansan (
Las reliquias de San Cirilo descansan en la iglesia de San Clemente de Roma, y las de San Metodio en la Iglesia de Nuestra Señora de Velehrad, en Checoeslovaquia). Sed favorables a los esfuerzos del Soberano Pontífice que trata de poner otra vez sobre la base que vosotros le colocasteis, el edificio que fue gloria vuestra.  


Año Litúrgico de Guéranger


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