sábado, 15 de julio de 2017

16 de Julio: CONMEMORACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DEL MONTE CARMELO. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

EL MONTE CARMELO. — A los que han tenido la dicha de hacer la peregrinación a los Santos Lugares de Palestina, nunca se les borrará de la memoria su paso por el monte Carmelo. Esta montaña que domina desde 170 metros de altura a la ciudad de Caiffa y al Mediterráneo, es una de las más hermosas de toda Palestina. Es, sin duda, una de las más célebres y su paisaje encantador ha excitado el entusiasmo de Oriente, e inspirado numerosas comparaciones poéticas de la Sagrada Escritura. 


Cuando el Esposo del Cantar de los Cantares desea poner más de relieve la hermosura de su Esposa, no encuentra expresión más adecuada que comparar su cabeza con el monte Carmelo: "Caput tuum ut Carmelus." Cuando Isaías nos presenta el esplendor y gloria del futuro Mesías, le pinta coronado con la gloria del Líbano y revestido de todas las bellezas del Carmelo: "Gloria Libani data est ei, decor Carmeli et Saron." Y nos muestra la gran estima que debemos tener a este santo monte cuando dice que la justicia habitará en la soledad y la santidad tendrá su lugar sobre el Carmelo: "Habitabit in solitudine iudicium, et iustitia in Carmelo sedebit." Finalmente Dios mismo por boca de otro Profeta le colma de elogios, llamando al Carmelo, su tierra, su herencia: "Terram meam et hereditatem meam", y a Jerusalén le prometió: "En el día de mi amor, te saqué de Egipto a la tierra del Carmelo", como si este nombre encerrara en si todos los bienes con los que quería enriquecer a su pueblo, es decir a la Iglesia y a cada uno en particular. 

LA MONTAÑA MARIANA. — Lo que da más realce a este santo monte es, además de la morada de Elías y la victoria que alcanzó sobre los profetas de Baál, es la célebre visión que nos describe el primer libro de los reyes. Hacía tiempo que una gran sequía asolaba la tierra de Israel. Elías, conmovido por los sufrimientos de su pueblo, "subió a la cumbre del Carmelo y postrándose en tierra y poniendo el rostro entre las rodillas, dijo a su siervo: Sube y mira hacia el mar. Subió, miró y dijo: No se ve nada. Elías le dijo: Vuelve hacerlo siete veces. La séptima vez dijo el siervo: Veo una nubecilla como la palma de la mano de un hombre". Poco después el cielo se oscureció, se levantó fuerte vendaval y cayó agua en abundancia. 


Todos los exegetas y místicos ven en esta "nubecilla, nubécula parva", una imagen profética de la Virgen María, que por la encarnación dio la vida y fecundidad al mundo. El primer Responsorio de la fiesta de los Santos del Carmelo lo dice expresamente; "Elías oraba sobre la cumbre del Carmelo y en el símbolo de una nubecilla vio a la insigne Virgen. A los que Elías se revela así la amarán a causa de todas las maravillas que les manifestará esta visión." De hecho la Iglesia ha aprobado esta interpretación, añadiendo a los títulos gloriosos de la Santísima Virgen el de Nuestra Señora del Carmen y nos invita ella también a nosotros como el profeta con estas palabras: "Sube y mira." 

LA ORDEN DEL CARMEN. — La tradición de la Orden del Carmen sostiene que los solitarios que moraron en esta santa cumbre, aún antes del cristianismo, honraron con verdadero culto a la que debía engendrar al Mesías. Aseguran también que muchos recibieron el Espíritu Santo el día de Pentecostés, teniendo después la dicha de gozar del trato y familiaridad con la Sma. Virgen. De esta entrevista se llevaron una veneración y amor tan particulares, que tuvieron la alegría de ser los primeros que edificaron una capilla en su honor, en el mismo lugar donde Elías la había visto en figura de una nubecilla. 


Desde sus comienzos el Carmen vuelve sus ojos a la Sma. Virgen y el libro titulado "La Institución de los primeros monjes" nos muestra a través de inexactitudes históricas, a la Orden dominada por las grandes figuras que encarna su ideal, cada una según su rango: ElÍas y la Virgen María: Siendo María para ellos la plenitud deslumbradora de la vida contemplativa, el modelo del servicio perfecto debido al Señor y la entrega total a su voluntad. 

EL ESCAPULARIO. — A mediados del siglo XIII San Simón Estok, General de la Orden del Carmen, recibió de manos de la Santísima Virgen, el sagrado escapulario como testimonio de su amor y protección para todos aquellos que lo llevaran. Aseguró que "todo el que muriera con este hábito no caería en el fuego eterno". Un siglo después se apareció a Santiago de Euze, futuro Juan XXII, para anunciarle su próxima elevación al Sumo Pontificado mandándole publicar el privilegio de una pronta salida del purgatorio, que había obtenido de su Hijo, para los hijos del Carmen: "Yo, su Madre, le dice, por una gracia especial descenderé a ellos el sábado siguiente a su muerte, y a todos los que hallare en el purgatorio, los libraré y los llevaré a la vida eterna." 


La autoridad de los Soberanos Pontífices, hicieron pronto asequibles estas gracias espirituales a los fieles con la institución de la cofradía del Santo Escapulario, al participar sus miembros de todos los méritos y privilegios de la Orden del Carmen. Hoy son pocos los verdaderos cristianos que no lleven este escapulario o la medalla llamada del "Monte Carmelo" y he aquí por qué la fiesta de hoy, no es sólo la de una ilustre familia religiosa, sino también de toda la Iglesia entera, puesto que toda ella es deudora a la Virgen del Carmen de innumerables beneficios y de una protección constante (Cf. P. Melchior de Sainte Marie, Diet d'Hist. et de Géographie eccléss., 1949, art. Carmel, c. 1095)

LA NUBE MÍSTICA. — Reina del Carmelo, recibe hoy los votos de la Iglesia terrestre. Fuiste la única esperanza del mundo cuando gemía en una angustiosa espera sin fin. Impotente para penetrar aún tus grandezas, quiso a pesar de eso, adornarte con los más preciosos símbolos bajo este mundo de figuras; el reconocimiento anticipado mezclado de admiración, sirvió para crearte como una aureola sobrehumana de todas perfecciones de belleza, de fuerza y gracia que sugiere la vista de los lugares tan encantadores, de campiñas en flor, de cumbres pobladas de árboles, de valles fértiles, de este Carmelo principalmente que significa jardín de Dios. En su cumbre nuestros padres, que sabían que la Sabiduría tiene su trono en la nube (Eccli., XXIV, 7) adelantaron sus ardientes deseos al signo salvador (Eccli., XLIII, 24); y allí, debido a sus plegarias, se les dio lo que la Escritura llama ciencia perfecta y que designa como el conocimiento de los grandes caminos de las nubes (Job., XXXVII. 16). Y cuando Aquel que hace su carroza (Ps., CIII, 3) y su palacio (I Reg., VIII, 12) de la oscuridad de la nube, se manifestó por ella en un recuerdo no lejano a la vista penetrante del Padre de los Profetas, se vio unirse a los más altos personajes de la humanidad en un grupo selecto en las soledades de la montaña bendita, como antiguamente Israel en el desierto, para observar los menores movimientos de la nube misteriosa (Núm., IX, 15-23), recibir de ella la única dirección en las veredas de esta vida, su única luz en la larga noche de esperas (Ps., CIV, 39). 


Oh María, que desde entonces presides las velas de los soldados de Cristo y nunca les has faltado un solo día desde que Dios descendió verdaderamente por ti, no sólo cubres la región de Judea sino a toda la tierra con una nube cargada de un sinnúmero de bendiciones (Exod., XIII, 22). Los hijos de los profetas lo experimentaron cuando la tierra de los profetas se hizo infiel, y tuvieron que llevar un día a otros lugares sus costumbres y tradiciones; comprobaron que el rocío fecundador de la nube del Carmelo llegaría hasta Occidente, que su protección se dejaría sentir en todas partes. Esta fiesta, oh Madre divina, es el momento auténtico de su reconocimiento, acrecentado después con nuevas bendiciones, cuya munificencia acompañó a este otro éxodo de los últimos restos de Israel. Y nosotros los hijos de la vieja Europa con razón transmitimos el eco de su piadosa alegría; porque desde que las tiendas fueron levantadas alrededor de las colinas donde la nueva Sión fue edificada sobre Pedro, se ha esparcido por todas partes su lluvia llena de bendiciones (Ezequiel, XXXIV, 26), lanzando al abismo las llamas eternas, y apagando los ardores del lugar de la expiación. 

PLEGARIA POR LA ORDEN DEL CARMEN. — Oh Madre de la divina gracia, dígnate pagar a esta Orden la deuda de nuestro agradecimiento puesto que estamos unidos en el mutuo agradecimiento hacia ti. Protégela y consérvala en estos desgraciados tiempos. Que no sólo el viejo tronco mantenga la sabia escondida en sus profundas raices, sino que también las vetustas ramas vean gozosas el advenimiento de las nuevas que llevan en sí las flores y los frutos como los llevaron sus antecesores. Conserva en sus hijos el espíritu de soledad y contemplación que tuvieron sus padres a la sombra de la nube; haz que sus hijos sean también fieles a las tradiciones de sus predecesores en todos los lugares que el Espíritu Santo les ha esparcido para conjurar al huracán y atraer las bendiciones de la nube misteriosa. Ojalá los austeros perfumes de la montaña santa continúen purificando a su alrededor el aire corrompido por tantas miasmas; y por fin que el Carmelo ofrezca a su Esposo sus almas virginales, sus corazones puros, sus bellas flores que tiene la satisfacción de plantar en el jardín del Señor. 


Año Litúrgico de Guéranger


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