(+ 250)Entre los insignes mártires que dieron
testimonio Ce la fe de Cristo en la persecución que suscitó contra la Iglesia
el impío emperador Decio por los años 250, refiere san Dionisio, obispo de
Alejandría, que fué uno de aquellos memorables héroes Nemesio o Nemesíón,
egipcio de origen, de costumbres y de idioma. Algunos hombres perversos le
acusaron falsamente por cómplice de los crímenes de ciertos malhechores que
habían cometido robos y hecho varios homicidios; y al tratarse de condenarlos,
justificó Nemesio su inocencia y el juez le absolvió, declarando la acusación
por calumniosa. Irritados los que habían sido autores de ella, le acusaron
delante del juez de que era cristiano: y el santo lo confesó sin rodeos.
Entonces fué cargado de prisiones y conducido ai prefecto de Egipto, residente
en Alejandría. Era aquel prefecto Sabino, hombre sin entrañas y enemigo mortal
del nombre de Cristo, que había hecho derramar arroyos de sangre cristiana por
todo el Egipto. A esta fiera presentaron al siervo de Dios Nemesio, el cual
revestido de aquella fortaleza que daba el Señor a sus ilustres mártires,
despreció con tranquilo semblante todas las promesas y amenazas con que el
cruel gobernador trató de rendirle. Ordenó pues el impío prefecto que azotasen
cruelmente al santo, y probasen en él los más atroces suplicios; pero como en
todos ellos perseverase con gran constancia en confesar a Jesucristo, mandó que
juntamente con unos ladrones que había en la cárcel fuese quemado vivo. Cuando
Nemesio se vio en el tormento del fuego en medio de dos ladrones, hizo gracias
al Señor por la merced que le hacía de poder dar la vida entre dos fascinerosos
a semejanza del Redentor del mundo, y en aquel suplicio encomendó su espíritu
en las manos de Dios. Junto al tribunal del prefecto había cuatro soldados que
eran también cristianos, llamados Ammón, Zenón, Ptolomeo e Ingenuo, y ,otro
nombre llamado Teófilo. Todos estos esforzaban al santo, cuando era atormentado
en el caballete, y al ver la serenidad con que padecía, mezclaban sus palabras
de exhortación con otras expresiones de santa envidia, y del ardiente deseo que
tenían de dar como él la vida por amor de Cristo y la confesión de la fe que
profesaban. Habiendo pues sido denunciados ante el cruelísimo gobernador, y
temiendo este verse humillado por la constancia con que menospreciarían los
tormentos los que habían sido testigos del martirio de Nemesio, y le daban
mayor ánimo para sufrirlo, determinó que luego les cortasen a todos la cabeza.
Reflexión: Así pagan los santos los favores, y esa es muchas veces la ventaja
de las obras buenas en favor del prójimo. Dichosos de nosotros si con nuestras
amonestaciones, o nuestras buenas palabras o ejemplos de virtud, hemos sido
parte para que un alma persevere en la santa vida que emprendiera. Estará
continuamente orando ante el acatamiento divino para que seamos también
nosotros partícipes de su dicha. ¿Hemos descuidado hasta aquí manera de
proceder tan gananciosa para nosotros? Si el mundo nos ofreciese doblada paga
de terreno interés, ¿cuáles no serían nuestros esfuerzos para legrarle? Todos
nuestros, pensamientos, todas nuestras ansias se concentrarían en ese punto y
aun nos parecería haber hecho muy poco si dejábamos perder algo. ¿Cómo nos
cuidamos pues tan poco de nuestra ganancia espiritual?
Oración: Concédenos, oh
Dios omnipotente, que los que veneramos el nacimiento para la gloria, de tu
bienaventurado mártir Nemesio, por su intercesión crezca en nosotros el amor de
tu santo Nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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