(+384) El doctísimo y santísimo pontífice san Dámaso
fué español de nación; algunos piensan que fué natural de Tarragona; otros que
fué de Madrid, y en la iglesia de San Salvador de esta villa hay una
inscripción que lo dice. Fué muy insigne pontífice y muy alabado de los
escritores de su tiempo. Teodoreto dice que le llamaban «varón admirable digno
de toda alabanza y que resplandecía en toda virtud.» San Jerónimo, su
secretario y grande amigo, dice que «fué virgen limpio y sin mancilla». San
Ambrosio, «que fué elegido por juicio divino»; y en el sexto concilio diamante
de la íe, por la gran firmeza con que la defendió de los herejes. Sucedió en el
pontificado a Liberio papa, cuyo vicario y presbítero había sido. Hubo en
tiempo de este santo pontífice muchos herejes que con nuevas y falsas opiniones
turbaban la paz de la Iglesia católica, especialmente en las provincias de
oriente: y para cortarlas de raíz persuadió san Dámaso al grande y
religiosísimo emperador Teodosio, que también era español, que se juntase
concilio general en Constantinopla; y así se hizo, y todos los obispos unánimes
confesaron la fe del concilio Niceno, y condenaron a Macedonio y otros herejes.
Hizo después el emperador Teodosio, en compañía de los emperadores Graciano y
Valentiniano, una ley que mandaba que todos los subditos de su imperio
siguiesen la religión que enseñó san Pedro en Roma, y el pontífice Dámaso
seguía. Edificó san Dámaso dos templos, uno dentro de la ciudad de Roma en
honra del invictísimo mártir san Lorenzo, y otro fuera de la vía Ardeatina en
las catacumbas, y enriquecióle con varios y ricos dones. Halló muchos cuerpos
de mártires, cuyos sepulcros ilustro con versos elegantes. Sirvióse de san
Jerónimo para responder a las dudas y consultas de todas las iglesias de la
cristiandad, que acudían a la sede apostólica, y estimóle y honróle tanto por
su excelente sabiduría y santidad, que él mismo, siendo sumo pastor y maestro
de toda la Iglesia, como si fuera su discípulo, le proponía las dificultades
que tenía en la sagrada escritura, para que él se las declarase. Dio autoridad
a la traslación del Viejo Testamento que el santo doctor había hecho,
habiéndose usado comúnmente en la Iglesia, hasta aquel tiempo, la de los
Setenta intérpretes. Finalmente, habiendo gobernado santísimamente la nave de
san Pedro diez y ocho años comenzados, y siendo ya de edad de .ochenta, lleno
de virtudes y merecimientos, pasó de esta vida temporal a la eterna. En vida
restituyó la vista a un • ciego que hacía trece años que estaba sin ella, y
después de muerto este santo papa obró el Señor por él muchos milagros.
Reflexión: Si fué virgen y limpio de corazón, como
lo afirma san Jerónimo, su íntimo amigo y secretario, no tienes que preguntar
ni por su celo en propagar la fe, ni por su firmeza en defenderla. Lo que
debilita al hombre, y hasta acaba con sus fuerzas así espirituales como
corporales, son los vicios. De ellos se ha dicho sabiamente que son la polilla
del alma y del cuerpo. Si te encanta esa energía del santo (¿a quién no encanta
virtud tan excelente?), ya sabes el secreto. La limpieza del corazón aumentará tu
valor. Al paso que hombres al parecer vigorosos, decaen de ánimo ante
obstáculos que sólo tienen el nombre de tales, uno dado a la virtud, romperá
fácilmente por todos ellos y saldrá adelante en las empresas de la gloria de
Dios.
Oración: Oye, Señor, nuestras oraciones, y por
intercesión del bienaventurado Dámaso, tu confesor y pontífice, otórganos
benignamente el perdón de nuestras culpas y la paz de nuestras almas. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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