(+ 371)San Eusebio, luz de la Iglesia católica,
santísimo sacerdote y prelado excelentísimo, y contraveneno de los herejes
arrianos, fué natural de Cerdeña, y muerto su padre, trájole. Restituía su
madre a Ro-ma, y le puso bajo el amparo del pontífice Eusebio, quien le hizo
criar e instruir en buenas letras y loables costumbres. De Roma pasó a Vercelli
a sazón en que había muerto el obispo de esta ciudad, y fué él elegido para
sucesor suyo, con grande oposición de los herejes arríanos, que ya amenazaban y
fatigaban a las provincias de occidente. Para formarse un clero fervoroso y
santo, estableció que todos los clérigos y sacerdotes viviesen vida monástica,
teniendo todo en común, esto es, la comida, la oración, el estudio y el
trabajo. Por orden del papa Liberio fué como embajador suyo al emperador
Constancio para alcanzar de él que tuviese por bien se juntase un concilio en
Milán a fin de contener los pro- gresos de la herejía-y sosegar a la Iglesia; y
así sucedió. Pero en el concilio procuraron los herejes que se condenase a san
Atanasio; y no pudiéndolo recabar de Eusebio y de algunos otros obispos, los
desterraron. San Eusebio fué llevado a Escitópolis en la Tebaida superior, y
puesto en manos de un obispo acérrimo hereje y tan fiero, que le prendió, el
echó en la cárcel, y en ella le apretó de manera que le tuvo muchos días sin
comer. Desde allí escribió a los fieles de su iglesia animándolos a morir por
la fe católica, y dándoles cuenta de los malos tratamientos que él sufría por
tan noble causa. De Escitópolis fué desterrado por segunda vez a Capadocia,
llevando con heroica paciencia y ánimo invencible todos estos trabajos, hasta
que por la muerte del emperador quedó libre de sus enemigos los arríanos. Pasó
a Alejandría, donde san Atanasio juntaba concilio, y luego a Antioquía para
componer algunas contiendas eclesiásticas. Por orden del papa Liberio fué
visitando las iglesias del oriente, que con la tempestad de los arríanos
estaban caídas y arruinadas, para levantarlas y poner en ellas ministros
católicos y resistir a los herejes, y acabado con grande celo y vigilancia este
negocio, volvió el santo pontífice a Italia y en ella fué recibido como
gloriosísimo confesor y valerosísimo capitán de Cristo. En Italia hizo el mismo
oficio de sacerdote y médico de las almas, como lo había hecho en oriente,
visitando y recreando las iglesias con increíble alegría y fruto de los
católicos y pesar de los malvados herejes: de los cuales fué primero
arrastrado, después atormentado con varios suplicios y apedreado, y teniendo la
cabeza y todo el cuerpo hecho pedazos, acabó gloriosamente su carrera siendo ya
casi de ochenta años de edad, y dio su espíritu al Señor, por cuyo gloria había
peleado.
Reflexión: Sufrir con fortaleza de ánimo las
adversidades: más aún, olvidarse de sus sufrimientos para ser maestro y guía de
los que necesitaban instrucción y esfuerzo de ánimo, es una virtud que
admiraron en nuestro santo los mismos enemigos de nuestra santa religión. Ni el
hambre, ni las prisiones con que sus enemigos le cargaron, fueron parte para
que desistiese de instruir desde la cárcel a los fieles. Si no tienes valor
para ser maestro de los demás en los infortunios, jamás te olvides de llevarlos
con paciencia. Sufrirás aquí un poco de tiempo, y una eternidad de delicias
será tu recompensa después.
Oración: Oh Dios, que nos alegras cada
año con la festividad de tu bienaventurado mártir y pontífice san Eusebio:
concédenos benigno, que pues celebramos su memoria, gocemos también de su
protección. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
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