(+ 304) La gloriosa virgen y mártir
santa Lucía nació de padres ilustres y ricos en Siracusa de Sicilia, y desde
niña fué cristiana y muy inclinada a la virtud y piedad, especialmente a
conservar la pureza de cuerpo y alma. Muerto su; padre, Eutiquia su madre
concertó de casarla con un caballero mozo y principal, aunque pagano; mas Lucía
repugnaba y buscaba ocasión para que no tuviera efecto: la cual le ofreció una
enfermedad molesta y larga de su madre. Aconsejóla Lucía que fuese a Catania, a
visitar el cuerpo de santa Águeda,' en cuyo sepulcro hacía Dios grandes
milagros. Dejóse convencer la enferma: fueron a su piadosa romería, y habiendo
sanado de su dolencia la madre, y vueltas las dos a Siracusa, rogóle la santa
hija que no le mentase esposo carnal, sino que el dote que le había de dar le
permitiese distribuirlo entre los pobres. Aunque se le hacía de mal a Eutiquia
despojarse de su hacienda y darla en vida; con todo cedió a las súplicas de la
santa doncella, que decía no ser tan aceptas a Dios las limosnas hechas después
de la muerte, como las que se hacen en vida; con que recibió el dote, lo
comenzó a vender y lo fué repartiendo con larga mano a los pobres. Supo esto
aquel caballero, y de aquí entendió que Lucía era cristiana y le rehusaba por
ser él gentil: de lo cual concibió gran saña contra ella, y la acusó delante
del prefecto, como a enemiga de los dioses del imperio. Mandóla llamar el
presidente, y con buenas palabras procuró persuadirla que dejase su fe y
sacrificase a los dioses; mas no halló entrada en el pecho de la santa virgen.
Y como instase de nuevo, díjole ella: «No te canses, ni pienses que me podrás
con Jtus razones apartar del amor de mi Señor Jesucristo.» Embravecióse el
prefecto; y trocando la primera blandura en braveza y enojo, tratóla como mujer
que había gastado su patrimonio en mal vivir. Defendióse Lucía con firmeza: y
entonces mandó el malvado juez que la llevasen al lugar de las mujeres
públicas; mas con todos los esfuerzos que hicieron, no les fué posible moverla
del lugar en que est taba. Mandó, pues, el presidente poner mucha leña, resina
y aceite alrededor de la santa, y encenderlo para abrasarla; y ella, como si
estuviese en un jardín muy ameno y delicioso, estuvo segura y queda y sin
recibir detrimento. Finalmente la hizo el juez atravesar una espada por el
cuello: y estando la bienaventurada virgen herida de muerte, oró todo el tiempo
que quiso, y habló cuanto quiso a los cristianos, que estaban, allí presentes,
diciéndoles que se consolasen, porque presto la Iglesia tendría paz, y los
emperadores que le hacían la guerra dejarían el mundo y el señorío: y luego dio
su bendita alma a Dios.
Reflexión: Ni lo tierno de la edad, ni
la debilidad del sexo, con que tan de ordinario se disculpan los mundanos para
no darse a la virtud, son, como acabas de leer, excusas suficientes. ¿Qué
responderán los tales a Cristo, cuando por toda acusación les ponga ante los
ojos tantos niños, tantas delicadas doncellas como santa Lucía, que supieron
arrebatar el cielo? Si el demonio trata de engañarte con un día que quizás no
amanecerá para ti, contéstale que muchos habían diferido su conversión y han
muerto sin ver el sol que se prometían. Si te pone delante lo tierno de tu
edad, ¡qué! debes exclamar con san Agustín: ¿pudieron estos niños, estas
delicadas doncellas conquistar el cielo, y no lo podré yo?
Oración: Óyenos, Señor Salvador nuestro,
y como nos regocijamos en la festividad de tu bienaventurada virgen y mártir
Lucía, así experimentemos el afecto de una verdadera piedad y devoción. Por
nuestro Señor Jesucristo. Amén
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