(+ Siglo IV) El santo obispo y confesor
de Cristo san Espiridión nació en la isla ¡de Chipre, en la segunda mitad del
siglo III, y fué hijo de padres cristianos. Pasó los primeros años de su vida
en el monte, hecho pastor del ganado de su padre, con lo cual se crió en grande
simplicidad e inocencia de costumbres, ocupado en admirar las maravillas y
perfecciones del Creador en sus criaturas. Llegó a extenderse por toda la isla
la fama del santo pastor Espiridión; de tal suerte que fué uno de aquellos
confesores a quienes Maximino, creado con Severo, y gran perseguidor de los
cristianos, mandó sacar el ojo derecho, cortar el nervio y desjarretar la
pierna izquierda, y lo condenó a trabajar en las minas. Holgóse el santo
confesor de haber sido hallado digno de padecer por el nombre de Jesús; y
permaneció en su destierro y pesadísimo trabajo durante algunos años, hasta que
con la muerte del perseguidor cesó el destierro y pudo volver a Chipre y gozar
de la paz que dio a la santa Iglesia el gran Constantino. Ejercitóse de nuevo
en su oficio de pastor, esparciendo más puros rayos de santidad y edificación
después de su confesión; hasta que habiendo fallecido el obispo de Tremitunte,
en la isla de Chipre, el pueblo y el clero a una voz aclamaron por su sucesor a
Espiridión. Resistióse el humilde pastor, alegando su incapacidad, pero
inútilmente: y después de recibidas las sagradas órdenes, fué consagrado
obispo. Convocóse el concilio de Nicea, en que fué condenado Arrio, siendo
Espiridión uno de los prelados que allí, en número de trescientos diez y ocho,
se reunieron. No faltaron algunos filósofos Y gentiles deseosos de ver aquella
sagrada junta, y aquel como teatro de sabiduría y majestad; y entre ellos había
uno de sutil ingenio y gran disputador, a quien los Padres más doctos e ilustrados
jamás pudieron convencer. Pidió Espiridión licencia para disputar con él; y le
propuso con pocas y sencillas palabras la suma de lo que la fe cristiana cree y
predica de la Trinidad y de la redención del hombre por Cristo; y después le
dijo: «Filósofo, esto es lo que los cristianos creemos: tú ¿qué crees?» Quedó
asombrado el gentil, y, como fuera de sí, respondió: «Yo creo lo que tú crees,
y lo tengo por verdad», añadiendo, que cuando se le quiso convencer con
razones, con razones había él respondido; mas cuando la virtud de Dios le había
hablado por boca de su siervo, no pudo resistir: y se hizo cristiano. También
asistió al concilio sardicense y defendió contra los mismos arríanos la fe
católica. Finalmente, habiendo corrido la carrera de su peregrinación, ilustre
por sus virtudes y por la gloria de sus milagros, dio su bienaventurado
espíritu al Señor, que para tanta gloria suya lo había creado.
Reflexión: ¿Quién no admira el poder de la gracia,
que convierte hasta a los más rudos y sencillos pastorcillos en tan grandes
santos? Ella se abre paso a través de todos los obstáculos si cuenta con la
cooperación del hombre: y de ahí esa variedad tan asombrosa de santos de todas
condiciones, sexos y edades de la Iglesia de Dios. Dichoso tú si, a ejemplo del
santo obispo Espiridión, te vales para santificarte de tus mismas ocupaciones.
Ofrécelas a Dios cada día por la mañana: levanta durante ellas a menudo tu
corazón, y con eso no más, será tu vida una serie no interrumpida de actos de
virtud.
Oración: Concédenos, Señor todopoderoso,
en la augusta solemnidad de tu bienaventurado confesor y pontífice Espiridión, nuevo
aumento de devoción y de salud. Por Jesucristo Señor nuestro. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario