(+ 520) San Maximino, llamado también Máximo, fué
francés y natural de Verdún. Encargóse de su educación- en las letras y en el
amor de la virtud y honestidad un tío suyo, sacerdote ejemplarísimo y varón de
gran santidad, por nombre Hospicio. Sucedió, siendo joven Maximino, que la
ciudad de Verdún, en que con su tío moraba, faltó a la fidelidad debida a su
soberano, rebelándose contra Clodoveo rey; el cual para apaciguar y hacer
entrar en razón a los verduneses, envió un poderoso ejército a poner sitio a la
ciudad rebelde. Aterrada la gente al saber tal noticia, y temerosa del castigo,
ya no pensó en otra cosa que en someterse: y acudieron al sacerdote Hospicio
para que saliese al encuentro al ofendido rey, y en nombre de toda la ciudad,
le pidiese perdón de la injuria y que se dignase levantar la mano del castigo
que en ella iba a hacer. Admitió el caritativo sacerdote el encargo, y
presentóse a Clodoveo; el cual, enternecido con las súplicas del ministro del
Dios de paz, envainó la espada, apeóse del caballo, besó con humildad y
reverencia la mano a Hospicio, diciéndole que por su respeto otorgaba el perdón
a la ciudad. Quísole el rey elevar a la sede episcopal, que estaba huérfana de
pastor; mas no creyéndose Hospicio con fuerzas para tal cargo por su avanzada
edad, se excusó; y el rey le significó su voluntad de que siquiera fuese con él
a su corte de Orleáns. Accedió el sacerdote: fué allá con Maximino; y cansados
de la vida de la corte, se retiraron a un sitio entre el Loira y el Loirette,
que les dio Clodoveo, para que levantasen un monasterio e implorasen el favor
del cielo para la real familia. Ordenado Maximino de sacerdote y hecho abad del
monasterio, se mostró varón poderoso en obras y palabras. Gran número de
jóvenes se pusieron bajo la dirección del santo abad, que les infundía amor a
la virtud y al trabajo, con el cual convirtieron en campos fértilísimos los
eriales contiguos al claustro. A gran número de sus monjes envió a pueblos
lejanos a predicar la fe de Cristo y a desterrar los restos de las antiguas
idolatrías. Tuvo tal dominio sobre las almas, que de una sola J mirada componía
los ánimos más desasosegados y calmaba a los iracundos. Su monasterio fué verdaderamente
un semillero de varones santos, muchos de los cuales son venerados por tales.
Un año en que la ciudad de Orleáns padeció el terrible azote del hambre, abrió
a todos los necesitados las trojes de su abadía; y Dios nuestro Señor
multiplicó el trigo con tanta abundancia, que bastó para remediar aquella
necesidad. Maximino, después de haber edificado a los suyos con ilustres
ejemplos de humildad y caridad, entendiendo que se le acercaba el fin de sus
días, reunió a sus monjes, exhortólos a la paz y unión, a la oración y piedad
y, recibidos los santos Sacramentos, dio su espíritu al Creador.
Reflexión:
Niño aún, fué confiado Máximo al celo de un ejemplar sacerdote. Súpole inspirar
este aquel amor tan tierno al bien y a la virtud, y Máximo lo conservó durante
toda su vida. Tan cierto es que los caminos del hombre en su avanzada edad, son
los mismos que los de su niñez. No lo olvidéis jamás, padres y madres de
familia. Educad bien a vuestros hijos, si los queréis un día hombres honrados.
En vuestras manos está su suerte, y si os horroriza la idea de que vuestro hijo
pueda ser, cuando mayor, un facineroso, debe horrorizaros también el dejar de
corregir sus defectos, cuando aún son tiernos.
Oración: Recomiéndenos, Señor,
la intercesión del bienaventurado Maximino abad; para que consigamos por su
patrocinio lo que no alcanzamos por nuestros merecimientos. Por nuestro Señor
Jesucristo. Amén.
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