¡Gracias a ti, oh Emmanuel, que al venir a visitar la tierra, te has dignado aparecer bajo formas infantiles, para mejor atraernos a ti por la sencillez y dulzura de esa tierna edad!
Animados por tu amable invitación hemos acudido; hemos osado acercarnos a tu cuna, y hemos fijado junto a ti nuestra morada. Pero te reclama la obra que tienes que realizar para redención nuestra; en adelante no atraerás ya nuestras miradas en cuanto niño, sino que serás para nosotros el varón de trabajos, de sufrimientos y fatigas, el que va con amor tras la oveja perdida, sin tener en este mundo que es obra de tus manos, un lugar donde reclinar tu cabeza.
Oh Jesús, te seguiremos por todas partes; escucharemos tus enseñanzas; no queremos perder ni una sola palabra de tus lecciones; y nuestros corazones seguirán atentamente el desarrollo de la obra de nuestra salvación, que tantos trabajos va a costarte.
Oh María, con amor te hemos admirado en los días en que se ha manifestado tu divina maternidad en medio de la alegría del cielo y de la tierra; hemos participado de tu dicha ¡oh Madre de Dios! Te has dignado facilitarnos el acceso ante tu divino Hijo, y nos has acogido como a hermanos suyos. Recibe nuestro humilde agradecimiento. En adelante, no contemplaremos ya al Emmanuel descansando en tus brazos, ni dormido sobre tu seno virginal. Los designios de su eterno Padre llánmanle a la gran obra de nuestra redención, y luego al sacrificio de su vida por nosotros.
Oh María, la espada ha traspasado ya tu alma; tienes ya ante la vista el porvenir del hijo bendito de tus entrañas. Ojalá que nuestra fidelidad en seguir sus huellas pueda aliviar algo las penas de tu corazón de Madre.
Del año Litúrgico de Guéranger
No hay comentarios:
Publicar un comentario