Punto primero. Considera cómo se verificó en la beatísima Vírgen lo que dice Cristo de la buena tierra y buena semilla que son los que reciben la palabra de Dios en corazón no solo bueno, sino óptimo en superlativo grado, la retienen, conservan y dan fruto en paciencia, porque no hubo después de Cristo corazón más limpio y puro que el suyo ni quien con más estima recibiese su palabra, ni con mas cuidado lo guardase ni vendiese frutos de mayores ni más perfectas obras. Pondera todas estas cosas y gózate de su santidad y dale mil gracias a Dios por las que hizo a esta celestial princesa, y pídele que te enseñe a lograr las mercedes de Dios.
Punto II. Considera cómo logró las inspiraciones santas, y la gracia que Dios le dio y los talentos de que la enriqueció, obrando con todos perfectísimamente y adelantando su caudal por instantes, sin dejar perder flor alguna de buen pensamiento que no cuajase en fruto de santas obras, ni ocasión de servir a Dios o al prójimo que no lograse con admirable fervor y caridad, y así por instantes iba creciendo en santidad y merecimientos, adelantando el caudal de su tesoro en las indias del cielo. Contempla la santidad de aquella alma y cuánto agradaba en sus obras a la magestad de Dios y los frutos tan colmados que rendía de la semilla que recibía de su mano, y con cuánto gusto sembraba Dios en tierra tan agradecida, y aprende a lograr en la tuya la semilla del cielo y a obrar con los talentos e inspiraciones divinas que te dé su divina magestad.
Punto III. Considera cómo logró también aquel grano del Verbo Eterno que el padre sembró en la tierra de su virginal seno. Contempla con la humildad; estimación, agradecimiento y devoción con que le recibió, le guardó y le sirvió como a su rey y Señor y prenda del eterno padre; y los frutos que dio de vida a todo el mundo y los particulares de gracia y gloria a la misma Vírgen. Alaba a Dios nuestro Señor por todo, y por haberse mostrado tan glorioso y liberal con esta celestial reina y señora, y pídele su favor para lograr este grano celestial cuando se sembrare en tu pecho.
Punto IV. Vuelve los ojos de la consideración sobré los tres puntos dichos, y coteja tu negligencia con el fervor de la reina del cielo, tu ingratitud con su agradecimiento; tu esterilidad con la fecundidad de sus obras: humíllate en su presencia, y pídele gracia para imitar sus ejemplos, obrando con ella y logrando tus talentos, y la semilla celestial que Dios siembra en la tierra de tu pecho.
P. Alonso de Andrade
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