sábado, 8 de abril de 2017

DOMINGO DE RAMOS. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

La Estación, en Roma, se celebraba en la Basílica de Letrán, madre y maestra de todas las demás iglesias; con todo, hoy, la función papal se realiza en San Pedro. Esta derogación no va en perjuicio de los derechos de la Archi-Basílica que antiguamente, recibía el honor de la presencia del Sumo Pontífice, y que ha conservado las indulgencias concedidas a aquellos a quienes la visitan hoy.   

INTROITO 

Señor, no alejes tu auxilio de mí: atiende a mi defensa: líbrame de la boca del león, y salva mi vida del cuerno de los unicornios.
 — Salmo: Oh Dios, Dios mío, mira hacia mí: ¿por qué me has desamparado? Las voces de mis delitos me alejan de mi salud. — Señor, no alejes... 

En la colecta la Iglesia pide para todos la gracia de imitar la paciencia y la humildad del Salvador. Jesucristo sufre y se abaja por el hombre pecador; es justo que el hombre se aproveche de este ejemplo y procure su salvación por los medios que le da a conocer la conducta del Salvador.   

COLECTA 

Omnipotente y sempiterno Dios, que, para ofrecer al género humano un ejemplo de humildad, hiciste que nuestro Salvador tomase carne y padeciese la cruz: concédenos propicio la gracia de comprender las lecciones de su paciencia y de participar de su resurrección. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. 

EPÍSTOLA 

Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Filipenses (II, 5-1D. 
Hermanos: Sentid de vosotros como Cristo Jesús de sí mismo: el cual, siendo de la misma naturaleza de Dios, no creyó que era una rapiña el ser igual a Dios: y, a pesar de ello, se déspojó de sí mismo, tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres, y hallado en lo exterior como hombre. Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, hasta la muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó, y le dio un nombre, que es sobre todo nombre: (aquí se arrodilla) para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los infiernos, y toda lengua confiese que el Señor, Jesucristo, está en la gloria de Dios Padre. 
 
HUMILLACIÓN Y GLORIA DE JESÚS. — La Iglesia prescribe que doblemos la rodilla en el trozo de esta Epístola en que el Apóstol dice que todo ser creado debe humillarse al pronunciar el nombre de Jesús. Acabamos de cumplir esta prescripción. Comprendamos que si hay alguna época en el año en que el Hijo de Dios tenga derecho a nuestras más profundas adoraciones, es justamente esta en que su Majestad es violada y en que le vemos pisoteado por los pecadores. Nuestros corazones deben necesariamente enternecerse y compadecerse al contemplar los dolores que sufre por nosotros. Pero no debemos sentir menos los ultrajes y las indignidades de que es colmado aquel que es igual al Padre y Dios como él. Démosle, al menos mientras estamos unidos a él, por medio de nuestras humillaciones, la gloria de que se ha despojado para reparar nuestro orgullo y nuestra rebeldía y unámonos a los santos ángeles que, testigos de todo lo que ha aceptado por amor al hombre, se anonadan profundamente tanto más cuanto ven la ignominia a la que se redujo. 

En el Gradual la Iglesia se sirve de las palabras del Real Profeta que predice la grandeza futura de la víctima del Calvario pero que, al mismo tiempo, confiesa cómo había desgarrado su alma la seguridad con que los judíos cometerían el deicidio.  

GRADUAL 

Tuviste mi mano derecha: y me guiaste según tu voluntad: y me recibiste con gloria. V. ¡Qué bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón! Mis pies casi vacilaron, casi se extraviaron mis pasos: porque envidié a los pecadores, al ver la paz de los malvados. 

El Tracto lo constituye una parte considerable del Ps. XXI de cuyas primeras palabras Jesucristo se sirvió en la Cruz y que es más una historia de la Pasión que una profecía; tan claras y evidentes son sus alusiones. 

TRACTO 

Oh Dios, Dios mío, mira hacia mí: ¿por qué me has desamparado? V. Las voces de mis delitos me alejan de mí la salud. V. Oh Dios mío, clamaré durante el día, y no me oiréis: y durante la noche, y no habrá para mí descanso. V. Pero tú habitas en el santuario, eres la alabanza de Israel. V. En ti esperaron nuestros padres: esperaron, y los libertaste. V. A ti clamaron, y se salvaron: en ti confiaron, y no fueron confundidos. V. Pero yo soy un gusano, y no un hombre: el oprobio de los hombres, y la abyección de la plebe. V. Todos los que me ven, me desprecian: estiran los labios, y mueven la cabeza (diciendo): V. Ha esperado en el Señor, líbrele ahora: sálvele, si es que le quiere. V. Ellos me observaron y contemplaron, dividieron entre sí mis vestiduras, echaron a suertes mi túnica. V. Líbrame de la boca del león: y salva mi vida del cuerno de los unicornios. V. Los que teméis al Señor, alabadle: raza toda de Jacob, engrandécele. V. Pertenecerá al Señor la generación venidera: y pregonarán los cielos su justicia. V. Al pueblo que nacerá, que hizo el Señor. 


Ya es hora de oír el relato de la pasión de nuestro Salvador. La Iglesia lee la narración de los cuatro evangelios en cuatro días diferentes de esta semana. Comienza hoy con la de San Mateo, el primero que escribió la narración de la vida y muerte del Salvador (A causa de su extensión no ponemos el texto de los cuatro relatos de la Pasión que todos pueden encontrar en su Misa.)

El Ofertorio es una nueva profecía de David. Anuncia el abandono del Mesías en medio de sus congojas y la ferocidad de sus enemigos que para saciar su hambre le darán a beber hiél y vinagre. De este modo fue tratado aquel que nos da su cuerpo para comida y su sangre para bebida. 

OFERTORIO

Improperio y miseria sufrió mi corazón: y esperé a que alguien se contristase conmigo, y no le hubo: busqué a uno, que me consolara, y no le hallé: y me dieron de comida hiél, y en mi sed me abrevaron con vinagre. 
 
En la Secreta se pide a Dios el doble fruto de la Pasión para sus siervos: la gracia en esta vida y la gloria en el cielo.  

SECRETA 

Suplicámoste, Señor, hagas que el don ofrecido a los ojos de tu Majestad nos obtenga la gracia de la devoción, y nos adquiera el efecto de la dichosa perennidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

En la antífona de la Comunión, la Iglesia, que acaba de sumir con el cáliz de la salud, la vida de Cristo, hace alusión a aquel otro cáliz que Cristo bebió para hacernos partícipes de la bebida de la inmortalidad.   

COMUNIÓN 
Padre, si no puede pasar este cáliz sin que yo le beba, hágase tu voluntad.

La Iglesia pone fin a las súplicas del sacrificio que acaba de ofrecer implorando el perdón de los pecados para todos sus hijos, y el cumplimiento del deseo que tienen de tomar parte en la gloriosa resurrección del Hombre Dios. 

POSCOMUNIÓN 


Haz, Señor, que, por la virtud de este Misterio, sean purificados nuestros pecados y se cumplan nuestros anhelos. Por el Señor.

LÁGRIMAS DE JESÚS. — Pongamos fin a esta jornada del Redentor en la ciudad de Jerusalén recordando algunos otros hechos de importancia. San Lucas nos enseña que durante la marcha triunfal de Jesús hacia la ciudad ocurrió que antes de entrar en ella Cristo comenzó a llorar sobre Jerusalén, y desahogó su dolor en estos términos: "¡Oh si al menos en este día conocieses lo que podría darte la paz! Pero ahora está oculto a tus ojos, porque días vendrán sobre ti, y te rodearán de trincheras tus enemigos, y te cercarán y te estrecharán por todas partes y te echarán por tierra a ti y a los hijos que tienes dentro, y no dejarán piedra sobre piedra por no haber conocido el tiempo de tu visita" (Lc., XIX, 41-44). Hace unos días el santo Evangelio nos mostró a Jesús llorando ante la tumba de Lázaro; hoy vuelve a derramar lágrimas al contemplar a Jerusalén. En Betania lloraba al pensar en la muerte del cuerpo, castigo del pecado; pero esta muerte tiene remedio. Jesús es "la resurrección y la vida, y aquel que cree en Él no morirá para siempre" El estado de Jerusalén en cambio, es una figura de la muerte espiritual; y esta muerte no tiene remedio, si el alma no viene a tiempo al autor de la vida. He aquí por qué las lágrimas que Jesús derrama hoy se hacen tan amargas. En medio de las aclamaciones de que es objeto al entrar en la ciudad de David, su corazón está oprimido por la tristeza; porque sabe Él mejor que nadie "que no conocieron el tiempo de su visita". Consolemos al corazón del Redentor y hagámonos su ciudad fiel. 

VUELTA A BETANIA. — Sabemos por San Mateo que el Salvador finalizó este día en Betania. Su presencia suspende las inquietudes de su madre y tranquiliza a la familia de Lázaro. En Jerusalén no hubo nadie que le hospedase; al menos el Evangelio no hace mención de ello. Todos los que mediten la vida de Nuestro Señor pueden hacerse esta consideración: Jesús honrado por la mañana con magnífico triunfo, por la tarde se ve obligado a buscar hospedaje fuera de la ciudad que le había recibido con tanto fervor. Entre las carmelitas descalzas existe la tradición de ofrecer al Salvador una reparación por el abandono que sufrió de parte de los habitantes de Jerusalén. Se prepara en medio del refectorio una mesa, colocando en ella una ración de la comida; después de la refección de la comunidad se ofrece esa ración a Jesús y se distribuye entre sus miembros, los pobres.


Año Litúrgico de Dom Guéranger


DOMINGO SEGUNDO DE PASION O DOMINGO DE RAMOS

SALIDA DE BETANIA. — Jesús, dejando en Betania a su madre María, a Marta y a María Magdalena con su hermano Lázaro, se dirige, este día, muy de mañana, hacia Jerusalén, acompañado de sus discípulos. María se estremece al ver acercarse su hijo a sus enemigos que pretenden derramar su sangre; con todo eso no va hoy Jesús a Jerusalén a buscar la muerte sino el triunfo. Es necesario que el pueblo proclame rey al Mesías antes que éste sea crucificado; que, ante las águilas romanas, en presencia de los Pontífices y Fariseos, mudos de rabia y de estupor, resuenen las voces infantiles, confundidas entre los gritos de los ciudadanos en alabanza del Hijo de David. 

CUMPLIMIENTO DEL VATICINIO. — El Profeta Zacarías había predicho esta ovación preparada en la eternidad para el Hijo del hombre en vísperas de su humillación. "Alégrate con grande alegría, hija de Sión. Salta de júbilo, hija de Jerusalén; mira que viene a ti tu Rey, justo y salvador, humilde, montado en un asno, en un pollino hijo de asna" (
Zacarías, IX, 9). Viendo Jesús que había llegado la hora de cumplirse este oráculo manda a dos de sus discípulos que vayan y le traigan una asna y un pollino que encontrarán no lejos de allí. El Salvador se encontraba en Betfagé, situado en el monte de los Olivos. Los discípulos ponen inmediatamente en ejecución el mandato de su Maestro. 

DOS PUEBLOS. — Los Santos Padres nos han proporcionado la clave del misterio de estos dos animales. El asna representa el pueblo judío sometido al yugo de la Ley; "el pollino en el que, según el Evangelio, no había montado nadie todavía" ( Me,, XI, 2), representa a la gentilidad a quien nadie había subyugado aún. La suerte de ambos pueblos se decidirá dentro de unos días. El pueblo judío será desechado por no haber recibido al Mesías; en su lugar Dios elegirá al pueblo gentil, indómito hasta entonces, pero que se convertirá en dócil y fiel. 

CORTEJO TRIUNFAL. — Dos discípulos aparejan al pollino con sus vestidos; Jesús entonces, queriendo realizar el vaticinio del profeta, monta sobre el animal (
Ibíd., XI, 7) y se prepara de este modo a entrar en la ciudad. Mientras tanto en Jerusalén corre el rumor de que Jesús se aproxima. Inspirados por el Espíritu divino la turba de judíos reunidos en la ciudad de toda Palestina para celebrar en ella la Pascua, sale a recibirle con palmas y gritos clamorosos. El cortejo que iba acompañando a Jesús desde Betania, se confunde con esta multitud ferviente de entusiasmo; unos tienden sus vestidos por el camino, otros enarbolan ramos de palmera a su paso. Resuena el grito de "Hosanna" y recorre la ciudad la noticia de que Jesús, hijo de David entra en ella como Rey. 

EL REINO MESIÁNICO. — Así fue cómo Dios, ejerciendo su poder sobre los corazones, preparó, en la ciudad en que pocos días después sería pedida su sangre a gritos, un triunfo para su Hijo. Este día Jesús tuvo un momento de gloria y la Iglesia quiere que renovemos cada año el recuerdo de este triunfo del Hijo del hombre. Cuando nacía el Emmanuel, vimos llegar del lejano oriente a Jerusalén a los Magos en busca del Rey de los judíos, para adorarle y ofrecerle sus presentes; hoy es la misma Jerusalén la que sale a recibirle. Ambos acontecimientos tienen un mismo fin: reconocer a Jesucristo como Rey; el primero por parte de los gentiles, el segundo por parte de los judíos. Era menester que el Hijo de Dios recibiese ambos tributos antes de su Pasión. La inscripción que Pilatos pondrá dentro de poco sobre la cabeza del Redentor: Jesús Nazareno, Rey de los judíos, será el carácter indispensable de su mesianismo. Inútiles serán los esfuerzos de los enemigos de Jesús para cambiar los términos del escrito; no lograrán su fin. "Lo que he escrito, escrito está", respondió el gobernador romano. Su mano confirmó, sin saberlo, las profecías. Israel proclama hoy a Jesús por su Rey; bien pronto será disperso en castigo de su perjurio; pero ese Jesús, a quien ha proclamado, permanecerá siempre Rey. De este modo se cumplió a la letra aquel mensaje del Ángel que dijo a María anunciándole la grandeza del hijo que iba a concebir: "El Señor le dará el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob eternamente" (Lc., I, 32). Jesús comienza en este día su reinado sobre la tierra; y como el primer Israel va a sustraerse de su cetro, un nuevo Israel, nacido del grupo fiel del antiguo, va a nacer, formado de gentes de todas las partes del mundo, y ofrecerá a Cristo el imperio más extenso que jamás ha ambicionado un conquistador. 

Tal es el misterio glorioso de este día en medio del duelo de la Semana de Pasión. La Iglesia quiere que nuestros corazones se desahoguen en un momento de alegría en el que saludamos a Jesús como Rey. Ha organizado la liturgia de este día de tal forma que encierre en sí juntamente alegría y tristeza; la alegría al unirse a las aclamaciones con que resonó la ciudad de David; la tristeza volviendo en seguida al curso de su gemidos por los dolores de su Esposo divino. Todo el drama está dividido como en tres actos distintos, cuyos misterios e intenciones vamos a explicar uno tras otro. 

LA BENDICION DE LAS PALMAS


La bendición de las palmas o de los ramos, como vulgarmente se dice, es el primer rito que se desarrolla ante nuestra vista; y podemos juzgar de su importancia por la solemnidad que la Iglesia despliega en su celebración. 

Durante largos siglos diríase que iba a celebrarse la santa Misa sin otra intención que la de celebrar el aniversario de la entrada de Jesús en Jerusalén: Introito, Colecta, Epístola, Gradual, Evangelio, incluso el Prefacio, se sucedían como se hace para preparar la inmolación del Cordero sin mancha; pero después del triple Sanctus la Iglesia suspendía estas solemnes fórmulas y su ministro procedía a la santificación de los ramos que tenía delante. Ahora, después de la reciente reforma, después del canto de la antífona Hosanna, estas ramas de árbol, objeto de la primera parte de la función, reciben con una sola oración, acompañada de la incensación y de la aspersión del agua bendita, «una virtud que los eleva al orden sobrenatural y los hace a propósito para ayudar a la santificación de nuestras almas y a la protección de nuestros cuerpos y de nuestras casas. Los fieles deben tener con respeto estos ramos en sus manos durante la procesión y colocarlos con honor en sus casas, como un signo de su fe y una esperanza en la ayuda divina. 

ANTIGÜEDAD DEL RITO. — No es necesario explicar al lector que las palmas y los ramos de olivo, que reciben en este momento la bendición de la Iglesia, se llevan en memoria de aquellos con que el pueblo de Jerusalén honró la marcha triunfal del Salvador, pero no está mal decir unas palabras sobre la antigüedad de esta costumbre. Comenzó pronto en oriente y probablemente en Jerusalén desde que la Iglesia gozó de paz. En el siglo IV San Cirilo, obispo de esta ciudad, creía que la palmera que había suministrado sus ramos al pueblo que vino al encuentro de Cristo, existía todavía en el valle del Cedrón ( Catequesis, X); nada más natural que tomar ocasión de esto para instituir un aniversario conmemorativo de este suceso. En el siglo siguiente se establece esta ceremonia, no solamente en las Iglesias orientales, sino también en los monasterios de que estaban llenos los desiertos de Egipto y de Siria. Al principio de cuaresma, muchos santos monjes obtenían de su Abad el permiso de internarse en lo más recóndito del desierto para pasar este tiempo en profundo retiro; pero debían volver al monasterio el domingo de Ramos, como se colige de la vida de San Eutimio escrita por su discípulo Cirilo. En occidente tardó bastante en establecerse este rito; el primer rastro que encontramos se halla en el Sacramentarlo Gregoriano que se remonta al final del siglo VI o principios del VII. A medida que la fe penetraba en el norte no era posible solemnizar esta ceremonia en toda su integridad pues la palmera y el olivo no arraigan en nuestro clima. Fue necesario reemplazarlas por ramos de otros árboles; mas la Iglesia no permitió cambiar nada de las oraciones prescritas para la bendición de estos ramos, pues los misterios expuestos en estas hermosas oraciones, tienen su fundamento en el olivo y la palma del relato evangélico, representados por nuestros ramos de boj y de laurel. 

LA PROCESIÓN 

El segundo rito de este día es la célebre procesión que sigue a la bendición de los ramos. Tiene por objeto representar la marcha del Salvador a Jerusalén y su entrada en esta ciudad; y, para que nada falte en la imitación del relato del Santo Evangelio, los Ramos que acaban de ser bendecidos son llevados por todos los que toman parte en esa procesión. Entre los judíos era una señal de regocijo llevar en la mano ramos de árboles; y la ley divina les autorizaba esta costumbre. Dios había dicho en el Levítico al establecerla festividad de los Tabernáculos: "El primer día tomaréis gajos de frutales hermosos, ramos de palmera, ramas de árboles frondosos, de sauces de la ribera, y os regocijaréis ante Yavé, vuestro Dios" Para testimoniar su entusiasmo por la llegada de Jesús ante los muros de la ciudad, los habitantes de Jerusalén, incluso los niños, recurrieron a esta gozosa demostración. Vayamos nosotros también delante de nuestro Rey y cantemos el Hosanna a este vengador de la muerte y liberador de su pueblo. 

Durante la Edad Media, en muchas iglesias, se llevaba en esta procesión el libro de los Evangelios que representaba a Jesucristo cuyas palabras contenía. Designado de antemano un lugar y preparado para la estación, la Procesión se detenía: el diácono abría entonces el sagrado libro y cantaba el relato de la entrada de Jesús en Jerusalén. En seguida descubríase la Cruz que había permanecido velada hasta aquel momento; todo el clero se postraba ante ella solemnemente y cada uno depositaba a sus pies un fragmento del ramo que tenía en su mano. Se reanudaba la procesión precedida de la Cruz, descubierta, hasta que el cortejo entra en la iglesia. En Inglaterra y Normandía, desde el siglo XI, se practicaba un rito altamente representativo de la escena que tuvo lugar en este día en Jerusalén. En la procesión se llevaba triunfalmente la Sagrada Eucaristía. La herejía de Berengario que negaba la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía acababa de manifestarse en esta época. Y este triunfo de la Sagrada Forma era preludio lejano de la Institución de la festividad y procesión del Santísimo Sacramento. Siempre con la misma intención de renovar la costumbre evangélica, existe en Jerusalén otra costumbre en la procesión de Ramos. Toda la comunidad de Franciscanos que custodia los santos Lugares marchan de mañana a Betfagé. Allí el P. Guardián de Tierra Santa, vestido de pontifical, sube sobre un asno revestido con mantos, acompañado por los religiosos y católicos de Jerusalén, que llevan todos palmas, ingresa en la ciudad y baja hasta la puerta de la iglesia del Sto. Sepulcro donde se celebrará la Misa con toda pompa. 

Hemos reunido aquí, como de costumbre, los diferentes hechos con que puede elevarse la mente de los fieles en los variados misterios litúrgicos; estas manifestaciones de fe les ayudarán a comprender por qué la Iglesia quiere que, en la procesión de los Ramos, sea honrado Jesucristo como presente al triunfo que ella le otorga en este día. Busquemos por medio del amor "a este humilde y dulce Salvador que viene a visitar a la hija de Sión", como dice el profeta. Aquí está en medio de nosotros; a él se dirije el tributo de nuestros ramos; unámosle también el de nuestros corazones. Se presenta para ser nuestro Rey; acojámosle y digamos: Hosanna al hijo de David.

LA ENTRADA EN LA IGLESIA. — Antiguamente, hasta la última reforma, el fin de la procesión iba acompañado de una ceremonia llena de un profundo simbolismo. Al momento de entrar en la iglesia, el cortejo se hallaba con las puertas cerradas. La marcha triunfal se detenía; pero los cantos de alegría no se suspendían. Un himno especial a Cristo Rey resonaba a la puerta de la iglesia, con su alegre estribillo, hasta que el subdiácono golpeando con el asta de la cruz las puertas, conseguía que se abriesen, y el pueblo, precedido del clero, entraba aclamando al único que es la Resurrección y la vida. 

El fin de esta escena era rememorar la entrada del Salvador en otra Jerusalén, de la que la de la tierra no era sino figura. Esta Jerusalén es la patria celestial cuya entrada Jesucristo nos ha procurado. El pecado del primer hombre había cerrado sus puertas; pero Jesús, el Rey de la gloria, las abrió por la virtud de su Cruz, ante la cual no pudieron resistir. 

Este mismo canto, en honor de Cristo Rey, se ha conservado, pero la parada a la puerta de la iglesia ha quedado suprimida. Prosigamos, pues, tras los pasos del Hijo de David, puesto que Él es el Hijo de Dios y nos invita a tomar parte en su reino. Así es como la Iglesia en la procesión de los Ramos que no es otra cosa que la commemoraeión de los acontecimientos de aquel día, eleva nuestra mente al misterio de la Ascensión por el que se pone fin, en el cielo, a la misión del Hijo de Dios en la tierra. Pero ¡ay! los días intermedios entre ambos triunfos no son todos días de alegría, y antes que termine la procesión la Iglesia, que se ha levantado unos momentos de su tristeza, vuelve a gemir continuamente. 

LA MISA 

La tercera parte de la función de hoy es el santo sacrificio. Todas sus melodías están rebosantes de desaliento; la lectura de la Pasión, que va a tener lugar en seguida, señala el punto culminante de la jornada. En el siglo V o VI la Iglesia adoptó para el relato un recitado especial que se convirtió en un verdadero drama. Primeramente el Cronista que relata los hechos de un modo grave y patético; Cristo, en cambio, tiene un acento noble y suave que contrasta vivamente con el tono elevado de los demás interlocutores y con los gritos del pueblo judío. En el momento en que Él se deja pisotear por los pecadores, llevado del amor que nos tiene, entonces es cuando nosotros debemos gritar que es nuestro Dios y nuestro Rey soberano. Estos son los ritos generales de este gran día; para la completa inteligencia de las oraciones y lecturas insertamos, como solemos, todos los detalles necesarios.

NOMBRES DADOS A ESTE DÍA. — Este domingo, además de su nombre litúrgico y popular de Domingo de Ramos o de Palmas, tiene el de Domingo del Hosanna, a causa del grito triunfal con que los judíos saludaron la llegada de Jesús. Nuestros padres le llamaron Domingo de Pascua florida, porque Pascua que se celebrará dentro de ocho días, está hoy como en flor y los fieles pueden empezar el cumplimiento pascual de la comunión anual desde este momento. Los españoles, al descubrir el Domingo de Ramos de 1513 el vasto territorio vecino de México le dieron el nombre de Florida en recuerdo de esta denominación. También se llama a este domingo Capitilavium, es decir lava-cabezas porque en los siglos medievales, los padres lavaban la cabeza de sus hijos nacidos en los meses anteriores cuyo bautismo podían retrasar sin peligro hasta el Sábado Santo, con el fin de que este día estuvieran decentes para ser ungidos con el Santo Crisma. En épocas anteriores este domingo recibió, en algunas iglesias, el nombre de Pascua de los Competentes. Se llamaba competentes a los catecúmenos admitidos al bautismo. Se reunían hoy en la Iglesia y se les explicaba detenidamente el símbolo que les habían explicado en el precedente escrutinio. En la Iglesia mozárabe española se les explicaba sólo este día. Por fin, los griegos le designaron con el nombre de Baiphore, es decir Porta-Palma.


Año Litúrgico de Dom Guéranger


 

viernes, 7 de abril de 2017

8 de Abril: SÁBADO DE PASIÓN. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

Desde hoy comenzamos, con el Santo Evangelio, a contar de un modo preciso, los días que deben pasar antes de la inmolación del Cordero divino. Este Sábado corresponde al sexto día antes de Pascua según el cómputo de San Juan en el c. XII. 

LA UNCIÓN DE BETANIA. — Jesús está en Betania; se celebra un festín en su honor. Lázaro resucitado asiste a este banquete, que tiene lugar en casa de Simón el Leproso. Marta se ocupa en los quehaceres de casa; su hermana María Magdalena, a quien el Espíritu Santo hace presentir que la muerte y sepultura de su amadísimo Maestro se acercan, ha preparado un perfume que va a esparcir sobre Él. El Santo Evangelio, que guarda siempre una discreción llena de misterios sobre la madre de Jesús, no nos dice nada acerca de su estancia en este tiempo en Betania; pero es imposible dudarlo. Se hallaban también los Apóstoles y tomaban parte en el banquete. Mientras los amigos del Salvador se reunían así en torno de él en esta villa de Betania, situada a dos mil pasos de Jerusalén, el cielo se entristecía cada vez más sobre la ciudad infiel. Con todo, Jesús hará mañana en ella una aparición; pero lo ignoran aún sus discípulos. El corazón de María está triste; a Magdalena la absorben pensamientos de duda; todo anuncia un próximo desenlace...

HISTORIA DE ESTA JORNADA. — La Iglesia ha reservado, con todo, el relato del Evangelio de San Juan, que nos cuenta los hechos de esta jornada, para la Misa del Lunes próximo. La razón de esta particularidad, es que, hasta el siglo XII, no había estación en Roma. El Papa empezaba, por una jornada de descanso, las fatigas de la gran Semana, cuyas solemnes funciones debían comenzar mañana. Pero aunque no presidía la asamblea de los fieles no dejaba por eso de cumplir en este día dos prescripciones tradicionales que tenían su importancia en los usos litúrgicos de la Iglesia Romana. 

En el trascurso del año, el Papa tenía la costumbre de enviar cada domingo una porción de la Sagrada Eucaristía, consagrada por él mismo, a cada uno de los sacerdotes que servían los títulos presbiteriales, o iglesias parroquiales de la ciudad. Este envío, o mejor, esta distribución tenía lugar desde hoy durante toda la Semana Santa, quizás a causa de que la función de mañana no permitiría que se ejecutase desahogadamente. Los antiguos monumentos litúrgicos de Roma nos descubren que la repartición del Pan Sagrado se ejecutaba en el Consistorio de Letrán. El cardenal Tommasi y Benedicto XIV se inclinan a creer que también tomaban parte en ellas los obispos de las iglesias suburvicarias. Existen otras pruebas en la antigüedad, que nos muestran que los obispos se enviaban, en ciertas épocas, mutuamente la Sagrada Eucaristía, en señal de la comunión que los unía. En cuanto a los sacerdotes encargados de los títulos presbiteriales de la ciudad, a quienes se remitía cada semana una parte de la Eucaristía consagrada por el Papa, ellos se servían de ella en el altar, introduciendo una partecita de este Pan sagrado en el cáliz antes de comulgar. 

La otra costumbre de este día consistía en una limosna general que presidía el Papa y que estaba sin duda destinada, por su abundancia, a suplantar la que no podía realizarse en Semana Santa, que absorbían los Oficios divinos y las demás ceremonias. Los liturgistas de la Edad Media hacen resaltar la estrecha relación que existe entre el pontífice romano que ejerce en persona las obras de misericordia con los pobres, y María Magdalena que embalsama con sus perfumes este mismo día los pies del Salvador. 

Posteriormente, en el siglo XII se establece una Estación; tiene lugar en la iglesia de San Juan ante Portam Latinam. En ella se ha localizado el episodio del martirio del discípulo amado, sumergido en una caldera de aceite hirviendo. 

ORACIÓN 

Suplicámoste, Señor, hagas que el pueblo, a ti dedicado, avance en el amor de la piadosa devoción: para que, instruido con sagradas acciones, cuanto más grato sea a tu majestad, tanto más enriquecido se vea de celestiales dones. Por Jesucrito, nuestro Señor. 

 EPÍSTOLA 

Lección del Profeta Jeremías (XVIII, 18-23). 
En aquellos días dijeron entre sí los judíos impíos: Venid, y maquinemos planes contra el justo: porque no faltará la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni la palabra del profeta: venid, e hirámosle con la lengua, y no consideremos todas sus palabras. Atiéndeme, Señor, y oye la voz de mis adversarios. ¿Acaso he devuelto mal por bien para que cavaran un hoyo contra mi vida? Acuérdate de que he estado en tu presencia, para hablar bien por ellos, y para apartar de ellos tu indignación. Por eso, entrega sus hijos al hambre, y hazlos pasar por la espada: queden sin hijos y viudas sus mujeres: y perezcan con muerte sus maridos: sus jóvenes sean cosidos por la espada en la batalla. Oigase el clamor de sus casas: porque lanzarás bruscamente sobre ellos al salteador: porque cavaron un hoyo, para cazarme, y escondieron lazos para mis pies. Pero tú, Señor, conoces todas sus maquinaciones de muerte contra mí: no perdones su iniquidad, y no se borre su pecado de tu cara: caigan derribados en tu presencia, extermínalos en el tiempo de tu furor, Señor Dios nuestro. 
 
ANATEMAS CONTRA LOS PECADORES. — No se leen sin cierto temblor los anatemas que Jeremías, figura de Cristo, dirige a los judíos, sus perseguidores. Esta predicción se cumplió letra a letra en la primera ruina de Jerusalén por los Asirios. Recibió una confirmación más terrible aún en la segunda visita de la ira de Dios sobre esta maldita ciudad. No fue ya sólo a Jeremías profeta a quien los judíos persiguieron con furor y tratamientos indignos; fue al mismo Hijo de Dios a quien habían rechazado y crucificado. A su mismo Mesías habían devuelto "mal por bien". No es sólo Jeremías quien ha rogado a Dios que los perdonara y retirara de ellos su indignación; el mismo Hombre-Dios ha insistido persistentemente en su favor, y, si finalmente los ha abandonado a la justicia divina, ha sido después de haber agotado todos los medios de misericordia y perdón; mas todo este amor ha sido inútil; y este pueblo ingrato, cada vez más enfurecido contra su bienhechor, gritaba con arrebatos de ira: "¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!" ¡Qué maldición se atrajo Judá sobre sí mismo con este deseo! Dios le escuchó y se acordó de él. El pecador ¡ay! que conoce a Jesucristo y el precio de su sangre y que derrama de nuevo esta preciosa sangre, ¡no se expone a los rigores de esta misma justicia que tan terrible se manifestó con Judá! Temamos y roguemos; imploremos la divina misericordia en favor de tantos ciegos voluntarios, de tantos corazones empedernidos, que corren a su ruina; y por nuestras instancias dirigidas al Corazón misericordioso de nuestro común Redentor obtendremos, que el castigo que tienen merecido sea perdonado y se cambie en sentencia de perdón. 

EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según San Juan. (XII, 10-36.) 
 


En aquel tiempo los príncipes de los sacerdotes pensaron matar a Lázaro: porque, por su causa, se apartaban muchos, judíos, y creían en Jesús. Y al día siguiente, una gran turba, que había venido a la fiesta, cuando oyeron que venía Jesús a Jerusalén, empuñaron ramos de palmeras, y le salieron al encuentro, y clamaban. ¡Hosanna! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel! Y encontró Jesús un asnillo, y se sentó sobre él, como está escrito: He aquí a tu Rey, que viene sentado sobre la cría de un asna. Esto no lo entendieron entonces los discípulos: pero, cuando fue glorificado Jesús, se acordaron de que estas cosas estaban escritas de Él: y de que le hicieron estas cosas. Y la gente que estaba con Él, cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le resucitó de entre los muertos, daba testimonio de ello. Por eso le salió al encuentro la turba: porque oyeron que había hecho este milagro. Dijeron entonces los fariseos entre sí: ¿Veis cómo no adelantamos nada? Todo el mundo se va detrás de Él. Y había algunos gentiles, de los que habían subido a rezar en el día de la fiesta. Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, queremos ver a Jesús. Fue Felipe, y se lo dijo a Andrés: Andrés y Felipe se lo dijeron después a Jesús. Y Jesús les respondió, diciendo: Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. En verdad, en verdad os digo. Si el grano de trigo no cayere en tierra, y no muriere, quedará él solo: pero, si muriere, dará mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y, el que odia su vida en este mundo, la guarda para la vida eterna. El que me sirva a mí, que me siga: y, donde yo esté, esté también allí mi servidor. Al que me sirviere a mí, le honrará mi Padre. Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué diré? Padre, sálvame de esta hora. Pero he venido por esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Y bajó una voz del cielo: Le he glorificado, y le glorificaré otra vez. Y la turba que estaba presente, y que había oído, decía que había sonado un trueno. Otros decían: Le ha hablado un Ángel. Respondió Jesús, y dijo: Esta voz no ha sido por mí, sino por vosotros. Ahora es el juicio del mundo: ahora será arrojado fuera el príncipe de este mundo. Y yo, si fuere levantado de la tierra, lo atraeré todo hacia mí. (Decía esto, aludiendo a la muerte con que había de morir.) Respondióle la turba: Nosotros sabemos por la Ley que el Cristo permanece para siempre: y ¿cómo dices tú: Es necesario que el Hijo del hombre sea levantado? ¿Quién es ese Hijo del hombre? Dijoles entonces Jesús: Todavía hay un poco de luz en vosotros. Caminad mientras tenéis luz, para que no os envuelvan las tinieblas: porque, el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. Mientras tenéis luz, creed en la luz, para que seáis hijo de la luz. Esto dijo Jesús: y se fue, y se escondió de ellos. 
 
EL ODIO DE LOS JUDÍOS. — Los enemigos del Salvador han llegado a un grado de furor tal, que les ha hecho perder los sentidos. Tienen ante sus ojos a Lázaro resucitado; y en lugar de hallar en él una prueba incontrastable de la misión divina de Jesús y de rendirse a la evidencia de los hechos, tratan de hacer desaparecer, a este testigo irrecusable, como si Aquel que lo ha resucitado ya una vez, no pudiera devolverle de nuevo la vida. La recepción triunfal que el pueblo tributó al Salvador en Jerusalén vino a exasperar su furor y su ira. "No adelantamos nada, se decían; todo el mundo va tras él." Pero ¡ay! a esta ovación momentánea seguirá muy pronto uno de esos cambios bruscos a los que tan inclinado se halla el pueblo. En efecto, hasta los mismos gentiles se presentan para ver a Jesús. Es el anuncio del próximo cumplimiento de la profecía del Salvador. "El reino de los cielos os será arrebatado para entregarlo a un pueblo que produzca frutos'". Entonces el Hijo del Hombre será glorificado. Todas las naciones protestarán con su sumiso homenaje al crucificado en contra de la ceguera de los judíos. Pero antes es necesario, "que la simiente divina sea arrojada a la tierra y muera en ella"; después vendrá el tiempo de la recolección y el grano rendirá el ciento por uno. 

LA REDENCIÓN. — Jesús con todo eso experimenta en su humanidad un instante de turbación, al pensar en su muerte. No ha llegado todavía la agonía del huerto; mas un escalofrío se apodera de Él. Escuchemos este grito: "¡Padre, líbrame de esta hora!" Cristianos, vuestro mismo Dios es presa del miedo, previendo lo que muy pronto tendrá que sufrir por nosotros. Pide el verse libre de este destino que ha presvisto y querido. "Pero, añade, para esto he venido yo, Padre, glorifica tu nombre." Su corazón está tranquilo a pesar de todo. Acepta de nuevo las duras condiciones de nuestra salvación. Escuchad también esta palabra de triunfo. En virtud del sacrificio que va a ofrecer, Satanás será destronado, "este príncipe del mundo va a ser arrojado por tierra". Mas la derrota del demonio no es el único fruto de la inmolación de nuestro Salvador; el hombre, este ser terreno y depravado, va a dejar la tierra y se va a elevar hasta el cielo. El Hijo de Dios como un imán celeste lo atraerá en adelante hacia sí. "Cuando sea levantado de la tierra, dijo Él, cuando sea crucificado atraeré hacia mí todas las cosas." No piensa más en sus tormentos, en aquella muerte terrible que continuamente le asustaba; no ve sino la ruina de nuestro enemigo, nuestra salvación, nuestra glorificación por su cruz. Tenemos, pues, en estas palabras todo el corazón de nuestro Redentor; si las meditamos, bastan ellas solas para disponer nuestras almas a gustar los misterios de los que está llena la semana que comienza mañana.
 
ORACIÓN 

Suplicámoste, Señor, hagas que tu diestra proteja al pueblo que te suplica; y, ya purificado, le instruya benignamente: para que, con el consuelo presente, crezca en los bienes futuros. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Año Litúrgico de Dom Guéranger


 

PASA SEMANA SANTA EN LA CASA DE RETIROS DE SAN JOSE. DISPOSICIÓN DE LA ERMITA Y DE LA IGLESIA.


Casa de Retiros San José

La casa pone a disposición sus habitaciones para quien desee quedarse la Semana Santa en espíritu de Retiro, haciendo Adoración. La Ermita y la iglesia están siempre disponibles para la oración privada de cada visitante.

También es posible quedarse en la Casa de Retiros los 4 días de ceremonias propiamente dichas, Jueves Santo, Viernes Santo, Sábado Santo y domingo de Resurrección.

Jueves Santo: Misa de la Institución de la Eucaristía  18.00 hs. Y Adoración del Ssmo. Sacramento hasta las 12 de la noche. Procesión hasta la Ermita.
Viernes Santo : Pasión de Ntro. Señor Jesucristo, Adoración de la Santa Cruz, Comunión  18.00 hs
Sábado Santo :  Vigilia Pascual, Bendición del Fuego, Lecturas, Letanías de los Santos, Renovación de las Promesas del Bautismo y Misa de Resurrección  9.45 pm
Domingo de Resurrección,
Adoración Solemne del Ssmo. Sacramento  10.45 hs.
Misa Solemne  12.00 hs.

Resurexit sicut Dixit !

(Resucitó, como lo había prometido!)

Ntra. Señora de Fátima:

"SI LA HUMANIDAD NO SE CONVIERTE HABRÁ UNA GUERRA AÚN MÁS TERRIBLE."
"TU AL MENOS PROCURA CONSOLARME".
"DIOS ESTÁ MUY OFENDIDO POR LA INDIFERENCIA DE LOS HOMBRES."
"NO SERÁ POSIBLE DETENER DURANTE MUCHO TIEMPO EL BRAZO DE DIOS PARA CASTIGAR A LA HUMANIDAD QUE TANTO LE OFENDE...!"
La Semana Santa es TIEMPO DE ORACIÓN y de Vivir la Pasión.
Vivir estos días solo para pasear, hacer turismo y solo para "pasarlo bien" es tener una concepción pagana de la Semana Santa que desprecia EL LLAMADO URGENTE de la Virgen de Fátima a la REPARACIÓN.
Ir a visitar lugares turísticos, ver procesiones y peregrinar por varios lugares   NO ES SUFICIENTE PARA VIVIR LA SEMANA SANTA,   a menudo las procesiones y actos públicos se han convertido en puras atracciones turísticas, sin piedad, sin oración ni respeto a la Pasión.

Antiguo refrán:

"EL QUE MUCHO PEREGRINA, POCO SE SANTIFICA ! "
Recordemos que los más grandes santos de la historia han sido sobre todo ADORADORES Y DEVOTOS DE LA PASIÓN.
Salvemos el sentido Cristiano auténtico y piadoso que siempre caracterizó a la  Semana Santa !
Ave María +

Casa de retiros San José
Soto del Real. Madrid.

Interesados contactar en el teléfono 91 868 33 31 o en el mail edisanjo2016@gmail.com

jueves, 6 de abril de 2017

LOS SIETE DOLORES DE LA SANTISIMA VIRGEN

LA COMPASIÓN DE NUESTRA SEÑORA. — La piedad de los últimos tiempos ha consagrado de una manera especial esta temporada a la memoria de los dolores que María sufrió al pie de la cruz de su divino Hijo. La siguiente semana está consagrada toda entera a la celebración de los misterios de la Pasión del Salvador; y aunque el recuerdo de María compaciente también se halle presente en el corazón del fiel, que sigue piadosamente todos los actos de este drama, los dolores del Redentor, el espectáculo que forman la misericordia y la justicia divinas uniéndose para obrar nuestra redención, preocupan con demasiada viveza el pensamiento, para que sea posible honrar, como se merece, el misterio de la participación de María en los padecimientos de Jesús. 


HISTORIA DE LA FIESTA. — Era, pues, conveniente que se eligiera un día del año para cumplir con este deber; y ¿qué día más a propósito que el Viernes de la semana en que nos hallamos, que está ya toda entera dedicada al culto de la Pasión del Hijo de Dios? Ya en siglo XV, en 1423, un arzobispo de Colonia, Tedorico de Meurs, introdujo esta fiesta en su Iglesia por un decreto sinodal (Labbe, Concilios, t. XII, p. 365. El decreto daba la razón por la institución ele esta fiesta: "Honrar la angustia que sufrió María, cuando nuestro Redentor se inmoló por nosotros y recomendó esta Madre bendita a San Juan, y, sobre todo, para que sea reprimida la perfidia de los herejes Husitas."). Se fue extendiendo poco a poco con diversos nombres por las provincias de la catolicidad a causa de la tolerancia de la Sede Apostólica, hasta que finalmente el Papa Benedicto XIII, por un decreto del 22 de agosto de 1727, la inscribió solemnemente en el calendario de la Iglesia católica con el nombre de Fiesta de los siete dolores de la Bienaventurada Virgen María. En este día la Iglesia quiere honrar a María que sufre al pie de la cruz. Hasta la época en que el Papa extendió a toda la cristiandad esta fiesta con el título nombrado más arriba, se la designaba con distintas apelaciones: Nuestra Señora de la Piedad; la Compasión de nuestra Señora; en una palabra, esta fiesta había sido ya admitida por la piedad popular antes de haber obtenido la consagración de la Iglesia. 

MARÍA CORREDENTORA. — Para comprender mejor el objeto y para dedicar en este día a la Madre de Dios y de los hombres, las alabanzas que la son debidas, debemos acordarnos que Dios ha querido, en los designios de su infinita sabiduría, asociar a María, de todos los modos, a la regeneración del género humano. Este misterio presenta una aplicación de la ley que nos revela toda la grandeza del plan divino; nos muestra una vez más al Salvador hiriendo el orgullo de Satanás por el débil brazo de una mujer. En la obra de nuestra salvación hallamos tres intervenciones de María, tres cincunstancias en que ella es llamada a unir su acción a la del mismo Dios. La primera en la Encamación del Verbo que no se encarnó en ella, sino después de su consentimiento, por un solemne Fiat que salvó al mundo. La segunda en el Sacrificio de Jesucristo en el Calvario al que ella asiste para participar en la ofrenda expiatoria; la tercera el día de Pentecostés, en que recibe al Espíritu Santo, como le recibieron los demás Apóstoles, para contribuir así eficazmente al establecimiento de la Iglesia. Ya hemos expuesto en la fiesta de la Anunciación, la parte que tomó la Virgen de Nazaret en el acto más grande que Dios ha querido realizar para su gloria y para el rescate y santificación del género humano. En otro lugar tendremos ocasión de mostrar a la Iglesia naciente, elevándose y desenvolviéndose con la acción de la Madre de Dios; hoy nos toca examinar la parte que corresponde a María en el misterio de la Pasión de Jesús; exponer los dolores que ha sufrido junto a la cruz; los nuevos títulos que ha conquistado para nuestro filial reconocimiento. 


LA PREDICCIÓN DE SIMEÓN.—Cuarenta días después del nacimiento de Jesús la Bienaventurada Virgen presentó a su Hijo en el templo. Un anciano aguardaba al Niño y le proclama "la luz de los pueblos y gloria de Israel". Mas volviéndose pronto hacia su madre, la dijo: "Este niño será también piedra de escándalo (signo de contradicción) y una espada traspasará tu alma." Este anuncio de dolores para la madre de Jesús nos hace comprender, que ya han cesado las alegrías del tiempo de Navidad, y que ha llegado un tiempo de amarguras para el hijo y para la madre. En efecto, desde la huída de Egipto hasta estos días en que la maldad de los judíos prepara el mayor de los crímenes, ¿cuál ha sido la situación del hijo humillado, desconocido, perseguido, cubierto de ingratitudes? ¿Cuál ha sido, por consiguiente, la continua inquietud, la angustia persistente del corazón de la más tierna de las madres? Mas hoy previendo el curso de los acontecimientos pasemos adelante, y coloquémonos en la mañana del Viernes Santo. 


MARÍA, EL VIERNES SANTO. — María sabe que, esta misma noche, su Hijo ha sido entregado por uno de sus discípulos, por un hombre a quien Jesús había elegido por confidente, a quien ella misma había dado más de una vez señaladas muestras de bondad maternal. Después de cruel agonía ha sido encadenado como malhechor y la soldadesca le ha conducido a casa de Caifás, su principal enemigo. De allí le han llevado a la presencia del gobernador romano, cuya intervención era necesaria a los príncipes de los sacerdotes y doctores de la ley, para que ellos pudiesen, según su deseo, derramar la sangre inocente. María se halla en Jerusalén; Magdalena y los amigos de Jesús la rodean; pero no pueden impedir los gritos del pueblo que llegan a sus oídos. ¿Y quién, por otra parte, sería capaz de alejar los presentimientos del corazón de tal madre? No tarda en extenderse por la ciudad la noticia de que se ha pedido al gobernador que Jesús de Nazaret sea crucificado. ¿Permanecerá María a un lado, en este momento en que todo un pueblo está en pie para acompañar con sus insultos hasta el Calvario a ese Hijo de Dios que ella llevó en su seno, que alimentó con su pecho? ¡Lejos de ella tal cobardía! Se levanta, se pone en marcha y se coloca en el camino por donde debe pasar Jesús. El aire está infectado de gritos y blasfemias. Esta multitud que precede y sigue a la víctima está compuesta de gente feroz e insensible: solamente un grupo de mujeres deja escapar lamentaciones dolorosas y por esto merece atraer las miradas de Jesús. ¿Podía María mostrarse menos sensible a la suerte de su Hijo, que lo que manifestaron estas mujeres a quienes no unían con él sino lazos de admiración y de reconocimiento? Insistimos en este hecho para mostrar el horror que profesamos a ese racionalismo hipócrita que, pisoteando todos los sentimientos del corazón y las tradiciones de la piedad católica de Oriente y de Occidente, ha querido poner en duda la verdad de esta Estación de la calle de la Amargura, que señala el lugar del encuentro del hijo con su madre. La secta no se atreve a negar la presencia de María al pie de la cruz; el Evangelio es en este punto demasiado explícito; pero, antes que rendir homenaje al amor maternal más tierno que ha existido, prefiere dar a entender, que mientras que las Hijas de Jerusalén marchaban sin miedo en pos de Jesús, María se dirige al Calvario por senderos desconocidos. 


LA MIRADA DE JESÚS Y DE MARÍA. — Nuestro corazón filial será más justo para con la mujer fuerte por excelencia. ¿Quién podrá decir el dolor y amor que expresaron sus miradas al encontrarse con las de su Hijo, cargado con la cruz? ¿Quién podrá decir asimismo la ternura y resignación con que respondió Jesús al saludo de su Madre? ¿Con qué afecto Magdalena y las otras santas mujeres sostendrían en sus brazos a quien debía subir todavía al Calvario, a recibir el último suspiro de su Hijo? El camino del Vía Crucis es aún largo, desde la cuarta hasta la décima estación, y si es regado con la sangre del Redentor, es bañado también con las lágrimas de su madre. 


LA CRUCIFIXIÓN. — Jesús y María han llegado a la cumbre de esta colina que debe servir de altar al más augusto de los sacrificios; mas el decreto divino no permite a la madre acercarse a su hijo. Cuando la víctima esté preparada se acercará aquella que la deba ofrecer. Esperando este solemne momento ¡qué tormentos para Nuestra Señora a cada martillazo que daban en el madero sobre los miembros delicados de su Jesús! Y cuando, por fin, le es permitido acercarse con Juan el discípulo amado, con Magdalena y las otras compañeras; ¡qué angustias mortales experimenta el corazón de esta madre, que, elevando sus ojos, contempla con lágrimas el cuerpo destrozado de su hijo, violentamente extendido sobre el patíbulo con el rostro bañado en sangre, y cubierto de esputos, con la cabeza coronada con una diadema de espinas! ¡He aquí, pues, al rey de Israel, cuyas grandezas le había anunciado el ángel, el hijo de su virginidad, al que ella ha amado como a su Dios, y al mismo tiempo como fruto bendito de su vientre! Más que para ella, le ha concebido, le ha criado, le ha alimentado para los hombres; ¡y son esos mismos hombres los que le han puesto en tal estado! Si todavía, por uno de esos prodigios que están en poder de su Padre, pudiera ser devuelto al amor de su madre; ¡si esta justicia con la cual él se ha dignado cumplir todas nuestras obligaciones, se contentase con lo que ya ha sufrido! Mas no; es necesario que muera, que exhale su alma en, medio de la más cruel agonía.


EL MARTIRIO DE MARÍA. — María se halla al pie de la cruz para recibir el adiós de su Hijo; se va a separar de ella y en breves momentos no poseerá de este hijo tan querido más que un cuerpo inanimado y cubierto de heridas. Mas cedamos la palabra a San Bernardo, cuyos escritos usa hoy la Iglesia en los oficios de Maitines: "Oh madre, exclama, al considerar la violencia del dolor que traspasó tu alma, te proclamamos más que mártir; pues la compasión que has tenido con tu hijo ha sobrepasado todos los padecimientos que puede soportar el cuerpo. ¿No ha sido más penetrante que una espada para tu alma esta frase: Mujer, he ahí a tu hijo? ¡Cambio cruel! ¡En lugar de Jesús recibe a Juan; en lugar del Señor, al servidor; en lugar del Maestro, al discípulo; en lugar del Hijo de Dios, al hijo del Zebedeo; un hombre, en fin, en lugar de un Dios! ¿Cómo no habría de ser traspasada tu tierna alma, si aún nuestros mismos corazones de hierro y de bronce, se sienten desgarrados al solo recuerdo de lo que padeció el tuyo? No os asuste, pues, hermanos míos, el oír decir que María ha sido mártir en su alma. No tiene motivos para escandalizarse, sino aquel que haya olvidado que San Pablo cuenta, como uno de los mayores crímenes de los gentiles, el que no tuvieran afectos. El corazón de María estuvo exento de este defecto; ¡que se halle lejos también del corazón de aquellos que la honran! 


En medio de los clamores y de los insultos que ascienden hasta su hijo elevado en la cruz, María siente que se dirigen a ella estas palabras que la muestran que no tendrá en la tierra más que un hijo de adopción. Las alegrías maternales de Belén y de Nazaret, alegrías tan puras y tan frecuentemente turbadas por la inquietud, se repliegan en su corazón y se cambian en amarguras. ¡Fue la madre de un Dios y su hijo le es arrebatado por los hombres! Eleva una vez más sus ojos hacia su amadísimo Hijo, le ve como una víctima, agobiado por una ardiente sed, que ella no puede apagar. Contempla su mirada que se extingue; su cabeza que se inclina hacia el pecho; todo está consumado. 

LA LANZADA. — María no se separa del árbol del dolor, a cuya sombra la ha retenido hasta el presente su amor maternal, y con todo ¡qué emociones tan crueles la aguardan todavía! ¡Un soldado traspasa de una lanzada ante sus ojos el pecho de su Hijo muerto! "¡Ah!, sigue diciendo San Bernardo, es tu corazón—oh madre—, el que ha sido traspasado por el hierro de la lanza, más bien que el de tu Hijo, que ya ha exhalado el último suspiro. Su alma no está ya allí; pero está la tuya que no puede separarse" (Sermón de las doce estrellas). La imperturbable madre persiste en la guarda de los restos sagrados de su Hijo. Sus ojos le contemplan al bajarle de la cruz; y cuando ya, por fin, los amigos de Jesús, con todo el respeto que deben al hijo y a la madre, se le devuelven, tal como le ha dejado la muerte, le recibe en sus rodillas que fueron en otros tiempos el trono en que recibió los presentes de los príncipes de Oriente. ¿Quién será capaz de contar los suspiros y sollozos de esta madre, al estrechar contra su corazón los despojos inanimados del más querido de los hijos? ¿Quién será capaz al mismo tiempo de contar las heridas de que se halla cubierto el cuerpo de la víctima universal? 


LA SEPULTURA DE JESÚS. — El tiempo corre, el sol va acercándose a su ocaso; hay que apresurarse a encerrar en el sepulcro el cuerpo de quien es el autor de la vida. La madre concentra toda la energia de su amor en un último beso y oprimida de un dolor inmenso como el mar, entrega este cuerpo adorable, a aquellos que después de haberlo embalsamado, le deben encerrar bajo la piedra de la tumba. Se cierra el sepulcro y María acompañada de Juan, su hijo adoptivo, y de Magdalena, seguida de los dos discípulos que han asistido a las exequias, y de las santas mujeres, se internan en la ciudad maldita. 


LA NUEVA EVA. — ¿No veremos nosotros en todo esto, nada más que el espectáculo de las aflicciones que ha padecido la madre de Jesús junto a la cruz de su hijo? ¿No había sido intención de Dios el haberla hecho asistir en persona a la muerte de su hijo? ¿Por qué no la ha arrancado de este mundo, como a José, antes de que llegara el día en que la muerte de Jesús debía causar en su corazón una aflicción, que sobrepasara a todas aquellas que han padecido todas las madres después del origen del mundo? Dios no lo ha hecho por que la nueva Eva tenía que desempeñar un papel al pie del árbol de la cruz. Del mismo modo que el Padre celestial requirió su consentimiento antes de enviar al Verbo Eterno a esta tierra, fueron requeridas la obediencia y abnegación de María para la inmolación del Redentor. ¿No era este hijo, que ella había concebido después de haber consentido en el ofrecimiento divino, el bien más querido de esta madre incomparable? El cielo no se lo debía de arrebatar sin que ella misma lo ofreciera. 


¡Qué lucha tan terrible se entabló entonces en este corazón tan amante! ¡La injusticia, la crueldad de los hombres le arrancaba a su hijo! ¿Cómo ella, su madre, puede ratificar, con su consentimiento, la muerte de aquel a quien ama con doble amor, como a hijo y como a Dios? De otro lado, si Jesús no es inmolado, el género humano permanecerá presa de Satanás, el pecado no será reparado, y en vano será ella madre de un Dios. Sus honores y sus alegrías serán para ella sola, y nos abandonará por tanto a nuestra triste suerte. ¿Qué hará, pues, la virgen de Nazaret, esa virgen que lleva un corazón tan grande; esa criatura siempre pura, cuyos afectos, jamás se vieron tildados de egoísmo, que tan frecuentemente se filtra en las almas en que ha reinado el pecado original? María por delicadeza para con los hombres, al unirse, al deseo de su hijo, que no vive sino para su salvación, consigue un triunfo sobre sí misma; pronuncia por segunda vez su FIAT y consiente en la inmolación de su hijo. No se lo exige la justicia de Dios; ella misma es quien lo cede; pero en cambio es elevada a un grado tal de grandeza, que jamás pudo concebir en su humildad. Una unión inefable se establece entre la ofrenda del Verbo encarnado y la de María; la sangre divina y las lágrimas de la madre corren mezcladas y se confunden para operar la redención del género humano. 

EL VALOR DE MARÍA. — Examinad ahora la conducta de esta madre y el valor que la anima. Bien distinto por cierto del de esta otra madre, de quien nos habla la Escritura, la infortunada Agar, que después de haber procurado inútilmente saciar la sed de Ismael, asfixiado por el ardiente sol del desierto, se alejó para no ver morir a su hijo; María habiéndose enterado de que el suyo ha sido condenado a muerte, se pone en pie y corre hasta que lo encuentra y le acompaña hasta el lugar en que debe morir. Y ¿cuál es su actitud al pie de la cruz de su hijo? ¿Se muestra desfallecida y abatida? ¿El dolor inaudito que la oprime le han hecho acaso caer por tierra o en manos de los que la rodean? No; el Santo Evangelio contesta con una sola palabra a esta cuestión: "María permanecía en pie (stabat) junto a la cruz." El sacrificador está de pie ante el altar, para ofrecer su sacrificio. María debía guardar actitud semejante. San Ambrosio, cuya alma tierna, y cuya profunda inteligencia de los misterios nos han transmitido rasgos tan preciosos acerca del carácter de María, lo dice todo en estas breves palabras: "Se mantenía en pie frente a la cruz, contemplando con sus maternales miradas las heridas de su hijo; esperando, no la muerte de su querido hijo, sino más bien la salvación del mundo" (Comentario de S. Lucas, CXXIII). 


MARÍA NUESTRA MADRE. — Así esta madre de dolores en circunstancias parecidas, lejos de maldecirnos, nos ama, sacrifica por nuestra salvación hasta los gratos recuerdos de las horas de alegría que había experimentado en su hijo. A pesar de los gritos de su corazón de madre, se le devuelve a su Padre como un tesoro confiado en depósito. La espada penetraba cada vez más profunda en su alma; mas nosotros estamos ya salvados; y, a pesar de que no fue mas que una pura criatura, cooperó con su hijo a nuestra salvación. ¿Tenemos motivos para admirarnos, después de esto, de que Jesús eligiera este mismo momento para proclamarla madre de los hombres, en la persona de Juan que nos represéntaba a todos? Nunca el corazón de María se había sentido tan inclinado a nuestro favor. Que en adelante sea pues esta nueva Eva, la verdadera "Madre de todos los vivientes." La espada que atravesó su inmaculado corazón nos ha franqueado la entrada en él. En el tiempo y en la eternidad, María hará extensivo a nosotros el amor que siente a su Hijo; por que acaba de oírle decir, que nosotros también en adelante lo seremos para ella. Por habernos rescatado, él es nuestro Señor; por haber cooperado tan generosamente a nuestro rescate, ella es nuestra Señora. 


ORACIÓN 

Con esta confianza, oh Madre afligida, venimos hoy a rendirte con la Santa Iglesia nuestro filial homenaje. Jesús, el fruto de tu vientre, fue concebido por Ti sin dolor; nosotros, hijos tuyos por adopción, hemos penetrado en tu corazón por la espada. ¡Amadnos, pues, oh María, corredentora de los hombres! ¿Y cómo no hemos de reputar nosotros, como seguro, el amor tan generoso de tu corazón, cuando sabemos que para nuestra salvación, te has unido al sacrificio de tu Jesús? ¿Qué pruebas no nos has dado constantemente de tu ternura maternal, tú que eres reina de misericordia, refugio de pecadores, abogada infatigable de todas nuestras miserias? Dígnate, oh madre, vigilar sobre nosotros. Concédenos el poder sentir y gustar la dolorosa pasión de tu Hijo. Se ha realizado en tu presencia; has tenido parte en ella. Haznos penetrar todos los misterios para que nuestras almas rescatadas con la sangre de Jesús y rociados con tus lágrimas, se conviertan al Señor y se mantengan firmes en su servicio. 


Año Litúrgico de Dom Guéranger


 

7 de Abril: VIERNES DE PASIÓN. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

En Roma la Estación se celebra en la Iglesia de S. Esteban en el monte Celius. En este día que estaba consagrado a María reina de los Mártires, es curioso recordar que por una especie de presentimiento profético, esta Iglesia dedicada al primer mártir, se hallaba ya designada desde la más remota antigüedad, para la reunión de los fieles. 

COLECTA 

Suplicámoste, Señor, infundas benigno en nuestros corazones tu gracia: para que, refrenando nuestros pecados con voluntaria penitencia, prefiramos mortificarnos temporalmente, antes que ser destinados a los suplicios eternos. Por el Señor. 

EPÍSTOLA 

Lección del profeta Jeremías. 
En aquellos días dijo Jeremías: Señor, todos los que te abandonan serán confundidos: los que se apartan de ti serán escritos en la tierra: porque dejaron al Señor, fuente de las aguas vivas. Sáname, Señor, y quedaré sano: sálvame, y seré salvo: porque tú eres mi alabanza. He aquí que ellos me dicen: ¿Dónde está la palabra del Señor? ¡Venga! Y yo no me he turbado, siguiéndote a ti, mi pastor; ni he deseado día de hombre, tú lo sabes. Lo que salió de mi boca, fue recto en tu presencia. No seas espanto para mí, tú eres mi esperanza en el día de aflición. Sean confundidos los que me persiguen, y no lo sea yo: teman ellos, y no tema yo. Envía sobre ellos un día de aflición, y quebrántalos con doble quebrantamiento, Señor, Dios nuestro. 
 
JEREMÍAS FIGURA DEL MESÍAS. — Jeremías es una de las principales figuras de Jesucristo en el Antiguo Testamento, donde representa de modo especial al Mesías perseguido por los judíos. Esto ha movido a la Iglesia a elegir sus profecías con tema de las lecturas del Oficio de la noche, en las dos semanas consagradas a la Pasión del Salvador. Acabamos de escuchar uno de los gemidos que este justo dirige a Dios, contra sus enemigos; y habla en nombre de Cristo. Escuchemos estos acentos que descubren a la vez la malicia de los judíos y la de los pecadores que persiguen a Jesucristo en el mismo seno del cristianismo. "Han abandonado, dice el profeta, la fuente de aguas vivas." Judá se ha olvidado de la roca del desierto de la cual brotaron las aguas que saciaron su sed; o si todavía se acuerda de ella, ignora que esta misteriosa roca representaba al Mesías. 


JERUSALÉN IMAGEN DE LOS PECADORES. — A pesar de todo Jesús está allí en Jerusalén y clama: "Todo aquel que tenga sed, venga a mí y se sacie." Su bondad, su doctrina, sus maravillosas obras, las profecías cumplidas en Él dicen claramente que hay que creer en su palabra; pero Judá sigue sordo a su invitación imitándole en esto más de un cristiano. Hay algunos que han gustado la "fuente de aguas vivas" y que se han vuelto a los turbios riachuelos del mundo; pero su sed ha ido en aumento. Que estos tales tiemblen ante el castigo de los judíos; pues si no vuelven a su Dios caerán en aquellas llamas devoradoras y eternas en las que se rehusa aún la más mínima gota de agua al que la solicita. El Salvador por boca de Jeremías anuncia que va a llegar para los judíos "un día de maldición"; algo más tarde cuando Él vino en persona anunció a los judíos que la tribulación que caería sobre Jerusalén en castigo de su deicidio sería tan espantosa "cual no se ha visto desde el principio del mundo, ni se volverá a ver en el correr de los siglos" (.S. Mateo, XXIV, 21). Pero si el Señor ha vengado con tanto rigor la sangre de su Hijo contra una ciudad que fue durante mucho tiempo escabel de sus pies y contra un pueblo preferido a todos los otros ¿perdonará, sin embargo, al pecador que despreciando las invitaciones de la Iglesia se empeña en continuar impenitente? Judá tuvo la desgracia de colmar la medida de sus iniquidades; también todos nosotros tenemos determinado un nivel de maldad, que la justicia divina no permitirá sobrepasemos. Apresurémonos pues a pisotear al pecado; pensemos llenar la medida, de las buenas obras, y roguemos por los pecadores que no quieren convertirse. Pidamos para que esta sangre divina que ellos desprecian una vez más no se abata sobre ellos. 


EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según S. Juan. 


En aquel tiempo, los pontífices y fariseos celebraron consejo contra Jesús, y dijeron: ¿Qué hacemos? Porque este hombre obra muchos milagros. Si le dejamos así, todos creerán en Él, y vendrán los romanos, y nos quitarán nuestro lugar, y la gente. Entonces uno de ellos, llamado Caifás, que era Pontífice aquel año, les dijo: No sabéis nada, ni pensáis que os conviene que muera un solo hombre por el pueblo, y no que perezca toda la gente. Pero esto no lo dijo por propio impulso, sino que, como era Pontífice aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Desde aquel día, pues, pensaron en matarle. Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se fue a una región próxima al desierto, a la ciudad llamada Efrén, y allí moró con sus discípulos. 
 
EL CONSEJO DEL SANHEDRÍN. — La vida del Salvador está ahora más que nunca en peligro. El consejo de la nación se ha reunido para tratar de deshacerse de Él. Escuchad a estos hombres a quienes domina la más vil de las pasiones, la envidia. No niegan los milagros de Jesús, están pues en condiciones de dar un juicio sobre su misión y este juicio debería ser favorable. Mas no se han reunido con este fin, sino con el de hallar los medios para hacerle perecer. ¿Qué pensarán para sí mismos: ¿Qué sentimientos manifestarán en común para legitimar esta resolución sangrienta? Osarán poner de por medio la política el interés de la nación. Si Jesús continúa manifestándose y obrando estos prodigios pronto se levantará la Judea para proclamarle su rey y los romanos no tardarán en venir a vengar el honor del Capitolio ultrajado por la más débil de las naciones del imperio. ¡Insensatos que no comprenden que si el Mesías fuera rey, al modo de este mundo, todos los poderes de la tierra hubieran sido impotentes contra Él! No se acuerdan de la predicción de Daniel que anunció que en el correr de 70 semanas de años a partir del decreto para la reedificación del templo, Cristo había de ser condenado a muerte, y que el pueblo que ha renegado de Él no será ya en adelante su pueblo ( Daniel, IX, 25) y que después de esta perversidad un pueblo capitaneado por un jefe militar vendrá y arrasará la ciudad y el templo; que la abominación de la desolación penetrará en el santuario; y que la desolación sentará sus reales en Jerusalem para permanecer allí hasta el fin del mundo (Ibid., 26, 27). Dando la muerte al Mesías van a aniquilar con un mismo hecho a su patria. 


LA PROFECÍA DEL SUMO SACERDOTE. — Mientras tanto el indigno sacerdote que preside los últimos días de la religión mosaica, se reviste el efod, y profetiza, siendo su profecía verdadera. No nos admiremos. El velo del templo no se ha rasgado todavía; la alianza entre Dios y Judá no se ha roto aún. Caifás es un criminal, un cobarde, un sacrilego, pero es pontífice: Dios habla por su boca. Escuchemos a este nuevo Balaán; "Jesús morirá por la nación y no sólo por la nación, sino también para juntar y reunir a los hijos de Dios que se hallan dispersados." Así la agonizante Sinagoga se ve obligada a profetizar el nacimiento de la Iglesia por el derramamiento de la sangre de Jesús. Por todas las partes de la tierra se encuentran los hijos de Dios, que le sirven en medio de la gentilidad, como el centurión Cornelio; mas no se reúnen en ningún lugar visible. Se acerca la hora en que la grande y única Ciudad de Dios va a aparecer sobre la montaña y "todas las gentes se dirigirán a ella" (Isaías II, 2). Después que la sangre de la Alianza universal se haya derramado, después que el sepulcro haya devuelto al vencedor de la muerte, apenas pasados cincuenta días, Pentecostés convocará, no ya a los judíos en el templo de Jerusalén, sino a todas las naciones en la Iglesia de Jesucristo. Caifás no se acuerda ya más del oráculo que él mismo ha proferido; ha restablecido el velo del Santo de los Santos que se había rasgado en.dos en el momento de expirar Jesús sobre la cruz; pero este velo no cubre más que un reducido desierto. El Santo de los Santos ya no está allí; "se ofrece, sin embargo, en todo lugar una ofrenda pura" (Malaquías, I, 11) y las águilas de los vengadores del Deicidio no han aparecido todavía sobre el monte de los Olivos, cuando ya los sacrificadores han escuchado que en el fondo del santuario repudiado resuena una voz que dice: "Marchemos de aquí." 


ORACIÓN 

Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que, los que buscamos la gracia de tu protección, libres de todos los males, te sirvamos con un corazón tranquilo. Por Jesucristo, nuestro Señor. 


Año Litúrgico de Dom Guéranger


 

miércoles, 5 de abril de 2017

6 de Abril: JUEVES DE LA SEMANA DE PASIÓN. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

En Roma la Estación se celebra en la Iglesia de San Apolinar que fue primer obispo de Ravena y mártir. 

COLECTA 

Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que la dignidad de la condición humana, herida por la intemperancia, sea recobrada mediante una saludable moderación. Por el Señor. 

EPÍSTOLA 

Lección del Profeta Daniel. 
En aquellos días oró Azarías al Señor, diciendo: Señor, Dios nuestro: por amor de tu nombre te rogamos no nos dejes para siempre, ni destruyas tu alianza: ni apartes tu misericordia de nosotros, por tu amado Abraham, y por tu siervo Isaac, y por tu santo Israel: a los cuales hablaste, prometiéndoles que multiplicarías su descendencia como las estrellas del cielo, y como la arena que hay en la orilla del mar: porque, Señor, hemos disminuido más que todas las gentes, y somos hoy humildes en toda la tierra por nuestros pecados. Y no hay en este tiempo príncipe, ni caudillo, ni profeta, ni holocausto, ni sacrificio, ni oblación, ni incienso, ni lugar de primicias ante ti, para que podamos alcanzar tu misericordia: pero seamos recibidos con ánimo contrito, y espíritu de humildad. Como el holocausto de carneros, y toros, y como millares de gordos corderos, así sea hoy en tu presencia nuestro sacrificio, para que te agrade: porque no hay confusión para los que confían en ti. Y ahora te seguimos de todo corazón, y te tememos, y buscamos tu cara. No nos confundas: sino obra con nosotros según la muchedumbre de tus misericordias. Y líbranos con tus maravillas, y da gloria a tu nombre, Señor: y sean confundidos todos los que causan males a tus siervos, sean confundidos por tu omnipotencia, y sea quebrantada su fortaleza: y sepan que tú eres el Señor, el Dios único y glorioso sobre el orbe de las tierras, Señor, Dios nuestro. 
 
LA IDOLATRÍA. — De esta manera, Judá cautivo en Babilonia, desahogaba su corazón en el Señor, por boca de Azarías. Sión, privada de su templo y de sus solemnidades la desolación había llegado allí al colmo: sus hijos, desterrados en un país extranjero, debían morir sucesivamente hasta el año 70 del destierro; después Dios se acordaría de ellos y los devolvería a Jerusalén por la mano de Ciro. Entonces tendría lugar la construcción del segundo templo que vería al Mesías. ¿Qué crimen había cometido Judá para ser sometido a tal expiación? Se habla entregado a la idolatría, había roto el pacto que le unía al Señor, sin embargo de eso su crimen fue reparado por esta cautividad de un número limitado de años; y Judá, vuelto a la tierra de sus padres no volvió más al culto de los falsos dioses. Cuando el Hijo de Dios vino a habitar con él se encontraba puro de idolatría. 

EL DEICIDA. — Aún no habían transcurrido cuarenta años desde la Ascensión de Jesús cuando Judá emprendió de nuevo el camino del destierro. No era llevado de nuevo a Babilonia, sino que se dispersaba en grandes masas por todas las naciones. Y no solamente 70 años, sino 20 siglos llevó "sin jefe, sin profeta, sin holocausto, sin sacrificio y sin templo". ¡El crimen cometido por Judá es más grave que la idolatría, puesto que después de tantas desgracias y humillaciones, la justicia del Padre no se ha apaciguado sino hasta hace unos años! Es que la sangre derramada en el Calvario por el pueblo judío, no es sólo la sangre de un hombre: es la sangre de un Dios. 

CASTIGO Y CONVERSIÓN. — Es necesario que toda la tierra lo sepa y lo comprenda con solo ver el castigo de los verdugos. Esta terrible expiación de un crimen infinito debe continuar hasta los últimos días del mundo; entonces el Señor se acordará de Abrahán, Isaac y Jacob; una gracia extraordinaria descenderá sobre Judá y su vuelta consolará a la Iglesia, afligida por la deserción de tantos hijos. El espectáculo de un pueblo entero cargado con la maldición para todas sus generaciones, por haber crucificado al Hijo de Dios, hace reflexionar al cristiano. Esto nos enseña que la justicia de Dios es terrible, y que el Padre pide cuenta hasta de la última gota de la sangre de su Hijo, a aquellos que la han derramado. Apresurémonos a lavar en esta preciosa sangre la falta de complicidad que tenemos con los judíos, y por una sincera conversión, imitemos de entre estos, a aquellos que de cuando en cuando, se apartan de su pueblo y se vuelven al divino Mesías, cuyos brazos están extendidos en la Cruz para recibir a todos los que quieren venir a Él. 

EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según S. Lucas. 


En aquel tiempo, uno de los fariseos rogó a Jesús que comiera con él. Y, habiendo entrado en la casa del fariseo, se sentó a la mesa. Y he aquí que una mujer pecadora, que había en la ciudad, cuando supo que se había sentado a la mesa en la casa del fariseo, trajo un vaso de alabastro, Heno de ungüento: y, poniéndose detrás, junto a sus pies, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza, los ungía con el ungüento. Y, cuando lo vió el fariseo, que le había invitado, dijo para sí: Si éste fuera profeta, sabría sin duda quién y qué tal es la mujer que le toca: pues es una pecadora. Y, respondiendo Jesús, le dijo: Simón, tengo algo que decirte. Y él dijo: Maestro di. Había dos deudores para un acreedor: uno debía quinientos denarios, y el otro cincuenta. No teniendo ellos con qué pagarlos, perdonó a los dos. ¿Cuál, pues, le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Creo que aquel a quien perdonó más. Y El le dijo: Has juzgado rectamente. Y, vuelto hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no diste agua a mis pies: ésta, en cambio, regó con lágrimas mis pies, y los enjugó con sus cabellos. No me diste el ósculo: ésta, en cambio, desde que entró, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste con óleo mi cabeza: ésta, en cambio, ha ungido mis pies con ungüento. Por eso te digo: Se le perdonan muchos pecados, porque ha amado mucho. En cambio, al que se le perdona menos, menos ama. Díjole entonces a ella: Te son perdonados tus pecados. Y comenzaron, los invitados con Él, a decir entre sí: ¿Quién es éste, que hasta los pecados perdona? Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado: vete en paz. 
 
MARÍA MAGDALENA. — A las sombrías ideas que sugiere el espectáculo de la reprobación del pueblo deicida, la Iglesia se apresura a proponer ante nuestra vista pensamientos consoladores que debe producir en nuestras almas la historia de la pecadora del Evangelio. Este rasgo de la vida del Salvador no se refiere al tiempo de Pasión. Pero los días en que nos hallamos: ¿No son días de misericordia, y no nos conviene glorificar en ellos la mansedumbre y ternura del corazón de nuestro Redentor, que se prepara, a obtener el perdón, a número tan grande de pecadores sobre la tierra? Por otra parte, ¿no es Magdalena la compañera inseparable de su maestro crucificado? Pronto la contemplaremos al pie de la Cruz; estudiemos este modelo de amor, fiel hasta la muerte; y para esto consideremos su punto de partida. 

SU ARREPENTIMIENTO. — Magdalena había llevado una vida pecadora; siete demonios, nos dice en otro lugar el Evangelio, habían fijado en ella su domicilio. Ha bastado a esta mujer, ver y oír al Señor, en seguida se ha apoderado de ella el horror al pecado, un santo horror inunda su corazón, no ambiciona más que un deseo, el de reparar su vida pasada. Ha pecado en público; necesita una retractación pública de sus extravíos, vivió en el lujo: en adelante sus perfumes serán para su Libertador; con su cabellera, de la que se mostraba tan orgullosa, le enjugará sus pies; en su rostro no aparecerán más las sonrisas libres; sus ojos, seductores de almas, están anegados de lágrimas. Por el movimiento del espíritu divino que la anima, parte para contemplar otra vez a Jesús. Se encuentra este en casa del fariseo, celebrando un festín, va pues ella a ser causa de sonrisas maliciosas y cuchicheos. ¿Qué importa? avanza con su precioso vaso y en breves momentos cae ante los pies del Salvador. Allí se sitúa, allí derrama su corazón y sus lágrimas. ¿Quién será capaz de describir los pensamientos que embargan a aquella alma? El mismo Jesús nos los manifestará a su tiempo con una sola palabra. Con claridad se ve al considerar sus lloros su conmoción, en el empleo de sus perfumes y cabellera su gran agradecimiento, y en su predilección de su Salvador su gran humildad. 

EL PERDÓN. — El fariseo se escandaliza. Por el movimiento de orgullo judaico que pronto crucificará al Mesías, toma de aquí ocasión para dudar de la misión de Jesús. "Si este fuera el Profeta, decía, conocería ciertamente quién es la mujer que le toca." Si tuviera el espíritu de Dios sabría por esta condescendencia hacia la creatura arrepentida que éste es el Salvador prometido. Aún con su reputación de virtud, "¡cuán por debajo queda de esta mujer pecadora!" Jesús se toma la molestia, de dárselo a entender, formando el paralelo de Magdalena y de Simón el fariseo, y en este paralelo la victoria se decidió por Magdalena. ¿Cuál es la causa, que ha trasformado así a la pecadora, de tal suerte que le merezca no sólo el perdón sino también los elogios de Jesús? Su amor; "amó a su Redentor; le amó mucho" y perdón que ha recibido, está en relación con este amor. Hace unos instantes su único amor era el mundo y la vida sensual; el arrepentimiento ha creado en ella un nuevo ser: su única búsqueda, su única mirada, su único amor, es Jesús. En lo sucesivo sigue sus pasos, quiere remediar sus necesidades, quiere sobre todo verle y escucharle; y en el momento de la prueba, cuando los apóstoles hayan huido, ella permanecerá, allí, al pie de la Cruz para recibir el último suspiro de aquel a quien su alma debía la vida. "Qué ejemplo de esperanza para el pecador." Lo acaba de decir Jesús: "Al que más ama, más se le perdona." Pecadores pensad en vuestros pecados; mas sobre todo pensad en acrecentar vuestro amor: Que se halle en relación con la gracia del perdón que vais a recibir, y "vuestros pecados os serán perdonados". 

ORACIÓN 

Humillad vuestras cabezas a Dios. Suplicámoste, Señor, seas propicio con tu pueblo: para que, repudiando lo que no te agrada, se llenen más de las delicias de tus mandamientos. Por el Señor. 


Año Litúrgico de Dom Guéranger