martes, 21 de febrero de 2017

21 de febrero: SAN SEVERIANO, OBISPO Y MÁRTIR (+452)

Gobernaba el glorioso san Severiano su Iglesia de Escitópolis en Palestina, como celoso y vigilante pastor, procurando que su clero fuese delante de los seglares con su ejemplar vida, que las iglesias fuesen bien servidas y adornadas, que el pueblo fuese enseñado en la ley de Dios, que se corrigiesen los vicios, acrecentasen las virtudes y creciesen las obras de piedad, y que a todos los fieles, así seglares como eclesiásticos y religiosos huyesen de toda sombra de herejía y conservasen en toda su entereza la verdadera doctrina de la Iglesia católica. 


Bajo el reinado de Marciano y de santa Pulquería, el santo abad Eutimio y la mayor parte de los monjes de Palestina habían recibido con sigular reverencia y sumisión los decretos del concilio de Calcedonia que condenaba la herejía de los Eutiquianos, los cuales ponían mácula en la divinidad de Jesucristo, pero no faltó un monstruo del infierno llamado Teodosio, que mal hallado con su vocación religiosa, se divorció de Cristo y comenzó a perturbar los monasterios, y con el favor de la emperatriz Eudoxia, que era viuda de Teodosio el Joven y vivía en Palestina, cobró grandes bríos para hacer guerra a la Iglesia de Dios. 

Llevó a tal extremo su osadía, que se sentó en la silla patriarcal de Jerusalén, desterrando de ella al legítimo patriarca Juvenal, y poniéndose luego a la cabeza de un ejército de herejes y bandidos, persiguió de muerte a los católicos e inundó de sangre toda aquella tierra. Llegaron también aquellos bárbaros a Escitópolis, y como el santo obispo Severiano resplandecía como sol en aquella Iglesia de Cristo, fué una de las primeras víctimas de su ciego furor, porque después de haberle prendido y atado, le arrastraron con grande crueldad fuera de la población, y allí le apalearon y sacrificaron con la inhumanidad que es propia de los herejes. Perdonó, el Señor a sus mortales enemigos, y selló con su sangre la verdadera fe de nuestro Señor Jesucristo, alcanzando así la corona de ilustre mártir.

Con el ejemplo de su cristiana fortaleza se movieron muchos celosos ministros del Señor a predicar sin temor de la muerte la divina palabra a toda aquella cristiandad, por lo cual en lugar de arruinarse y deshacerse, se acrecentó maravillosamente con grande espanto y confusión de los herejes, y señalada gloria de Jesucristo y de su verdadera y divina Iglesia católica.

Reflexión: Los herejes siempre han sido los mismos: rebeldes, orgullosos y homicidas como Lucifer, padre de todos los apóstatas y herejes. Ellos burlan y hacen escarnio de la llaneza y simplicidad que hay en Cristo, desprecian las santas tradiciones de la Iglesia, blasfeman de los santos y santas de Dios, y aborrecen y persiguen con loco atrevimiento a todos los fieles católicos. Ellos se tienen por los sabios, por los hombres discretos y humanos, y con todo se fingen unas monstruosidades de doctrinas abominables y perversas, y sólo para sí quieren la libertad de pensar y de obrar a su antojo, y no hay lobos más feroces que estos hombres sin entrañas, cuando a su salvo pueden hacer presa en el rebaño de Cristo. Tú ruega a Dios con cuidado que los convierta, y abominando de sus pestilenciales errores, guárdate de ser muy amigo de tu propio parecer, y obedece a Jesucristo, doctor divino de los hombres, y a su santa Iglesia infalible, en la cual está depositado el tesoro de la verdad de Dios. 

Oración: ¡Oh Dios omnipotente! vuelve los ojos piadosos sobre nuestra flaqueza, y pues nos oprime el peso de nuestras acciones culpables, ampáranos por la intercesión gloriosa de tu bienaventurado pontífice y mártir san Severiano. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 


Del Flos Sanctorvm

lunes, 20 de febrero de 2017

20 de Febrero: SAN EUQUERIO, OBISPO Y CONFESOR (+743).

El bienaventurado san Euquerio nació en Orleans, ciudad principal de Francia, de padres nobles, ricos y piadosos, y aunque estaba dotado de los dones naturales que el mundo estima, mucho mayor era el adorno y atavío de su alma, y así huyendo de las tempestades del siglo, se acogió al puerto seguro de la Religión, y en el monasterio Cemético tomó el hábito de monje. 



Fué tan grande la luz de su santa vida, que muriendo en aquella sazón el obispo de Orleans, que era su tío, todo el pueblo envió una embajada a Carlos Maríel (que aunque no era rey, gobernaba el reino de Francia como si lo fuera) suplicándole que les diese a Euquerio por obispo. 

No se puede creer la pena que recibió el santo cuando lo supo, pero bajó la cabeza y llorando él, y llorando los monjes, se partió del monasterio y vino a Orleans, donde fué consagrado de los obispos y colocado en su cátedra con extraño regocijo de todo el clero y pueblo. 

Hizo el santo su oficio de pastor con gran vigilancia y cuidado, y todos le querían y reverenciaban como a padre, y publicaban sus alabanzas por todas partes. Mas todo esto no bastó para que no padeciese muchos trabajos, porque como reprendiese a Carlos Martel porque se metía en los bienes de la Iglesia como si fuera señor de ellos, mal aconsejado el príncipe por ministros codiciosos y lisonjeros, desterró al santo obispo a la ciudad de Colonia. 

Aquí fué recibido como un ángel venido del cielo, y regalado y servido tanto, que Martel, temiéndole, le envió al duque Roberto, amigo suyo, para que le guardase, y el duque, conociendo los méritos de Euquerio, le recibió con suma alegría y le entregó su hacienda para que la repartiese a los pobres a su voluntad. 

Mas el santo no quiso del duque sino que le dejase libremente en la iglesia de san Trudón, donde olvidado de todos los cuidados de la tierra, se entregó enteramente a las cosas del servicio divino. Seis años pasó en aquel retiro, llevando una vida enteramente celestial; multiplicó sus penitencias, austeridades y vigilias, y pasaba los días y gran parte de las noches en la oración. 

Fué tanta la fuerza de su buen ejemplo, que con su vida santísima se movieron los monjes del monasterio de aquel lugar, a la imitación de las heroicas virtudes del santo prelado, porque no les parecía sino ver en él un venerable anacoreta venido del desierto, o un ángel revestido de carne humana. 

Finalmente, queriendo el Señor premiar los trabajos de su siervo fidelísimo, le llamó para sí, del destierro a la patria feliz de los bienaventurados por una muerte preciosa. Fué su dichoso tránsito el día 20 de febrero, y al poco tiempo ilustró el Señor el sepulcro del santo con muchos y estupendos milagros. 

Reflexión: No hay duda sino que nuestro Señor ha dado severísimos castigos a muchos que han metido las manos en los tesoros de la Iglesia, y de esto hay grandes y numerosos ejemplos así pasados como presentes, y puesto caso que Carlos Martel no se condenase, aunque lo piensan algunos por una revelación que citan de san Euquerio, con todo es lo cierto que padeció una pena temporal de angustias y aflicciones durísimas que le acabaron la vida, como dice el cardenal Baronio. Y así, no sin mucha razón ha sido celebrada la expresión de un hombre político de nuestros tiempos que decía: «Yo no sé lo que tiene la carne del Papa, que quien la come, revienta.» 

Oración: Rogárnoste, Señor, que oigas nuestras súplicas en la solemnidad de tu bienaventurado confesor y pontífice Euquerio, y por los méritos e intercesión de este santo que dignamente te sirvió, absuélvenos de todos nuestros pecados. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Del Flos Sanctorvm

domingo, 19 de febrero de 2017

19 de febrero: DOMINGO DE SEXAGÉSIMA. De la Catena áurea de Santo Tomás.

Lucas VIII. 4-15 ⁠⁠⁠Y como hubiese concurrido un crecido número de pueblo, y acudiesen solícitos a El de las ciudades, les dijo por semejanza: “Salió el que siembra, a sembrar su simiente. Y al sembrarla, una parte cayó junto al camino y fue hollada, y la comieron las aves del cielo. Y otra cayó sobre piedra: y cuando fue nacida, se secó, porque no tenía humedad. Y otra cayó entre espinas, y las espinas que nacieron con ella la ahogaron. Y otra cayó en buena tierra: y nació, y dio fruto a ciento por uno”. Dicho esto, comenzó a decir en alta voz: “Quien tiene orejas de oír, oiga”. Sus discípulos le preguntaban qué parábola era ésta. El les dijo: “A vosotros es dado el saber el misterio del reino de Dios, mas a los otros por parábolas: para que viendo no vean y oyendo no entiendan. Es, pues, esta parábola: La simiente es la palabra de Dios. Y los que están junto al camino, son aquéllos que la oyen; mas luego viene el diablo, y quita la palabra del corazón de ellos, porque no se salven creyendo. Mas los que sobre la piedra, son los que reciben con gozo la palabra, cuando la oyeron; y éstos no tienen raíces; porque a tiempo creen, y en el tiempo de la tentación vuelven atrás. Y la que cayó entre espinas, éstos son los que la oyeron, pero después en lo sucesivo quedan ahogados de los afanes, y de las riquezas, y deleites de esta vida, y no llevan fruto. Mas la que cayó en buena tierra; éstos son, los que oyendo la palabra con corazón bueno y muy sano, la retienen, y llevan fruto con paciencia”. (vv. 4-15)


Teofilacto

Lo que David había predicho de la persona de Jesucristo “Abriré mi boca en parábolas” ( Sal 77,2), lo cumple aquí el Señor. Por esto se dice: “Y como hubiese concurrido un crecido número de pueblo, y acudiesen solícitos a El de las ciudades, dijo por semejanza”. El Señor hablaba por medio de parábolas primeramente para que le oyesen con más atención, porque acostumbraban los hombres a ejercitarse en las cosas oscuras, menospreciando las más claras. En segundo lugar, para que los indignos no comprendiesen lo que se les decía místicamente.

Teofilacto

Sale ahora no para perder a los labradores, ni a quemar la tierra, sino a sembrar; porque muchas veces el labrador que siembra, sale con otro fin, y no sólo a sembrar.

Tito Bostrense

Salió a sembrar su propia semilla, porque no recibió la palabra como prestada, puesto que El es por naturaleza el Verbo de Dios vivo. La semilla de Pablo ni la de Juan son propias; la tienen porque la han recibido. Jesucristo, por el contrario, tiene su propia semilla, sacando de su naturaleza la doctrina. Por eso los mismos judíos decían: “¿Cómo conoce éste las letras, que no aprendió?” ( Jn 7,15).

Teofilacto

No dijo que, el que siembra, arrojó la semilla junto al camino, sino que la semilla cayó. El que siembra enseña buena doctrina, pero su palabra cae sobre los oyentes de diversa manera, de suerte que algunos de ellos se consideran como camino: “Y fue hollada, y las aves del cielo la comieron”.

San Cirilo

Todo camino es árido e inculto en cierto sentido, porque es pisado por todos y ninguna semilla puede desarrollarse en él. Así, en los que tienen su corazón indócil, no pueden penetrar las divinas enseñanzas ni germinar la alabanza de las virtudes. Estos son el camino frecuentado por los espíritus inmundos. Hay también algunos que reciben la fe de una manera superficial, como si ésta sólo consistiese en palabras. La fe de éstos carece de raíz. Y por esto añade: “Y otra cayó sobre piedras, y cuando fue nacida, se secó, porque no tenía humedad”.

Beda

Llama piedra al corazón endurecido e indomable. Por el contrario, la humedad es agua para la raíz de la semilla, que en otra parábola está figurado por el óleo, destinado a alimentar las lámparas de las vírgenes ( Mt 25), y que representa el amor y la perseverancia en la virtud.

Eusebio

Hay también algunos que Cristo llama espinas, por la avaricia, por el apetito sensual y por los cuidados del mundo. Sofocan la semilla que en ellos se sembró. Acerca de lo que dice: “Y otra cayó entre espinas”, etc.

Crisóstomo in Mat. hom. 4

Así como las espinas no permiten que nazca la semilla, sino que la sofocan por su espesor, así los cuidados de la vida presente, no permiten que fructifique la semilla espiritual. Reprensible sería el labrador que sembrase sobre espinas punzantes, sobre piedras y en el camino. Porque no es posible que la piedra se haga tierra, ni que el camino deje de ser camino, ni que las espinas dejen de ser espinas. Al contrario, no sucede lo mismo en las cosas espirituales, pues es posible que la piedra se convierta en tierra rica, que el camino no se pise y que las espinas desaparezcan.

San Cirilo

Son tierra rica y fértil las almas humildes y buenas, que en su humildad reciben la semilla de la palabra, la conservan y la hacen fructificar. Y en cuanto a esto se dice: “Y otra cayó en buena tierra, nació y dio fruto de ciento por uno”. Cuando se introduce la palabra divina en una inteligencia limpia de los cuidados mundanos, echa raíces profundas, produce espigas y crece oportunamente.

Beda

El fruto centuplicado es el que llama fruto perfecto, pues el número diez expresa siempre la perfección, porque la custodia de la ley (esto es, su observancia) se contiene en diez preceptos. El número diez multiplicado por sí mismo, forma el número cien, y con este número se representa la gran perfección.

Beda

Cuantas veces se hace esta advertencia, ya en el Evangelio ya en el Apocalipsis de San Juan. Anuncia que lo que se dice es misterioso y que debemos meditarlo con más atención. Por eso los discípulos, ignorándolo, preguntaban al Salvador. Sigue, pues: “Sus discípulos le preguntaban qué parábola era ésta”. Sin embargo, no se crea que los discípulos le preguntaron al punto que terminó la parábola, sino que, como dice San Marcos: “Le preguntaron estando solo” ( Mc 4,10).

Teofilacto

A los que son indignos de tan grandes misterios, se les dice de un modo oscuro. De donde sigue: “Mas a los otros en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan”. Ellos creen que ven, pero no ven; y oyen ciertamente, pero no entienden. Jesucristo les ha ocultado esto para que no reciban un daño mayor si llegan a despreciar estos misterios divinos después de conocerlos, pues el que primero entiende y después desprecia, merece mayor castigo

Beda

Así oyen sólo en parábolas, cuando cerrados los sentidos de su alma, no se cuidan de conocer la verdad, olvidándose de lo que dijo el Señor: “Quien tiene orejas de oír, oiga”.

San Eusebio

Dice que hay tres causas por medio de las que se destruye la semilla que cae sobre nuestras almas. Unos destruyen la semilla escondida en sus almas, dando oídos a todos los que quieren engañarlos. De éstos añade: “Y los que junto al camino, son aquéllos que la oyen; mas luego viene el diablo y quita la palabra del corazón de ellos”.

Beda

Estos son los que oyen la palabra divina sin fe, sin deseo de conocerla, sin ninguna intención de sacar provecho de ella aplicándola a sus acciones.

Eusebio

Otros, no habiendo recibido la palabra de Dios en el fondo de su alma, la dejan perecer cuando llega el día de la adversidad, acerca de los que dice el Señor: “Mas los que sobre piedra, son los que reciben con gozo la palabra cuando la oyeron, y éstos no tienen raíces, porque a tiempo creen y en el tiempo de la tentación vuelve atrás”.

San Gregorio, hom. 15, in Evang

Muchos emprenden buenas obras y cuando empiezan a ser molestados por las adversidades o por las tentaciones, abandonan lo empezado. La tierra pedragosa de sus corazones no tuvo humedad suficiente para poder hacer germinar la semilla que recibió y que llegase a dar fruto.

Eusebio

Algunos, en verdad, sofocan también la semilla escondida en sus corazones con las riquezas y con los placeres, como con espinas punzantes. Respecto de los que se añade: “Y la que cayó entre espinas; éstos son los que la oyeron, pero en quienes es sofocada por los afanes, por las riquezas y los deleites de la vida”, etc.

San Gregorio ut sup

Es digno de admiración el considerar cómo el Señor llamó a las riquezas espinas, siendo así que éstas punzan y aquéllas deleitan. Y sin embargo, son espinas, porque hieren la inteligencia con las punzadas de sus pensamientos y cuando la conducen hasta el pecado, le infieren cruelmente una terrible herida. Las riquezas llevan consigo dos cosas: los cuidados y las satisfacciones; porque oprimen la inteligencia con el afán de los cuidados y la disipan con su afluencia. Sofocan también la semilla, porque interceptan el camino de la inteligencia con vanos pensamientos, y no permitiendo que entre en el corazón ningún buen deseo, cierran la puerta a la inspiración divina.

San Gregorio ut sup

La tierra buena produce el fruto por medio de la paciencia. Porque son inútiles todas nuestras buenas obras si no sufrimos con resignación aun las malas acciones de nuestros prójimos. Así producen frutos de paciencia, porque sufriendo humildemente todas las contrariedades, son admitidos después de las pruebas al gozo y al reposo.


De la Catena áutrea de Santo Tomás

DOMINGO DE SEXAGESIMA NOÉ Y EL DILUVIO

En el transcurso de la semana que comienza ofrece la Santa Iglesia a nuestra consideración, la historia de Noé y el diluvio universal. A pesar de la severidad de sus avisos, no logró recabar Dios la fidelidad y sumisión del linaje humano. Se ve forzado a echar mano de un castigo terrible contra este nuevo enemigo. Ha encontrado, sin embargo, un hombre justo, y trabará nuevamente en su persona alianza con nosotros. Antes, empero, quiere que nos persuadamos que es dueño soberano, y en el instante por El escogido, se anegará el hombre, tan ufano de su ser prestado, bajo las ruinas de su morada terrenal. 

Daremos aquí, por de pronto, como base de las enseñanzas de esta semana, algunas líneas del Génesis, sacadas del oficio de maitines del día. 

 GENESIS ( VI, 5,12) 

Viendo Yavé cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra y cómo todos sus pensamientos y deseos sólo y siempre tendían al mal, se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra, doliéndose grandemente en su corazón y dijo: "Voy a exterminar al hombre que hice de sobre la haz de la tierra; al hombre, a los animales, a los reptiles y hasta las aves del cielo, pues me pesa de haberlos hecho". Pero Noé halló gracia a los ojos de Yavé. 

Estas son las generaciones de Noé: Noé era varón justo y perfecto entre sus contemporáneos, y siempre anduvo con Dios. Engendró tres hijos, Sem, Cam y Jafet. La tierra estaba corrompida ante Dios, y llena de toda iniquidad. Viendo, pues, Dios que todo en la tierra era corrupción, pues toda carne había corrompido su camino sobre la tierra, dijo a Noé: "Veo venir el fin de todos, pues la tierra está llena de sus iniquidades y voy a exterminarlos a ellos con la tierra." 


La catástrofe que entonces se abatió sobre el linaje humano fué también fruto del pecado; pero hallóse al menos un hombre justo, y él fué quien salvó el mundo de la ruina total, por él y su familia. Después de dignarse renovar su alianza, permitió Dios ser repoblada la tierra y los tres hijos de Noé fueron padres de las tres grandes razas que la pueblan. 

Este es el misterio del oficio durante esta semana. El de la Misa, que está figurado por el precedente, es aún más importante. En el sentido moral, ¿no está sumergida la tierra en un diluvio de vicios y de errores? Menester es se pueble de hombres temerosos de Dios como Noé. La palabra de Dios, simiente de vida hace que nazca esta nueva generación. Y esa palabra de Dios produce estos hijos de que habla el discípulo amado, "que no son nacidos de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de Dios, sino de Dios mismo'". Esforcémonos a entrar en esta familia, y, si por ventura somos ya miembros de ella, guardemos mimosamente nuestra dicha. Se trata estos días de esquivar las olas del diluvio, de buscar asilo en el arca de salvación; se trata de llegar a ser esa buena tierra en que la semilla da el ciento por uno. Procuremos huir de la cólera futura para no perecer con pecadores, y mostrémonos ávidos de la palabra de Dios que ilumina y convierte las almas

MISA 

Celébrase en Roma la estación en la basílica de S. Pablo Extramuros. En derredor de la tumba del Doctor de las naciones, del propagador de la semilla divina, del padre de tantos pueblos por su predicación, reúne a sus fieles hoy la Iglesia romana; quiere recordarles que el Señor libró a la tierra con la condición de que se pueble de verdaderos creyentes y adoradores de su nombre. 

El introito, sacado del libro de los Salmos, implora el socorro del Señor. La raza humana se ve reducida a los últimos extremos, se va a acabar; pide a su autor que de nuevo la fecundé. La santa Madre Iglesia se asocia a este angustioso grito pidiendo al divino Salvador multiplique hoy los hijos de la palabra celestial como en los tiempos primitivos. 

 INTROITO 

Levántate: ¿por qué duermes, Señor? Levántate, y no te alejes para siempre. ¿Por qué apartas tu cara, y te olvidas de nuestra tribulación? Nuestro vientre se ha pegado a la tierra: levántate, Señor, ayúdanos, y líbranos. . — Salmo: Oh Dios, lo oímos con nuestros oídos: nuestros padres nos lo anunciaron. Gloria al Padre. 

En la Colecta expresa la Iglesia su confianza en la intercesión de S. Pablo, poderoso ministro de la divina semilla, que trabajó más que todos los otros en esparcirla entre los gentiles. 

 COLECTA 

Oh Dios, que ves que no confiamos en ninguna acción nuestra: concédenos propicio la gracia de ser protegidos, con el patrocinio del Doctor de las gentes, contra toda adversidad. Por el Señor... 

La Epístola es un paso de la carta del gran Apóstol, en que, forzado por el honor y eficacia de su ministerio a echar mano de la propia apología contra sus enemigos, nos muestra con cuántos trabajos han sembrado la palabra divina los varones apostólicos en los eriales de la gentilidad, y operado la regeneración cristiana. 

EPISTOLA 

Lección de la Epístola del Apóstol S. Pablo a los Corintios. 

Hermanos: Sufrís con gusto a los necios, siendo vosotros sabios. Porque lo toleráis, si alguien os reduce a servidumbre, si alguien os devora, si alguien os roba, si alguien se engríe, si alguien os hiere en la cara. Lo digo con vergüenza, como si nosotros hubiésemos sido flacos en este punto. Pero en lo que otro tuviere osadía (lo digo con locura), también la tendré yo. ¿¡Son Hebreos? También yo. ¿Son Israelitas? También yo. ¿Son raza de Abraham? También yo. ¿Son ministros de Cristo? (hablo como menos sabio): más lo soy yo: he sufrido más trabajos, más cárceles, azotes sin medida, frecuentes peligros de muerte. He recibido de los Judíos cinco veces cuarenta azotes menos uno. He sido azotado tres veces con varas, he sido apedreado una vez, he estado una noche y un día en lo profundo del mar, he sufrido tres naufragios, he vivido en continuos viajes y en peligros sin cuento: peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi raza, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre los falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchas vigilias, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez. Además de estos males, que son exteriores, hay lo que me preocupa cada día: el cuidado de todas las iglesias. ¿Quién enferma, y no enfermo yo? ¿Quién se escandaliza, y yo no me quemo? Si es necesario gloriarse yo me gloriaré de lo que es de mi flaqueza. El Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que es bendito por los siglos, sabe que no miento. En Damasco, el prefecto de la gente del rey Aretas custodiaba la ciudad de los Damascenos, para prenderme: y fui descolgado en una cesta por una ventana del muro, y así escapé de sus manos. Si es preciso gloriarse (aunque ello no conviene), hablaré también de las visiones y revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años fué arrebatado (no sé si en el cuerpo o fuera del cuerpo. Dios lo sabe) hasta el tercer cielo. Y sé que dicho hombre fué arrebatado (no sé si en el cuerpo o fuera del cuerpo, Dios lo sabe) al paraíso, donde oyó palabras secretas, que al hombre no le es lícito decir. De este tal me gloriaré; de mí, en cambio, no me gloriaré nada, si no es de mis enfermedades. Aunque, si quisiera gloriarme, no sería insensato, pues diría la verdad. Pero lo dejo, para que nadie piense de mí más de lo que en mí ve u oye de mí. Y, para que la magnitud de las revelaciones no me ensoberbezca, me ha sido dado el aguijón de mi carne, ángel de Satanás, para que me azote. Por lo cual he rogado tres veces a Dios que lo alejara de mí: y El me dijo: Bástate mi gracia: porque la virtud se perfecciona en la enfermedad. Por eso, me gloriaré gozoso de mis en-fermedades, para que habite en mí la virtud de Cristo. 

Implora la Iglesia en el Gradual la ayuda del Señor contra los que se enfrentan a la misión que ha recibido de suscitar por doquier adoradores del verdadero Dios, esto es: un nuevo pueblo. 

GRADUAL

Sepan las gentes que tu nombre es Dios: tú sólo el Altísimo sobre toda la tierra. Dios mío, ponlos, como una rueda o como una viruta, ante el soplo del viento. 

En medio de las conmociones de la tierra, de esas violentas revoluciones, que, a veces, reproducen las espantosas escenas del diluvio en las naciones en que se desarrollan, pide la Iglesia sean exentos de tan grandes catástrofes sus queridos hijos, y que no perezca en ellos la esperanza del mundo. Este es el fin del Tracto que precede al Evangelio. 

TRACTO

Agitaste, Señor, la tierra, y la conturbaste. Sana sus quebraduras, porque se ha movido. Para que huyan a la vista del arco: para que sean librados tus elegidos. 

EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según S. Lucas. 
En aquel tiempo, como se hubiera reunido una gran muchedumbre, y acudieran de las ciudades a Jesús, dijo por comparación: Salió, el que siembra, a sembrar su semilla: y, mientras sembraba, una (semilla) cayó junto al camino, y fué pisoteada, y los pájaros del cielo la comieron. Y otra cayó sobre piedra: y, nacida, se secó, porque no tenía jugo. Y otra cayó entre espinas, y nacieron con ella las espinas, que la sofocaron. Y otra cayó en buen terreno: y, nacida, dió el ciento por uno de fruto. Esto diciendo, clamaba: El que tenga oídos, que escuche. Y le preguntaron sus discípulos qué significaba esta parábola. A los cuales dijo El: A vosotros os ha sido dado conocer el misterio del reino de Dios, pero a los demás en parábolas: para que, viendo, no vean y, oyendo, no entiendan. Esta es, pues la parábola: La semilla es la palabra de Dios. La que (cayó) junto al camino, son aquellos que la oyen: después viene el diablo, y arranca la palabra de su corazón, para que no se salven creyendo. Pues la que (cayó) sobre la piedra, son los que, al escuchar, reciben con gozo la palabra: y éstos no tienen raíces: creen algún tiempo, pero en el momento de la tentación retroceden. Mas, la que cayó entre espinas, son los que escucharon y, yéndose, son ahogados por las preocupaciones, y riquezas, y placeres de la vida, y no dan fruto. Pero, la que (cayó) en buen terreno, son aquellos que, escuchando la palabra con bueno y óptimo corazón, la retienen, y dan fruto con paciencia. 

VIGILANCIA Y FIDELIDAD. — Observa acertadamente S. Gregorio Magno que la parábola que acaba de leerse no ha menester explicación, puesto que la sabiduría eterna se encargó darnos por sí misma la clave de ella. Nos toca a nosotros aprovechar tan preciada enseñanza, y recibir en buena tierra la semilla celestial que nos cae encima. ¿Cuántas veces la hemos dejado hasta hoy pisotear por los viandantes o arrebatar por los pájaros del cielo? ¿Cuántas otras se ha secado encima de la losa de nuestro corazón o se ha sofocado en los matorrales de funestas espinas? Escuchábamos la palabra divina; tenía sus encantos para nosotros y eso nos tranquilizaba. A menudo la oíamos con gozo y solícito entusiasmo; pero si, por acaso, germinaba en nosotros, pronto se paralizaba su desarrollo. En adelante es menester produzcamos y fructifiquemos y la fuerza germinativa de la simiente, que se nos confía, es tal que el divino sembrador espera el ciento por uno. Si la tierra de nuestro corazón es buena, si nos preo-cupamos de prepararla poniendo a contribución las ayudas que nos brinda la Santa Madre Iglesia, abundante será la cosecha el día en que el Señor, saliendo vencedor de su sepulcro, venga a asociar a sus fieles creyentes a los esplendores de su Resurrección. 

Alentados por esta esperanza y henchidos de confianza en Aquel que se digna sembrar de nuevo una tierra tantos años rebelde a sus cuidados, cantemos el Ofertorio en que a favor nuestro pide la Iglesia firmeza y perseverancia. 

 OFERTORIO 

Dirige mis pasos por tus caminos, para que no vacilen mis pies: inclina tu oído, y escucha mis palabras: glorifica tus misericordias, tú que salvas a los que esperan en ti, Señor. 

SECRETA 

Haz, Señor, que este Sacrificio, a ti ofrecido, nos vivifique siempre, y nos defienda. Por el Señor. 


La visita del Señor en el Sacramento del amor es el gran medio que fertilizará nuestra alma y la hará fecunda. Por eso mismo la Iglesia nos invita en la antífona de la Comunión a acercarnos al altar de Dios; nuestro corazón recuperará su vigor nativo y florida juventud. 

COMUNION 

Entraré al altar de Dios, al Dios que alegra mi juventud. 

POSCOMUNION 

Rogámoste humildemente, oh Dios omnipotente, hagas que, los que tú alimentas con tus Sacramentos, te sirvan alegremente con sus buenas costumbres. Por el Señor... 


AÑO LITURGICO ( Dom Gueranguer )

sábado, 18 de febrero de 2017

18 de Febrero: SAN SIMEON, OBISPO Y MARTIR

PARIENTE Y DISCÍPULO DE CRISTO. — Hoy festejamos a un anciano venerable de ciento veinte años, a un obispo y a un mártir; Simeón es el obispo de Jerusalén, sucesor del Apóstol Santiago en aquella sede. Conoció a Cristo y fue su discípulo. Es su pariente según la carne, de la misma familia de David; hijo de Cleofás y de aquella María unida a la madre de Dios con vínculos de sangre tan estrechos que fue llamada su hermana. 



¡Cuántos títulos de gloria para este venerable Pontífice, que viene a aumentar el número de los mártires, cuya protección reanima a la Iglesia, en esta parte del año en que nos encontramos! Un discípulo tan contemporáneo a la vida mortal de Cristo, un pastor que ha repetido a los fieles las lecciones recibidas por él de la misma boca del Salvador, no debía unirse con su Maestro, sino con una vida tan noble como la suya. Está abrazado a la Cruz, y con su muerte acaecida el año 106, se acaba el primer período de la Historia cristiana, que se llama "Los tiempos apostólicos". Honremos a este santo que reúne en sí tantos recuerdos y pidámosle que extienda a nosotros esa Paternidad de que se honran los fieles de Jerusalén desde hace tanto tiempo.

Roguémosle que eche sobre nosotros una mirada desde el trono esplendoroso a que le condujo la Cruz, que nos obtenga la gracia de la conversión de que tanta necesidad tienen nuestras almas. 

Vida. — La santa Liturgia consagra a su memoria esta corta noticia. Simeón, hijo de Cleofás, fue ordenado Obispo de Jerusalén, inmediatamente después de Santiago. En el imperio de Trajano fue acusado ante Antíoco, personaje consular, de ser cristiano y pariente de Cristo. En esta época se perseguía a los descendientes de David. Después de haber pasado por numerosos tormentos. Simeón sufrió el mismo suplicio de nuestro Salvador; y todo el mundo se admiró de que un hombre, tan agotado por la edad (tenía ciento veinte años) pudiese soportar con tanto valor y constancia los dolores crueles de la Cruz. 

ALABANZA Y SÚPLICA. — Recibe el humilde homenaje de la cristiandad, ya que aventajas en grandeza a todos los títulos de los hombres. Tu sangre es la misma que la de Cristo; tu doctrina la recibiste de su boca; tu caridad para con los fieles la encendiste en su corazón y tu muerte no es más que una renovación de la suya. Nosotros no tenemos el honor de llamarnos hermanos de Cristo; pero haz que seamos consecuentes con esta promesa suya. "El que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, mi hermana, mi madre..." (San Mateo, XII,50).

No hemos recibido como tú, de boca del Salvador su doctrina vivificadora; pero no la poseemos menos pura por medio de la Santa Tradición, de la que tú eres uno de los primeros eslabones. Obtén que seamos cada vez más dóciles a ella y que se nos perdonen nuestras infracciones. No se nos ha preparado una cruz para clavarnos en ella de pies y manos; pero este mundo está sembrado de pruebas a las que el mismo Señor ha llamado Cruces. Tenemos que arrostrarlas con constancia, si queremos tener parte con Jesús en su gloria. Pide a Dios que le seamos siempre fieles, que nuestro corazón no se rebele nunca contra él, que reparemos las faltas que cometemos tan frecuentemente, cuando no queremos cumplir su voluntad. 


Del Año Litúrgico de Guéranger

18 de Febrero: SANTA BERNARDITA DE SOUBIROUS.

En Navidad, una pastora, Genoveva, era admitida con los pastores de Belén junto al pesebre del divino Emmanuel. Poco después la Liturgia nos mostraba al Señor, en los comienzos de su vida, buscando los Apóstoles de su reino, los mensajeros de su doctrina, no entre los poderosos y los ricos, sino entre unos pobres e ignorantes pescadores. "Porque Dios, dice San Pablo, ha escogido lo que es considerado como más débil en el mundo para confundir a los fuertes." La Santísima Virgen tiene las mismas preferencias.
 

LAS APARICIONES Y EL MENSAJE DE NUESTRA SEÑORA.— Queriendo ilustrar de manera maravillosa la definición dogmática de Pío IX, que la declaraba Inmaculada en su Concepción, se apareció en un siglo materialista infatuado por su ciencia, a la hija de unos sencillos molineros, pastorcita ignorante de la comarca de Bigorre, que no tenía más conocimientos científicos que los rudimentos del catecismo, y la dijo: "Yo soy la Inmaculada Concepción." 
 
A esta niña, rica solamente "en el candor de su alma exquisita" quiero confiarla un gran mensaje: un mensaje de oración y penitencia para los pecadores. 
 
Desde el día 2 de febrero al 16 de julio de 1858, Bernardita Soubirous, a los catorce años, tuvo la dicha de contemplar dieciocho veces la belleza incomparable de la Reina del cielo. Lo único que María la autorizó comunicarnos de sus éxtasis, oraciones y conversaciones, se reduce a estas dos palabras: ¡Oración! ¡Penitencia! 
 
El Señor vino a la tierra no sólo para multiplicar los milagros a su paso, sino para llamar a los hombres a la penitencia y rescatarles con su sangre. Y ahora nuestra Señora se aparece en Lourdes, no para hacer brotar bajo las manos de su confidente la fuente que curará a tantos enfermos, sino para hacer al mundo una llamada apremiante a la penitencia y a la oración y si pide que se la levante una capilla y que se venga allí en procesión, es para hacer bajar con abundancia sobre las almas los beneficios de la Redención. 
 
VIDA DE ORACIÓN Y DE PENITENCIA. — Más tarde, en el silencio del claustro, Bernardita continuó proclamando su mensaje no tanto con sus palabras, como con su vida de oración, de sacrificio y de amor tiernísimo para con Nuestra Señora. "Oh Jesús, oh María—decía—haced que todo mi consuelo en este mundo consista en amaros y sufrir por los pecadores. Que yo misma sea un crucifijo viviente, transformada en Jesús... Tengo que ser víctima... Llevaré con valentía y generosidad la cruz oculta en mi oración. Mi ocupación es sufrir..."Humillaciones, incomprensiones, enfermedades fueron acogidas por ella como los medios más eficaces para obtener la conversión de los pecadores. Todas sus fervientes y continuas oraciones y las Ave-Marías incontables que rezaba, todas pedían el mismo favor: "Puesto que no sé nada—decía humildemente—puedo, por lo menos, rezar el rosario y amar a Dios con todo mi corazón" y además: "¡Ha recomendado tanto la Santísima Virgen rogar por los pecadores!"

Durante la última Semana Santa que pasó sobre la tierra, unió sus sufrimientos y su oración a los del Salvador del mundo: "Jesús concédeme, por favor el pan de la paciencia para soportar las penas que sufre mi corazón. ¿Jesús, quieres crucificarme? ¡Fiat!" Las campanas doblaron a gloria de Resurrección..., y el miércoles de Pascua, por la mañana, rezaba su última oración, con los labios sobre el crucifijo: "Dios mío, te amo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas..." Y unos momentos después del último saludo a María "Santa María, Madre de Dios, ruega por mí, pobre pecadora." Y Santa Bernardita subió al cielo al acabar su Ave-Maria. 
 
Vida. — Bernardita nació en Lourdes el 7 de enero de 1844. Desde su infancia fue dotada de las mejores cualidades de sencillez y de piedad. Desde el 11 de febrero al 16 de julio de 1858 fue favorecida con las apariciones de la Sma. Virgen María que la recomendó tres cosas: Rezar el Rosario, orar y hacer penitencia por los pecadores. Los aplausos de las multitudes nunca turbaron su sencillez. En 1866 ingresó en el convento de Nevers de las Hermanas de la Caridad, donde se mostró siempre perfecto modelo de fidelidad religiosa, siempre cuidadosa de ocultarse ante los demás y devotísima de la Eucaristía, de la Pasión y de la Inmaculada Concepción. Sufrió largas y crueles enfermedades y el 16 de abril de 1879, entregó su alma inocente a Dios, a la edad de 35 años. Su cuerpo se conserva incorrupto en Nevers. Santa Bernardita fue beatificada en 1925 y canonizada en 1933 por el Papa Pío XI.

SÚPLICA. — Santa Bernardita, cuando te buscaban los visitantes, mientras vivías se les decía: "Mirad, es la más pequeña." Y ahora ha llegado a ser muy grande y en ti se cumple de modo perfecto aquella palabra del Evangelio. "El que se humilla será ensalzado." El Señor ha hecho contigo lo que en otro tiempo hizo con la Virgen, que se te apareció en Lourdes, ha mirado con complacencia tu humildad y pequeñez y todas las generaciones te proclamarán bienaventurada. Cuando tuviste el honor de ser canonizada, el 8 de diciembre de 1933, Pío XI invitó a todos los cristianos a seguir tus huellas santísimas, imitar tu vida y tu humildad, tu fe y tu caridad ardiente. Haz que amemos como tú "todo lo pequeño" y busquemos sin cesar el silencio y el olvido, la abnegación y la obediencia que nos ganarán las complacencias del Altísimo. Respondistes con fidelidad a las inspiraciones del cielo; alcánzanos con tus oraciones y tus méritos, que respondamos con generosidad a la gracia de Dios, que nos llama a un estado más perfecto, más santo. Si no nos es posible rivalizar contigo en la pureza de vida, intentaremos, al menos, tener un celo semejante para hacer penitencia, cada una según su condición. Finalmente, haz que amemos a la Santísima Virgen como la amaste tú. No sólo nos alegramos cuando te honramos porque eres una gran santa, sino también porque tu tiempo es el tiempo de la Inmaculada. "Miré a la Santísima Virgen todo lo que pude", decías tú. Oh si pudiésemos contemplarla con toda nuestra atención y con todo nuestro amor, como tú en Massbielle, y poco tiempo después en su altar de Nevers. No pretendemos ser honrados con una aparición pero cuando leemos el Evangelio, cuando meditamos cada día los misterios del Rosario, cuando guardamos nuestros corazones puros establecemos, desde aquí abajo, tratamos con la Santísima Virgen y ansiamos ir a contemplar su belleza en el cielo. Como en Lourdes, Nuestra Señora está cerca de nosotros, "atrayente, sonriente, mirándonos como una madre mira a sus hijos." Ruega, oh Santa Bernardita, ruega para que no entristezcamos su mirada bondadosa. "Nos hace una señal para que nos acerquemos..." Su gesto maternal nos atrae, pero, alárganos la mano y llévanos tú misma a la Inmaculada. 
 
 
Del Año Litúrgico de Guéranger

viernes, 17 de febrero de 2017

17 de Febrero: SAN JULIÁN DE CAPADOCIA, MÁRTIR (+308).

Este fervoroso devoto de los santos mártires, y glorioso mártir de Jesucristo, fue natural de Capadocia, y (como escribe Eusebio) varón ingenuo y santísimo, admirable en todas sus acciones, y lleno del Espíritu Santo. 



Habiendo venido a Cesárea al tiempo que el impío gobernador Firmiliano acababa de dar muerte con exquisitos tormentos a muchos santos mártires; llevado de su ardiente devoción con aquellos ilustres soldados de Jesucristo, se arrojó sobre sus venerables cadáveres que estaban tirados por el suelo, despedazados y bañados en su propia sangre. A todos abrazó, a todos besó con grande reverencia, sin temor ninguno de los gentiles ni de los mismos soldados que custodiaban a los santos cuerpos, que por orden del tirano habían de quedar cuatro días en el lugar del suplicio para que los perros y buitres los devorasen. 

Viendo, pues, los guardas aquellas demostraciones de la fe y reverencia de Julián, le prendieron y maltrataron con grande inhumanidad, y le presentaron al tribunal del impío juez, acusándole de adorador del Crucificado y de sus mártires. 

Embravecióse Firmiliano, viendo que la mucha sangre de cristianos que acababa de derramar no era bastante para extinguir la fe de Jesucristo, y después de algunas demandas y respuestas, ordenó que se encendiese una gran hoguera, donde arrojasen a Julián y donde ardiese hasta que no quedase de él más que las cenizas. 

Oyó el santo mártir con ademanes de inexplicable gozo la terrible sentencia, y no cesaba de dar gracias al Señor por la incomparable merced que le hacía padecer y morir por su amor. ¿Cuándo será la hora, decía, en que mi alma se junte con la de tus santos y justos en la gloria eterna? Y con esta maravillosa constancia y alegría, que dejaba atónitos y asombrados a los mismos verdugos, llegó al lugar del suplicio, y padeció el tormento del fuego, ofreciéndose en holocausto a Jesús, hasta que su alma preciosa, saliendo del cuerpo abrasado, voló al eterno refrigerio y al paraíso de Dios. 

Quiso vengarse el gobernador ordenando que el cadáver del santo mártir quedase en el lugar del suplicio por espacio de cuatro días, con el fin de que las fieras le devorasen, pero no atreviéndose éstas a tocarlo por disposición divina, pudieron recogerlo los cristianos, juntamente con los otros cuerpos de otros santos mártires, a todos los cuales dieron honrosa sepultura. 

El Señor castigó después al tirano y a sus cómplices, permitiendo que acabasen su vida con muerte desastrosa.  

Reflexión: ¿Qué dirán aquí aquellos cristianos tibios y cobardes que por vanos respetos del mundo no osan tributar públicamente a Dios y los santos el culto y reverencia que se les deben? Nuestro glorioso san Julián, inspirado de Dios, adoró los sangrientos despojos de aquellos mártires de Jesucristo, sin temor ninguno de la presencia de los soldados ni de las amenazas de los verdugos, y esos vilísimos esclavos del qué dirán, no se atreven a adorar las sagradas reliquias, ni a asistir a una procesión, ni a hacer en sus viajes la señal de la cruz, y si acuden al santo templo, ha de ser cometiendo irreverencias, por temor de parecer hipócritas y cristianos. 

No quieras, pues, ser tú más bien siervo del mundo que de Jesucristo. Imita a san Agustín, que decía: «Pensad de Agustín lo que os plazca, lo que deseo, lo que busco, es que mi conciencia no me acuse delante de Dios.» 

Oración: Concédenos, oh Dios omnipotente, que los que veneramos el nacimiento para el cielo de tu bienaventurado mártir Julián, seamos fortalecidos por su intercesión en el amor de tu santo Nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 


Del Flos Sanctorvum