I.
En las crónicas cistercienses se refiere, que viajando en la noche de Navidad cierto monje de Brabante, al pasar por un bosque sintió un gemido como de niño recién nacido; se acercó hacia donde oía la voz, y vio un hermoso infantito en medio de la nieve, que temblando todo de frío lloraba.
Movido a compasión el religioso, enternecido se apeó prontamente de su cabalgadura, y aproximándose al niño, dice: ¡Oh hijito mío! ¿cómo te hallas aquí tan abandonado en medio de esta nieve, a llorar y morir? Y entonces oyó que le respondía: ¡Ay de mí! ¿y cómo puedo dejar de llorar mientras me veo tan abandonado de todos, y que ninguno me recoge ni tiene compasión de mí? Y dicho esto desapareció el niño, dándonos a entender que él era el Redentor, quien con tal visión quiso reprender la ingratitud de los hombres, los cuales viéndolo nacido en una gruta por amor de ellos, le dejan llorar sin que ni aun lo compadezcan.
II.
Cuenta el Pelbarto que cierto militar estaba lleno de vicios, pero tenia una mujer devota; la cual no habiéndolo podido reducir, al menos le recomendó que no dejase de rezar todos los días una Ave María delante cualquier imágen de Nuestra Señora. Un día, yendo este tal a pecar, pasó por una iglesia, entró casualmente en ella, y viendo la imagen de la santa Virgen le rezó arrodillado el Ave María; y en seguida ¿qué es lo que vio? Vio al niño Jesús en brazos de María, todo herido, que arrojaba sangre. Entonces dijo : ¡ Oh Dios! ¿qué bárbaro ha tratado de tal manera á este Niño? «Vosotros sois, respondió María , pecadores, los que tratáis así á mi Hijo.» Luego el militar arrepentido le pidió le alcanzase perdón, llamándola madre de misericordia; y la Señora dijo: Vosotros, pecadores, me llamáis madre de misericordia, mas no dejáis de hacerme madre de dolores y de miseria. Pero el penitente no decayó de ánimo, siguió rogando a María que intercediese por él.
La bienaventurada Vírgen se volvió al Hijo y le pidió el perdón para aquel pecador. El Hijo parecía que repugnase; pero al punto le dijo María: Hijo mío, no me separaré de tus piés si no perdonas a este afligido que se encomienda a mí. Entonces respondió Jesús: Madre mía, yo jamás os he negado cosa alguna; ¿deseáis para este el perdón? sea, pues, perdonado, y en señal del perdón que yo le doy, quiero que él mismo venga a besarme estas heridas. Fue el pecador, se acercó, y así como las besaba se cerraban las heridas. De allí, saliendo de la iglesia pidió perdón a su mujer, y de común consentimiento dejaron ambos el mundo y se hicieron religiosos en dos monasterios donde terminaron la vida con una santa muerte.
III.
Refiere el P. Patrignani, que hubo en Mesina un noble joven, llamado Domingo Ansalone, el cual solía visitar frecuentemente en cierta iglesia una imagen de María, la cual tenía en brazos al niño Jesús de relieve, del que estaba enteramente enamorado.
Luego Domingo se puso a la muerte. Pidió a los padres con muchísimo deseo que le trajesen a su amado niño, y no pudieron menos de darle este consuelo, Con lo cual todo contento, colocó la imagen en su misma cama , y siempre la estaba mirando afectuosamente, y de cuando en cuando vuelto luego al niño le decía : Jesús mío, tened piedad de mí, y después dirigiéndose a los presentes: Mirad (les decía), mirad qué hermoso es este mi señorito! En la última noche llamó a sus padres, y delante de ellos dijo primeramente al santo Niño: Jesús mío, yo os dejo mi heredero; y después suplicó al padre y a la madre, que de cierta pequeña suma de dinero que él tenía le hiciesen celebrar nueve misas después de su muerte; y con lo restante hicieran un hermoso vestidito a su niño heredero.
Antes de expirar, pues, alzando los ojos con rostro alegre, dijo: ¡ Oh cuán bello es ! ¡ oh cuán bello es mi Señor! y así diciendo expiró...
IV.
Refiere el P. Nadasi, que habiéndose introducido en un monasterio la devoción de enviar por turno a las religiosas la imagen del niño Jesús un día a cada una, alguna de aquellas vírgenes, a quien tocó su vez, después de haber estado en larga oración durante el día, llegada la noche tomó la imagen y la encerró en un pequeño armario. Mas apenas se había puesto a descansar, cuando el santo Niño daba golpes a la puerta de aquel armario: levantóse al instante de la cama la religiosa, y colocando nuevamente la imagen sobre el altarcito, hizo oración un gran rato.
Después volvió a encerrarlo; pero el Niño volvió á golpear. Otra vez ella le sacó a fuera, y siguió en orar. Finalmente cansada del sueño, y tomada del Niño la licencia, se acostó en la cama y durmió hasta hacerse de día, y despertando bendijo aquella noche pasada en santa conversación con su amado.
V.
Se halla escrito en el Diario dominicano , a 7 de octubre, que predicando santo Domingo en Roma, había allí una pecadora llamada Catalina la Bella. Recibió esta un rosario de la mano del Santo, y comenzó a rezarlo; pero no dejaba su mala vida. Un día se le apareció Jesús, primero en forma de joven, y después se transformó en un gracioso niño, mas con una corona de espinas sobre la cabeza y con la cruz sobre las espaldas, derramando lágrimas de los ojos y sangre del cuerpo, el cual díjole: Basta; no más, Catalina, basta; deja de ofenderme más, mira cuánto me cuestas; pues que yo he comenzado desde niño a padecer por ti, y no dejaré de padecer hasta la muerte. Catalina fue prontamente a encontrar a santo Domingo, se confesó con él, y dirigida por él mismo, después de haber distribuido todo lo que tenia a los pobres, y haberse encerrado en una angosta celda murallada, se redujo a una vida tan fervorosa y mereció tales favores del cielo, que el Santo quedó admirado. Y finalmente visitada por María santísima logró una felicísima muerte.
VI.
Se dice en la vida del P. Zucchi de la Compañía de Jesús, devotísimo del niño Dios, de cuyas imágenes él se servía para ganar muchas almas al Señor, que un día dió una imagencita de estas a una señorita, la cual por otra parte era de costumbres inocentes, pero estaba lejos de pensar en hacerse religiosa.
La doncella aceptó el regalo; pero enseguida sonriendo dijo: ¿Qué he de hacer yo, pues, de este niño? El Padre respondió: Nada más que colocarlo sobre el pasamano o clave que usáis (deleitábase la dama mucho en tañer). Hízolo ella así , y teniendo siempre delante aquel niño, se llegaba a mirarlo muy a menudo, y de mirarlo comenzó á sentir algún movimiento de devoción; de allí se encendió en deseos de ser mejor, de modo que el instrumento le servía más para orar que para tañer. Finalmente se resolvió a dejar el mundo y hacerse religiosa; y al punto toda alegre fue a contar al P. Zucchi que el niño le había atraído a su amor, y separándola de los afectos terrenos la había hecho suya toda. Entró religiosa, y se entregó a una vida de perfección.
VII.
La venerable sor Juana de Jesús y María, franciscana, mientras que un día meditaba la persecución de Jesús por Herodes, oyó un gran ruido como de gente armada que seguía a alguno, y luego vio un hermosísimo niño todo azorado que huía, y le decía: Juana mía, ayúdame, y sálvame. Yo soy Jesús Nazareno ,huyo de los pecadores que me quieren quitar la vida y me persiguen peor que Herodes. Sálvame tú ".
San Alfonso María de Ligorio
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