Una tercera Virgen romana, con la frente ceñida por la corona del martirio viene hoy a compartir los honores con Inés y Emerenciana. Es Martina, cuyo nombre recuerda al dios pagano que presidía los combates.
Su cuerpo descansa al pie del monte Capitolino, en un antiguo templo de Marte, convertido hoy en la Iglesia de Santa Martina. El deseo de hacerse digna del divino Esposo elegido por su corazón, la hizo fuerte contra los tormentos y la muerte, de suerte que pudo lavar su blanca vestidura con su propia sangre. El Emmanuel es Dios fuerte, poderoso en los combates (Salmo XXIII, 8): no necesita hierro para vencer, como el falso dios Marte. Le basta la suavidad, la paciencia, la inocencia de una virgen para derrotar a sus enemigos; y así, venció Martina con un triunfo mucho más duradero que los de los mayores capitanes de Roma.
Vida — No conocemos ningún documento antiguo que nos acredite la existencia de Santa Martina. Sólo en el siglo VII la hallamos mencionada; en esa época encontramos establecido su culto en una basílica del Foro. Sus Actas, completamente legendarias, dicen que fue martirizada en tiempo del emperador Alejandro, en 226, después de ser azotada con varas. Represéntasela de ordinario con los instrumentos de su suplicio: tenazas y espada.
Oh valerosa Virgen, la Roma cristiana continúa poniendo en tus manos el cuidado de su defensa; si tú la amparas, tendrá confianza y descansará tranquila. Atiende sus plegarias, y arroja muy lejos de la santa ciudad a los enemigos que la oprimen. Mas, acuérdate que no tiene sólo que temer a los batallones que lanzan fuego y destruyen muros; también en tiempo de paz se dirigen continuos y siniestros ataques contra su libertad. Desbarata, oh Martina, esos pérfidos planes, y no te olvides de que fuiste hija de la Iglesia romana, antes de ser su protectora.
Pide para nosotros al divino Cordero la fortaleza necesaria para arrojar de nuestro corazón a los falsos dioses, a quienes a veces estamos tentados de ofrecer sacrificios. Ayúdanos con tu poderoso brazo, en los ataques que tenemos que sostener contra los enemigos de nuestra salvación. Fuiste capaz de destruir la idolatría en el seno de la Roma pagana; no lo has de ser menos contra este mundo que trata de invadirnos. Como premio a tus victorias, brillas ya junto a la cuna de nuestro Redentor; también a nosotros nos acogerá el Dios fuerte, si, como tú, sabemos luchar y vencer. El vino para someter a nuestros enemigos; pero exige de nosotros que tomemos parte en la lucha. Haznos fuertes, oh Martina, para que no retrocedamos nunca, y haz también que nuestra confianza en Dios vaya siempre acompañada de la desconfianza de nosotros mismos.
SANTA BATILDE, REINA DE FRANCIA (626-680)
Preséntase hoy otra viuda, una piadosa reina de Francia. Dejó su puesto de honor como soberana, para seguir a Jesús en la humildad de su vida oculta. Madre de tres reyes, después de haber dado sabias leyes como regente, y haber refrenado la insumisión de los grandes, abolido la esclavitud y hecho florecer la religión, sustráese al amor de su pueblo para encerrarse en la Abadía de Chelles, durante los quince últimos años de su vida.
Como los Reyes Magos del Oriente ve la estrella que la llama a Belén; y tiene para ella más atractivo la contemplación del divino Infante en el pesebre, que las comodidades de aquel palacio que supo llenar con el ejemplo de su piedad y el mérito de sus virtudes.
Buscando a Dios con fidelidad hasta la muerte, acude a refugiarse en el monasterio que ella misma había fundado, pero acude no para ser servida sino para servir. Quiere ser en él la última de todas, y se ejercita en todos los oficios donde mejor puede imitar la humildad de su Salvador. De este modo se pone de manifiesto una vez más el poder de Jesús; desde su cuna seduce los corazones y atrae las almas, hasta hacerlas olvidar todo lo que no es Él mismo.
Felicitamos a Santa Batilde por haber sido admitida en la compañía de las Vírgenes que rodean al recién nacido. No desdeña el Emmanuel a la esposa del hombre, cuando guarda para Él su supremo amor, y aún cuando es justo que los primeros honores de su corte sean para las Vírgenes que le dedicaron todo su corazón, también se complace en colmar de felicidad a los demás corazones, deseosos de agradarle.
VIDA. — Nació Santa Batilde en Inglaterra. Vendiéronla unos piratas en 641 al cortesano Erquinoaldo, cuya mano rehusó ella. Pronto, no obstante eso tuvo que contraer matrimonio con Clodoveo II. A la muerte del rey, ocurrida en 657 fue encargada de la tutela de los príncipes Clotario, Childerico y Tierry hijos suyos. Ayudáronle con sus consejos, en su regencia, San Crodbecto y San Uano. Suprimió las ordenaciones simoníacas, la esclavitud y venta de los cristianos, animó a los Obispos y a los Abades a restablecer la disciplina en los monasterios, y construyó las abadías de Corbeya y Chelles. Por fin, dejando en el gobierno a su hijo Clotario, el año 673, se hizo simple religiosa en Chelles, en donde murió en 680. Sus reliquias se guardan hoy en la iglesia parroquial de Chelles.
SAN LESMES, PATRONO Y PROTECTOR DE BURGOS
Le solicitaron de varias provincias, hasta de Inglaterra, para que fuera alivio de las desahuciadas, hasta que viniendo a España como esposa de Alfonso VI, Constancia de estirpe real francesa, quiso tener como capellán asiduo suyo a su compaisano Lesmes, y en Bureos le le dio la Capilla de San Juan Evangelista y el adjunto Hospital de peregrinos santiagueses. Alfonso VI levantó al lado un Monasterio benedictino poniendo al frente de él a Lesmes, quien administraba así mismo el Hospital y se deshacía en obras benéficas de todo género, obrando señaladas maravillas.
Era muy insana y pantanosa aquella parte de la ciudad, y el santo se ingenió en sanearla por medio de acueductos, calzadas y pontones de modo que mereció ser considerado como el bienhechor más insigne de Burgos capital de Castilla. Alfonso VI le llevó consigo a la conquista de Toledo y Lesmes entusiasmó a la caballería amedrentada ante la imponente crecida e inundación del Tajo, pasando valiente el vado montado en un asnillo.
Fue enterrado ante la Capilla de San Juan de Burgos y posteriormente erigió sobre su sepulcro la esbelta Parroquia de San Lesmes, declarándole por Patrono y protector suyo la noble y leal ciudad de Burgos que festeja su memoria el 30 de enero, con grandes regocijos.
Del año Litúrgico de Guéranger
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