domingo, 22 de enero de 2017

22 de Enero: III DOMINGO DESPUÉS DE LA EPIFANÍA. De la Catena áurea de Santo Tomás

Mateo VIII. 01-13 Y habiendo bajado del monte, le siguieron muchas turbas; y he aquí que, viniendo un leproso, le adoraba, diciendo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Y extendiendo la mano le tocó, diciendo: "Quiero, sé limpio", y al punto su lepra fue limpiada. Y Jesús le dijo: "Mira, que no se lo digas a nadie; mas ve, muéstrate al sacerdote y ofrece la ofrenda que mandó Moisés en testimonio a ellos". Y habiendo entrado en Cafarnaúm, se llegó a El un Centurión, rogándole y diciendo: "Señor, mi siervo está postrado en casa paralítico y es reciamente atormentado". Y le dijo Jesús: "Yo iré y lo sanaré". Y respondiendo el Centurión, dijo: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, sino tan solamente dilo con la palabra, y será sano mi siervo. Pues también yo soy hombre sujeto a otro, que tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace". Cuando esto oyó Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: "En verdad os digo, no he hallado una fe tan grande en Israel. Os digo, pues, que vendrán muchos de Oriente y de Occidente, y se recostarán con Abraham, e Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Mas los hijos del reino serán echados en las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el crujir de dientes". Y dijo Jesús al Centurión: "Ve, y como creíste, así te sea hecho": y fue sano el siervo en aquella hora.
 
 
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21 Entre los que no subieron al monte se encuentra el leproso, que no puede subir a lo alto, abrumado bajo el peso de sus pecados. La lepra es el pecado de nuestras almas. El Señor bajó de la altura del cielo como de un alto monte, para limpiar la lepra de nuestros pecados. Y así, como si le aguardase, el leproso sale al encuentro del que baja. Por ello dice: "Y vino un leproso".   
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5 "Señor, por Ti han sido hechas todas las cosas, por lo tanto, si quieres puedes limpiarme. Tu voluntad es obra, y las obras obedecen a tu voluntad. Tú has limpiado primeramente de la lepra a Naamán Syro por medio de Eliseo, y ahora, si quieres, puedes limpiarme".
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21 
Y ofrecía al Médico espiritual una merced espiritual. Porque así como se satisface a los médicos de la tierra con dinero, a éste con oraciones. Ninguna otra cosa más digna podemos ofrecer a Dios que una oración bien hecha. En cuanto a lo que dice: "Si quieres", no duda que la voluntad de Dios está inclinada a todo lo bueno, sino que, como no a todos conviene la perfección corporal, ignoraba si a él le convendría aquella curación. Dice, pues: "Si quieres", como si dijese: "Creo que quieres todo lo que es bueno, pero ignoro si es bueno para mí lo que pido".  
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,2 
La naturaleza obedeció con prontitud al poder de quien mandaba y por ello sigue: "Y luego su lepra fue limpiada". Pero en cuanto a la palabra luego no expresa bien la prontitud con que el leproso quedó limpiado.
 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.25,2 Cuando Jesús hubo curado el cuerpo del leproso, le ordena que no lo diga a nadie, y por ello sigue: "Y le dijo Jesús: Mira, que no lo digas a nadie". Algunos dicen que le mandó esto para que no hablasen en mal sentido de su curación, lo cual se dice sin fundamento. No lo curó de tal manera que quedase duda acerca de su curación. Pero lo manda que no lo diga a nadie, enseñando a no amar la ostentación ni el honor ( Mc 5,20). A otro que curó lo mandó que lo dijese, enseñándonos también a interpretar en buen sentido sus palabras, cual era el que no se divulgase el milagro, sino que se diese gloria a Dios. Por medio de este leproso nos enseñó a no ser vanagloriosos, y por medio del otro a no ser desagradecidos, sino referirlo todo a la alabanza de Dios.
 

Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5 Lo envió a los sacerdotes para que conociesen que no había sido curado por la costumbre de la ley, sino por la acción de la divina gracia.
 

San Jerónimo 
Estaba mandado en la ley que los que fuesen curados de la lepra ofreciesen dones a los sacerdotes, y por ello prosigue: "Y ofrece tu ofrenda, que mandó Moisés en testimonio a ellos" ( Lev 14).
 

Remigio Se designa también de una manera moral, por medio del leproso, al pecador (porque el pecado hace aparecer al alma sucia e inconstante) que se postra delante de Jesucristo, conmovido a la vista de sus antiguos pecados, y que, sin embargo, debe confesarse y pedir el remedio de la penitencia. Porque el leproso manifiesta su herida y pide el remedio. El Señor extiende la mano cuando otorga el auxilio de la divina misericordia, e inmediatamente el leproso consigue el perdón de sus pecados. Ni puede reconciliarse con la Iglesia, sino por medio del juicio del sacerdote. 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 22 
Este centurión es el fruto primero de los gentiles, en comparación de cuya fe se considera como infidelidad la fe de los judíos. No había oído la predicación de Jesucristo, ni visto la curación del leproso. Pero habiendo oído contar esta curación, creyó más que lo que oyó, viniendo a ser el misterio o figura que representaba la futura conversión de los gentiles, quienes no habían leído la ley ni los profetas respecto de Cristo, ni habían visto al mismo Jesús hacer milagros. Se acercó, pues, el centurión a Jesús rogándole y diciéndole: "Señor, mi siervo está postrado en casa, paralítico y reciamente atormentado". Veamos aquí la bondad del centurión, que tanta solicitud mostraba por la salud de su siervo, como si ningún daño de dinero, sino de salud, hubiera de experimentar con la muerte de aquél. No veía diferencia alguna entre el siervo y el señor, porque aunque la dignidad sea diferente entre ellos según el mundo, la naturaleza de ambos es igual. Veamos también aquí la fe del centurión, el cual no dijo: "Ven y sánalo", porque, habiendo llegado allí, estaba presente en todas partes, e igualmente su sabiduría, porque no dijo: "Sánale desde aquí". Sabía, pues, que tenía poder para hacerlo, sabiduría para comprenderle y caridad para oírle. Por lo tanto se limitó a exponer la enfermedad, dejando el remedio de la curación al arbitrio de su misericordia, diciendo: "Y es reciamente atormentado". En esto manifiesta que le amaba, pues el que ama a uno que está enfermo, siempre cree que el mal que padece es de mayor gravedad que el que realmente tiene.
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 22 Si El no hubiese dicho: "Yo iré y le sanaré", el centurión no hubiera respondido: "No soy digno". Además, prometió ir porque se pedía para un siervo, a fin de enseñarnos que no debemos complacer a los grandes y despreciar a los pequeños, sino que igualmente debemos complacer a pobres y a ricos.
 

San Agustín, sermones, 62,1 
Considerándose como indigno apareció como digno, no de que entrase el Verbo entre las paredes de su casa, sino en su corazón. Y no hubiera dicho esto con tanta fe y humildad si no hubiese llevado ya en su corazón a Aquel de quien temía que entrase en su casa, pues no era una gran felicidad que Jesús hubiese entrado en su casa y no en su pecho.

Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5 
También ahora, cuando los santos y los obispos y los sacerdotes aceptos a Dios, entran en tu casa, entra Dios en ella por medio de ellos. Considéralos como si recibieses al mismo Dios. Cuando comes la Carne y bebes la Sangre del Señor, entonces el Señor entra en tu casa. Y tú, humillándote a ti mismo, di: "Señor, no soy digno", etc. Cuando entra en el que no es digno, entra para juzgarlo.

San Jerónimo 
La prudencia del centurión aparece en que ve a través del Cuerpo del Salvador a la divinidad que en El se encontraba oculta, y por eso añade: "Pero mándalo con tu palabra y será sano mi siervo".
 

San Agustín, sermones 62,4
Si yo, que estoy bajo potestad, tengo poder de mandar, ¿cuánto podrás Tú, a quien sirven las potestades?

San Agustín, super Genesim contra Manichaeos, 1, 8 
¿Quién puede decirse que había infundido la fe en el centurión, sino el mismo que la admiraba? Y si era otro el que la había infundido, ¿cómo la admiraba Aquel que todo lo sabe? El Señor admira para enseñarnos lo que debemos admirar nosotros, que aun necesitamos ser movidos así. Por lo demás, estas emociones no anunciaban en El la perturbación del alma, sino que constituían parte de su enseñanza.

Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5 
Jairo, príncipe de Israel, pidiendo por su hija, no dijo: "Di con tu palabra", sino: "Ven inmediatamente" ( Mc 5,23). Nicodemo, oyendo hablar del misterio de la fe, dice: "¿Cómo puede ser esto?" ( Jn 3,9). María y Marta dicen: "Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no hubiese muerto" ( Jn 11,32).
Como dudando de que el poder de Dios pudiese estar presente en todas partes.

San Agustín, sermones, 62,6 

No dice todos, sino que muchos vendrán de Oriente y de Occidente. Con estas dos partes se designa todo el mundo.
 

San Jerónimo 
Porque el Dios de Abraham, Creador del cielo, es Padre de Jesucristo. En el Reino de los Cielos se encuentra Abraham con quien descansarán las naciones que creyeron en Jesucristo, Hijo del Creador.

San Agustín, sermones, 62,6 
Así como vemos a los cristianos, llamados al convite celestial, donde se encuentra el pan de la santidad y la bebida de la sabiduría, también vemos a los judíos reprobados en la siguiente frase: "Mas los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores". Esto es, los judíos, que recibieron la ley, que celebran en sus figuras los misterios futuros que, una vez presentes, no reconocieron.
 

San Jerónimo 
Se llaman tinieblas exteriores porque el que es arrojado por Dios afuera, deja la luz.

Haymo 
Manifiesta que habrán de padecer allí cuando añade: "Allí será el llanto y el crujir de dientes". Con la metáfora de los miembros describe las penas de los tormentos. Cuando los ojos son afectados por el humo producen lágrimas, y los dientes rechinan cuando hace demasiado frío. Se manifiesta, pues, que los réprobos en el infierno sufrirán un calor y un frío intolerables, según aquellas palabras de Job: "Pasarán de las aguas de nieve al excesivo calor" ( Job 24,19). 
  
San Agustín, sermones 62,4 
Así como el Señor no entró con el cuerpo en la casa del centurión, sino que ausente de cuerpo y presente con la majestad, sanó al mismo muchacho, así en el solo pueblo judío estuvo con el cuerpo, porque en las demás naciones ni nació de la Virgen, ni padeció, ni mostró enfermedad alguna, ni hizo milagros, y sin embargo se cumplió lo que se había dicho: "El pueblo que no me conoció, me sirvió, y al oír hablar de mí, me obedeció" ( Sal 17,46). La nación judía conoció y crucificó; las demás naciones de la tierra oyeron y creyeron.


De la Catena áurea de Santo Tomás

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