martes, 31 de enero de 2017

31 de Enero: SAN JUAN BOSCO, CONFESOR

Al final del mes dedicado a honrar la infancia del Salvador, San Juan Bosco, conduce ante Jesús Niño, ante Jesús Obrero, a la multitud del niño y de obreros a quienes consagró su vida. Para salvar a los hombres, el Hijo de Dios se dignó hacerse hombre y experimentar todas las miserias de nuestra naturaleza menos el pecado. 


Nació pobre en un establo, trabajó para ganarse el pan; luego, antes de morir predicó el Evangelio a los pobres, y si en este mundo tuvo preferencias, fueron estas para los niños: "Dejad que los niños se acerquen a mí: de ellos y de los que se les asemejan es el reino de los cielos." San Juan Bosco no hizo más que reproducir estos aspectos de la vida de Jesús. Pobre también él de nacimiento, tuvo que trabajar para ganarse el pan y poder hacer sus estudios. 

Sacerdote ya, quiso predicar la buena nueva a los pobres, a los niños, a los obreros abandonados, a todos aquellos a quienes la pereza o el vicio arrastraban al mal. Creó para ellos patronatos, orfanatos, escuelas primarias, escuelas profesionales: "Amo tanto a estos pobres pequeños, que a gusto partiría con ellos también mi corazón."

En su santificación personal y en su ministerio se propuso como modelo y maestro a San Francisco de Sales. El Obispo de Ginebra le había enseñado que "no hay más que un medio de ser un buen educador, y es ser santo"; y que si pretendía hacer una obra buena y duradera, debía darse a Dios y dar a Dios. Dióse, pues, sin reservas: su tiempo, sus energías, sus talentos, su fama, su salud, su vida, su madre, todo fue para los niños recogidos en las calles. Les dió pan, trabajo y asilo; sobre todo les comunicó la alegría que habita en una conciencia pura, en un alma unida a Dios. Por medio de sus instrucciones familiares, de los sacramentos, de la Penitencia y de la Eucaristía, hizo de ellos cristianos fervorosos, y pacíficos ciudadanos. 

Manifestóse así al siglo XIX como un maestro en cuestiones sociales, y como uno de los mayores Apóstoles de la Acción Católica, tan recomendada por los últimos Papas. Lo mismo que el Señor, despertó en torno suyo numerosos seguidores, discípulos que vinieron a ponerse bajo su dirección, y a compartir sus cuidados y trabajos en la salvación del mundo y su conversión a Dios. Pronto formóse la Asociación Salesiana, luego la Congregación de Hijas de María Auxiliadora, y, finalmente, la Unión de Cooperadores, Salesianos, inmenso ejército que lanzó a la conquista de las almas y que está ya difundido por el mundo entero. 

"El éxito de esta obra, decía Pío X, sólo puede explicarse por la vida sobrenatural y santidad de su Fundador." El en cambio, pretendía no haber sido sino un simple instrumento: "Es Nuestra Señora Auxiliadora quien lo ha hecho todo." Pero Pío XI que le había conocido y que le elevó a los altares, ha podido decir con razón, "que su nombre es uno de los que bendecirán los siglos eternamente." 

VIDA. — Juan Bosco nació el 16 de agosto de 1815 en Castelnuovo de Asti. Desde muy joven se distinguió por su piedad, su pureza, su alegría y su penetrante inteligencia. En 1835 entró en el Seminario Mayor de Turín y el 5 de junio de 1841 fue ordenado sacerdote. Desde entonces, consagró su vida a la salvación y educación de los niños pobres y de los obreros, fundó la Asociación de Salesianos, luego una Congregación de religiosas bajo el patrocinio de María Auxiliadora, y por fin, otra de Cooperadores. 

Murió el 31 de enero de 1888. Pío XI le beatificó en 1929, y cinco años más tarde le canonizó. 

También nosotros acudimos en pos de tantos otros para aclamarte con la Iglesia, para implorar tu ayuda, para pedir tus consejos. Agrádanos escuchar tus fervorosas exhortaciones: "¡Oh vosotros, que trabajáis y estáis cargados de sudores y fatigas! si queréis hallar una fuente inagotable de consuelos, si queréis ser felices, haceros santos. Para ser santos no necesitáis más que una cosa: quererlo.

Los santos se santificaron cada cual en su propio estado. ¿De qué manera? Haciendo bien lo que tenían que hacer." Pide al Señor para nosotros, que lleguemos a comprender una lección tan sencilla y verdadera y que la pongamos en práctica para llegar a ser santos. 

¡Apóstol infatigable, y devorado por el celo! protege a los sacerdotes y misioneros. "Lo primero que te aconsejo para llegar a ser santo, decías en cierta ocasión a Domingo Savio, el afortunado niño a quien condujiste a la santidad, es que ganes almas para Dios. Porque no hay nada tan santo en el mundo, como cooperar al bien de las almas. Por ellas derramó Jesucristo hasta la última gota de su sangre." Haz que abrase ese celo a todos los fieles, ya que todos están llamados de una u otra manera a cooperar en la obra de la Redención. Enséñanos, no sólo a los jóvenes, sino a todos nosotros, a frecuentar los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía, para guardar nuestras almas libres de pecados. Enséñanos a acudir con frecuencia a María Auxiliadora, con intercesión omnipotente operaste tantos prodigios y multiplicaste tantos milagros. Ella nos ayudará a seguir tus ejemplos, a permanecer fieles a las lecciones de Belén y de Nazaret, a guardar como tú una confianza de niño en la divina Providencia, y a no vivir más que para alabar la gloria de Dios, en constante acción de gracias '. Ella, finalmente, nos presentará con su Hijo al Padre celestial en el cielo, donde a la hora de la muerte "nos darás cita a todos."


Del año Litúrgico de Guéranger









lunes, 30 de enero de 2017

30 de Enero: SANTA MARTINA, VIRGEN Y MARTIR - SANTA BATILDE, REINA DE FRANCIA (626-680) - SAN LESMES, PATRONO Y PROTECTOR DE BURGOS.

Una tercera Virgen romana, con la frente ceñida por la corona del martirio viene hoy a compartir los honores con Inés y Emerenciana. Es Martina, cuyo nombre recuerda al dios pagano que presidía los combates. 



Su cuerpo descansa al pie del monte Capitolino, en un antiguo templo de Marte, convertido hoy en la Iglesia de Santa Martina. El deseo de hacerse digna del divino Esposo elegido por su corazón, la hizo fuerte contra los tormentos y la muerte, de suerte que pudo lavar su blanca vestidura con su propia sangre. El Emmanuel es Dios fuerte, poderoso en los combates (Salmo XXIII, 8): no necesita hierro para vencer, como el falso dios Marte. Le basta la suavidad, la paciencia, la inocencia de una virgen para derrotar a sus enemigos; y así, venció Martina con un triunfo mucho más duradero que los de los mayores capitanes de Roma. 

Vida — No conocemos ningún documento antiguo que nos acredite la existencia de Santa Martina. Sólo en el siglo VII la hallamos mencionada; en esa época encontramos establecido su culto en una basílica del Foro. Sus Actas, completamente legendarias, dicen que fue martirizada en tiempo del emperador Alejandro, en 226, después de ser azotada con varas. Represéntasela de ordinario con los instrumentos de su suplicio: tenazas y espada. 

Oh valerosa Virgen, la Roma cristiana continúa poniendo en tus manos el cuidado de su defensa; si tú la amparas, tendrá confianza y descansará tranquila. Atiende sus plegarias, y arroja muy lejos de la santa ciudad a los enemigos que la oprimen. Mas, acuérdate que no tiene sólo que temer a los batallones que lanzan fuego y destruyen muros; también en tiempo de paz se dirigen continuos y siniestros ataques contra su libertad. Desbarata, oh Martina, esos pérfidos planes, y no te olvides de que fuiste hija de la Iglesia romana, antes de ser su protectora.

Pide para nosotros al divino Cordero la fortaleza necesaria para arrojar de nuestro corazón a los falsos dioses, a quienes a veces estamos tentados de ofrecer sacrificios. Ayúdanos con tu poderoso brazo, en los ataques que tenemos que sostener contra los enemigos de nuestra salvación. Fuiste capaz de destruir la idolatría en el seno de la Roma pagana; no lo has de ser menos contra este mundo que trata de invadirnos. Como premio a tus victorias, brillas ya junto a la cuna de nuestro Redentor; también a nosotros nos acogerá el Dios fuerte, si, como tú, sabemos luchar y vencer. El vino para someter a nuestros enemigos; pero exige de nosotros que tomemos parte en la lucha. Haznos fuertes, oh Martina, para que no retrocedamos nunca, y haz también que nuestra confianza en Dios vaya siempre acompañada de la desconfianza de nosotros mismos. 


SANTA BATILDE, REINA DE FRANCIA (626-680)

Preséntase hoy otra viuda, una piadosa reina de Francia. Dejó su puesto de honor como soberana, para seguir a Jesús en la humildad de su vida oculta. Madre de tres reyes, después de haber dado sabias leyes como regente, y haber refrenado la insumisión de los grandes, abolido la esclavitud y hecho florecer la religión, sustráese al amor de su pueblo para encerrarse en la Abadía de Chelles, durante los quince últimos años de su vida. 


Como los Reyes Magos del Oriente ve la estrella que la llama a Belén; y tiene para ella más atractivo la contemplación del divino Infante en el pesebre, que las comodidades de aquel palacio que supo llenar con el ejemplo de su piedad y el mérito de sus virtudes. 

Buscando a Dios con fidelidad hasta la muerte, acude a refugiarse en el monasterio que ella misma había fundado, pero acude no para ser servida sino para servir. Quiere ser en él la última de todas, y se ejercita en todos los oficios donde mejor puede imitar la humildad de su Salvador. De este modo se pone de manifiesto una vez más el poder de Jesús; desde su cuna seduce los corazones y atrae las almas, hasta hacerlas olvidar todo lo que no es Él mismo.

Felicitamos a Santa Batilde por haber sido admitida en la compañía de las Vírgenes que rodean al recién nacido. No desdeña el Emmanuel a la esposa del hombre, cuando guarda para Él su supremo amor, y aún cuando es justo que los primeros honores de su corte sean para las Vírgenes que le dedicaron todo su corazón, también se complace en colmar de felicidad a los demás corazones, deseosos de agradarle. 

VIDA. — Nació Santa Batilde en Inglaterra. Vendiéronla unos piratas en 641 al cortesano Erquinoaldo, cuya mano rehusó ella. Pronto, no obstante eso tuvo que contraer matrimonio con Clodoveo II. A la muerte del rey, ocurrida en 657 fue encargada de la tutela de los príncipes Clotario, Childerico y Tierry hijos suyos. Ayudáronle con sus consejos, en su regencia, San Crodbecto y San Uano. Suprimió las ordenaciones simoníacas, la esclavitud y venta de los cristianos, animó a los Obispos y a los Abades a restablecer la disciplina en los monasterios, y construyó las abadías de Corbeya y Chelles. Por fin, dejando en el gobierno a su hijo Clotario, el año 673, se hizo simple religiosa en Chelles, en donde murió en 680. Sus reliquias se guardan hoy en la iglesia parroquial de Chelles. 


SAN LESMES, PATRONO Y PROTECTOR DE BURGOS
 
Natural de Landún al norte de Poitiers (Francia) a principios del siglo XI, siguió la carrera de las armas hasta la muerte de sus padres. Entró en serias reflexiones y ambicionando aventajarse en la milicia de Cristo desprendióse de sus cuantiosos bienes en provecho de los menesterosos y voló a pasos agigantados por los senderos de la perfección evangélica. Hízose monje en Casa Dei de donde fue nombrado Abad, agraciándole el Señor con el don de milagros.



Le solicitaron de varias provincias, hasta de Inglaterra, para que fuera alivio de las desahuciadas, hasta que viniendo a España como esposa de Alfonso VI, Constancia de estirpe real francesa, quiso tener como capellán asiduo suyo a su compaisano Lesmes, y en Bureos le le dio la Capilla de San Juan Evangelista y el adjunto Hospital de peregrinos santiagueses. Alfonso VI levantó al lado un Monasterio benedictino poniendo al frente de él a Lesmes, quien administraba así mismo el Hospital y se deshacía en obras benéficas de todo género, obrando señaladas maravillas. 

Era muy insana y pantanosa aquella parte de la ciudad, y el santo se ingenió en sanearla por medio de acueductos, calzadas y pontones de modo que mereció ser considerado como el bienhechor más insigne de Burgos capital de Castilla. Alfonso VI le llevó consigo a la conquista de Toledo y Lesmes entusiasmó a la caballería amedrentada ante la imponente crecida e inundación del Tajo, pasando valiente el vado montado en un asnillo. 

Fue enterrado ante la Capilla de San Juan de Burgos y posteriormente erigió sobre su sepulcro la esbelta Parroquia de San Lesmes, declarándole por Patrono y protector suyo la noble y leal ciudad de Burgos que festeja su memoria el 30 de enero, con grandes regocijos. 


Del año Litúrgico de Guéranger

domingo, 29 de enero de 2017

29 de Enero: IV DOMINGO DESPUÉS DE LA EPIFANÍA. De la Catena áurea de Santo Tomás.

Mateo VIII. 23-27 Y entrando El en una barca, le siguieron sus discípulos. Y sobrevino luego un grande alboroto en la mar, de modo que las ondas cubrían la barca. Mas El dormía. Y se llegaron a El sus discípulos y le despertaron, diciéndole: "Señor, sálvanos, que perecemos". Y Jesús les dice: "¿Qué teméis, hombres de poca fe?" Y levantándose al punto, mandó a los vientos y a la mar, y se siguió una grande calma. Y los hombres se maravillaron, y decían: "¿Quién es Este, a quien los vientos y la mar obedecen?"


Pseudo-Orígenes, hom. 7 
Habiendo hecho Jesucristo muchos y admirables prodigios en tierra, pasa al mar a ejecutar allí obras más admirables, para demostrar a todos que era el Señor de la tierra y del mar. Por lo que se dice: "Y entrando El en una barca, le siguieron sus discípulos", no imbéciles, sino firmes y estables en la fe. Estos, pues, le siguieron, no sólo tras las huellas de sus pies, sino más bien acompañando a su santidad.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.28,1 
Tomó a sus discípulos consigo, y en la barca, para enseñarles estas dos cosas: no asustarse ante los peligros, ni envanecerse con los honores. Permite que las olas los atormenten, a fin de que no formen de sí mismos un juicio muy ventajoso, a causa de la elección que había hecho de ellos, dejando a los demás. Cuando se trata de manifestación de milagros, permite que asista el pueblo; mas cuando es cuestión de tentaciones y temores, toma solamente a los atletas que se proponía formar para la conquista del mundo.
 
Pseudo-Orígenes, hom. 7 
Apenas entró en la barca hizo que se alborotara el mar. Como sigue: "Y sobrevino luego un grande alboroto en el mar, de modo que las olas cubriesen la navecilla". Esta tempestad no nació de sí misma, sino que obedeció al poder del que mandaba, el cual saca los vientos de sus tesoros. Se levantó una gran tempestad, para manifestar la grandiosidad del prodigio, porque cuanto más se precipitaban las olas sobre la navecilla, tanto más el temor turbaba a los discípulos, y más deseaban librarse por medio de un milagro del Salvador. 
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 28,1 
Habían visto a otros recibir beneficios de manos de Jesús, pero como no juzgamos igualmente lo que se hace en los otros cuerpos con lo que se hace en el nuestro, fue conveniente que, por el sentido familiar, disfrutasen de los beneficios de Jesucristo. Y por eso quiso que se verificase esta tempestad, para que, por su liberación, les hiciese más claro el sentido del beneficio. Esta turbación era la figura de las tentaciones que habían de venir, de las cuales dice San Pablo: "No quiero que ignoréis, hermanos, que estamos gravados sobre nuestras fuerzas" ( 2Cor 1,8). Para dar tiempo al miedo, se dice: "Mas El dormía". Si se hubiese verificado la tempestad estando El despierto, o no hubiesen temido, o no le hubiesen rogado, y acaso no hubiesen creído que El podía hacer tal cosa. 
 
Pseudo-Orígenes, hom. 7 
La cosa, en verdad, es admirable y estupenda. El que nunca duerme ni aun dormita, ahora se dice que duerme. Dormía, en verdad, como hombre, pero vigilaba como Dios, manifestando así que tenía verdadero cuerpo humano, que había vestido corruptible. Dormía con el cuerpo, para hacer vigilar a los apóstoles, y para que nunca durmamos nosotros con el alma. Fue tanto lo que los discípulos se aferraron con el miedo, que, casi faltos de razón, se arrojaron sobre El, y en vez de hablarle con modestia y dulzura, le despertaron turbulentamente, como indica el evangelista: Y se acercaron los discípulos a El, y lo despertaron, diciendo: "Señor, sálvanos, que perecemos". 
 
San Jerónimo 
El tipo de este signo le vemos en el profeta Jonás, cuando, peligrando todos los otros, El estaba seguro, y duerme y es despertado. 
 
Pseudo-Orígenes, hom. 7 
¡Oh verdaderos discípulos! Tenéis con vosotros al Salvador, ¿y teméis el peligro? Está con vosotros la vida, ¿y teméis la muerte? Pero respondan: "Somos niños débiles todavía, y por eso tememos". De sonde sigue. "Y les dijo Jesús: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe?" Como diciendo: "Si me habéis visto poderoso en la tierra, ¿por qué no creéis que también puedo serlo en el mar?" Y si viniese la muerte, ¿no debéis sufrirla con gran valor? El que cree poco será argüido, el que nada cree, será condenado. 
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.28,1 
Mas si alguno dijese que no fue señal de poca fe el aproximarse a despertar a Jesús, habrá de admitir que esto fue señal de que todavía no tenían formada de El una opinión decorosa, porque habían conocido que podía increpar a la mar estando despierto, y aun no habían conocido que podía hacer lo mismo estando dormido. No hace este milagro en presencia de la muchedumbre, para que no sean acusados de poca fe. Pero, hallándose solo con ellos, los reprende ante todo, y calma la turbación de las aguas, como sigue: "Entonces, levantándose, mandó a los vientos y a la mar, y se siguió una grande calma". 
 
San Jerónimo 
De este pasaje inferimos que todas las criaturas sienten al Creador, pues aquellos a quienes se manda, sienten al que manda, no según el error de los herejes (que todo lo creen animado), sino por la majestad del Creador, por la que todas las cosas que son insensibles para nosotros son sensibles para El. 
 
Pseudo-Orígenes, hom. 7 
Mandó, pues, a los vientos y al mar, y de un viento grande se hizo una gran tranquilidad. Conviene que el grande haga cosas grandes, y por eso el que primero había alborotado magníficamente la profundidad del mar, ahora manda que otra vez se restablezca una gran tranquilidad, para que los discípulos, tan turbados, se alegren magníficamente. 
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 28,2 
Vemos aquí también que toda la tempestad se disipó en el acto sin quedar huella de la turbación, lo cual era ciertamente extraño, pues cuando la fluctuación se termina naturalmente, las aguas se agitan después por mucho tiempo, mientras que aquí todo se volvió a la vez. Así realiza aquí Jesucristo lo que ha dicho del Padre: "Dijo, y se detuvo el espíritu de la tempestad" ( Sal 106). Con su sola palabra y mandato apacigua y refrena el mar. Por el aspecto, el sueño y el uso de la barca, los allí presentes le consideraban como hombre. De ahí la admiración en que cayeron, como sigue: "Y los hombres se maravillaron y decían: ¿Quién es ese", etc. 
 
Glosa 
San Juan Crisóstomo pone esta versión: "¿Quién es este hombre?" El sueño y lo que aparecía demostraba que era hombre, pero el mar y la tranquilidad manifestaban que era Dios. 
 
Pseudo-Orígenes, hom. 7 
Pero ¿quiénes son esos hombres que se admiraron? No creas que aquí se habla de los apóstoles, nunca encontramos que se designen los discípulos del Señor sino para honrarlos, y siempre se les llama apóstoles o discípulos. Se admiraban, pues, los hombres que navegaban con El, y de quienes era la barca. 
 
San Jerónimo 
Pero si alguno contenciosamente quiere decir que eran los discípulos los que se admiraban, responderemos que se les llama hombres con propiedad, porque todavía no habían conocido el poder del Salvador. 
 
Pseudo-Orígenes, hom. 7 
No dicen preguntando: "¿Cuál es Este?", sino asegurando que éste es Aquel a quien obedecen los vientos y el mar. ¿Cuál es éste, pues?, esto es, ¡qué poderoso, qué fuerte, qué grande! Manda a toda criatura, y no se desobedece su mandato. Sólo los hombres resisten, y por eso serán condenados en el juicio. En sentido místico, todos navegamos con el Señor en la barca de la Iglesia por este mundo borrascoso. El mismo Señor duerme con piadoso sueño, esperando nuestra paciencia y la penitencia de los impíos. 
 
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7 
Duerme, porque con nuestro sueño se adormece en nosotros. Sucede eso especialmente para que, en el miedo del peligro esperemos de Dios el auxilio. ¡Y ojalá que nuestra esperanza, aunque tardía, confíe en que podrá evadir el peligro, porque vigila dentro de nosotros el poder de Dios. 
 
Pseudo-Orígenes, hom. 7 
Acerquémonos a El con alegría, diciendo con el profeta: "Levántate; ¿por qué te duermes, Señor?" ( Sal 43,23). Y El mandará a los vientos, esto es, a los demonios, que son los que agitan en las persecuciones de los santos. Y restablecerá una gran tranquilidad respecto de los cuerpos y de las almas, la paz para la Iglesia y la serenidad para el mundo. 
 
Rábano 
El mar es la vorágine del mundo; la nave en que sube Jesús es el árbol de la cruz, con cuyo auxilio los fieles, hendidas las olas del mundo, vienen a la patria celestial como a una playa segura, en la que salta Jesús con todos los suyos. Por ello dice después: "El que quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame". Habiendo Jesús subido a la Cruz, se verificó un gran movimiento, porque se agitaron las imaginaciones de sus discípulos, acerca de su pasión y la nave se cubría con las olas, porque toda la fuerza de la persecución se verificó en derredor de la Cruz, cuando sucumbió por la muerte. Por esto se ha dicho: "Mas El dormía". Su dormir es la muerte. Los discípulos despiertan al Salvador, cuando turbados con la muerte, buscan la resurrección a grandes voces, diciendo: "Sálvanos, resucitando, porque perecemos con la turbación de tu muerte". Pero El, resucitando, les reprende la dureza de su corazón, como se lee más adelante. Mandó el Señor a los vientos, porque humilló la soberbia del diablo. Mandó al mar, porque inutilizó la rabia de los judíos, y se verificó una gran calma, porque se tranquilizaron las mentes de los discípulos cuando presenciaron la resurrección. 
 
Glosa 
La nave es la Iglesia presente, en la que Jesucristo atraviesa con los suyos el mar de esta vida, enfrentando las aguas de las persecuciones. Admiremos y demos gracias a Dios.


De la Catena áurea de Santo Tomás

sábado, 28 de enero de 2017

28 de Enero: PORQUE DONDE ESTÁ VUESTRO TESORO, ALLÍ TAMBIÉN ESTARÁ VUESTRO CORAZÓN. De la Catena áurea de Santo Tomás

Lucas XII. 32-34 "No temáis, pequeña grey: porque a vuestro Padre plugo daros el reino. Vended lo que poseéis, y dad limosna. Haceos bolsas, que no se envejecen, tesoro en los cielos que jamás falta; a donde el ladrón no llega, ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón".


Glosa 

Después que el Señor separó el cuidado de las cosas temporales de los corazones de sus discípulos, ahora los libra del temor que procede de los cuidados por las cosas superfluas, diciendo: "No temáis", etc. 
 
Teofilato 
El Señor llama pequeña grey a los que quieren hacerse discípulos suyos, ya porque en esta vida los santos aparecen pequeños en virtud de su pobreza voluntaria, ya porque son aventajados por la multitud de ángeles que nos son incomparablemente superiores. 
 
Beda 
El Señor también llama pequeña grey a los escogidos, ya comparándolos con el mayor número de réprobos, o más bien por su amor a la humildad. 
 
San Cirilo, in Cat. graec. Patr 
Manifiesta por qué no deben temer, añadiendo: "Porque a vuestro Padre plugo", etc, como diciendo: ¿Cómo aquél que concede gracias tan extraordinarias, dejará de tener clemencia con vosotros? Aun cuando aquí esta grey sea pequeña -por su naturaleza, su número y su gloria-, sin embargo la bondad del Padre ha dispensado a este pequeño rebaño la suerte de los espíritus celestiales, es decir el reino de los cielos. Por tanto, para que poseáis el reino de los cielos debéis despreciar las riquezas de la tierra. Así dice: "Vended lo que poseéis", etc. 
 
Beda
Como diciendo: no temáis que falten las cosas necesarias a los que en esta vida trabajan por el reino de Dios. Más aún, vendan también lo que poseen y denlo de limosna. Esto se hace dignamente cuando alguno, una vez que ha dejado todos sus bienes por el Señor, no obstante gana con el trabajo de sus manos por el reino, lo necesario para el alimento y para dar limosna. 
 
Crisóstomo, In Matthaeum hom. 26 
No hay pecado que no pueda borrar la limosna que es remedio contra toda llaga. Pero la limosna no se hace sólo con dinero, sino también por las obras, como cuando alguno protege a otro, cuando un médico cura, o cuando un sabio aconseja. 
 
San Gregorio Nacianceno, orat. 16. 
De pauperum amore, versus finem Pero temo que penséis que la piedad no es necesaria, sino libre. Yo también lo creía así, pero me espantan los machos cabríos colocados a la izquierda no por haber robado, sino por no haber asistido a Cristo cuando los necesitaba. 
 
Crisóstomo, in Cat. graec. Patr., ex homil. in Matth 
Sin la limosna es imposible ver el reino, porque así como se corrompen las aguas detenidas en una fuente, así sucede a los ricos cuando guardan para sí sus riquezas. 
 
San Basilio, in Cat. graec. Patr., ex Asceticis, id est, Regulis brevioribus, ad interrogat. 92 
Alguno preguntará: ¿en virtud de qué consideración es conveniente vender lo que se posee? ¿Acaso porque es naturalmente dañoso, o por la tentación que ofrece al hombre? A esto debe contestarse, en primer lugar, que si cada una de las cosas que existen en el mundo fuese mala por sí misma, no habría creatura de Dios, porque toda creatura de Dios es buena ( 2Tim 4). En segundo lugar, que el precepto del Señor no nos ha enseñado a arrojar como malo lo que poseemos sino a distribuirlo, porque dice: "Y dad limosna". 
 
San Cirilo, ubi sup 
Este precepto molesta acaso a los ricos pero no es inútil para los que son prudentes, porque atesoran para sí el reino de los cielos. Por esta razón prosigue: "Haceos bolsas, que no se envejecen", etc. 
 
Beda 
Esto es, dando limosna, cuya recompensa dura eternamente. Pero este precepto no debe entenderse en el sentido de que los santos no puedan reservarse ningún dinero -ni para su uso ni para el de los pobres-, ya que el mismo Dios, a quien servían los ángeles ( Mt 4), tenía una bolsa en la que conservaba lo que le daban los fieles ( Jn 12). Ha de entenderse más bien en el sentido de que no debe servirse a Dios por estas cosas, ni abandonarse la justicia por temor de la pobreza. 
 
San Gregorio Niceno, in Cat. graec. Patr 
Mandó también colocar las riquezas materiales y terrenas en el cielo, a donde no alcanza la fuerza de la corrupción. Así añade: "Tesoro que jamás falta". 
 
Teofilato
Como diciendo: Aquí destruye la polilla, pero no en los cielos. Y como la polilla no puede destruirlo todo, añade lo del ladrón. El oro no es destruido por la polilla, pero el ladrón lo roba. 
 
Beda 
Debe entenderse sencillamente en esto que el dinero que se guarda desaparece y que dado al prójimo produce un fruto eterno en los cielos. O bien que el tesoro de las buenas obras, si se coloca en asunto de interés mundano, se corrompe y desaparece fácilmente. Pero si se ahorra, no para merecer exteriormente la aprobación de los hombres -como el ladrón que roba de fuera- ni para buscar interiormente la vanagloria -como la polilla que destruye en lo interior- sino con santa intención, no se corrompe. 
 
Glosa 
O bien los ladrones son los herejes y los demonios -que se proponen despojarnos de los bienes espirituales- y la polilla que roe poco a poco los vestidos es la envidia, que destruye el celo o el fruto bueno y rompe el lazo de la unidad. 
 
Teofilato 
Pero como no todo se quita por el robo, da una razón más poderosa y que no admite réplica diciendo: "Porque donde está vuestro tesoro está vuestro corazón". Como diciendo: supongamos que la polilla no destruya, ni el ladrón robe, ¿cuán digno de suplicio no será tener el corazón aprisionado en un tesoro oculto y hundir en la tierra una obra divina como el alma? 
 
San Eusebio, in Cat. graec. Patr 
Porque todo hombre depende naturalmente de aquello de que está apasionado y fija toda su alma en aquello que cree que puede darle todo lo que le conviene. Por tanto, si alguno fija toda su atención y su afecto -lo que llamó corazón- en las cosas de la vida presente, únicamente se ocupa de las cosas de la tierra. Pero si se fija en las cosas del cielo, allí tendrá también su corazón. De modo que parecerá que trata con los hombres sólo por el cuerpo, pero que su alma ha alcanzado ya las mansiones del cielo. 
 
Beda 
Esto debe entenderse no sólo respecto del dinero, sino de todas las pasiones. Los festines son el tesoro para el lujurioso, las fiestas para el lascivo y la liviandad para aquél a quien domina el amor.


De la Catena áurea de Santo Tomás

viernes, 27 de enero de 2017

27 de Enero: VOSOTROS SOIS LA SAL DE LA TIERRA. De la Catena áurea de Santo Tomás.

Mateo V. 13-19 "Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se desvaneciere, ¿con qué se salará? No vale ya para nada, sino para ser echada fuera y pisada por los hombres". "Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad que está puesta sobre un monte no se puede esconder. Ni encienden una antorcha y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. A este modo ha de brillar vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre, que está en los cielos". "No penséis que he venido a destruir la ley o los profetas; no he venido a destruirlos, sino a darles cumplimiento. Porque en verdad os digo que el cielo y la tierra no pasarán, sin que se cumpla todo el contenido de la ley hasta una jota o un ápice. Por lo cual quien quebrantare uno de estos mandamientos muy pequeños y enseñare así a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas quien hiciere y enseñare, éste será llamado grande en el reino de los cielos".



San Hilario in Matthaeum, 4 
Debemos ver aquí cuán apropiado es lo que se dice, cuando se compara el oficio de los Apóstoles con la naturaleza de la sal. Esta se aplica a todos los usos de los hombres, puesto que cuando se esparce sobre los cuerpos, les introduce la incorrupción y los hace aptos para percibir un buen sabor en los sentidos. Los Apóstoles son los predicadores de las cosas celestiales y son como los saladores de la eternidad. Con toda razón, pues, se les llama sal de la tierra, porque por la virtud de su predicación preservan los cuerpos salándolos para la eternidad. 
 
San Jerónimo 
Los Apóstoles se llaman también sal de la tierra porque por ellos se condimenta el género humano.  
 
Remigio 
Debe saberse que no se ofrecía a Dios ningún sacrificio en el Antiguo Testamento ( Lev 2) si primero no se condimentaba con sal, porque ninguno puede ofrecer un sacrificio que sea agradable a Dios si no se lo ofrece con el sabor de la sabiduría celestial. 
 
San Agustín, de sermone Domini,, 1, 6 
No es pisado por los hombres el que sufre persecuciones, sino aquel que se acobarda temiendo la persecución. No puede ser pisado sino el que está debajo, y no puede decirse que está debajo aquel que, aun cuando sufre muchas cosas en su cuerpo mientras dura esta vida, tiene su corazón fijo en el cielo. 
 
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 10 
Así como los maestros, por su buena predicación, son sal con la cual el pueblo se condimenta, así por la palabra de su doctrina son luz, con la que iluminan a los ignorantes. Primero se debe vivir bien y luego enseñar. Por lo tanto, después de llamar a los Apóstoles sal, los llama también luz, diciendo: "Vosotros sois la luz del mundo". La sal en su propio estado sostiene las cosas para que no se pudran, pero la luz conduce al perfeccionamiento ilustrando. Por lo cual los Apóstoles fueron llamados primero sal, a causa de los judíos y de los cristianos, por quienes Dios es conocido y a quienes éstos conservan en el conocimiento; y segundo luz, a causa de los gentiles, a quienes conducen a la luz de la verdadera ciencia. 
 
San Hilario, in Matthaeum, 4 
Es propio de la naturaleza de la luz el alumbrar por cualquier parte que se la lleve y que introducida en las casas mate las tinieblas, quedando sola la luz. Por lo tanto, el mundo, sin el conocimiento de Dios, estaba oscurecido con las tinieblas de la ignorancia. Mas por medio de los Apóstoles se le comunicó la luz de la verdadera ciencia, y así brilla el conocimiento de Dios y por cualquier parte que caminen, de su pobre humanidad brota la luz que disipa las tinieblas.
 
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 10 Jesucristo demuestra con otra comparación por qué manifiesta a sus santos y no permite que se escondan, cuando dice: "No encienden una antorcha y la ponen debajo de un celemín, sino sobre el candelero".  

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 10 
El celemín puede significar también los hombres mundanos, porque así como éste es vacío por la parte de arriba y cerrado por debajo, así todos los amantes del mundo son insensatos para las cosas espirituales y sabios en las terrenas. Y por lo tanto, son como un celemín que tiene escondida la palabra divina, cuando por alguna causa terrena no se atreven a hacer pública la palabra de Dios ni a predicar las verdades de la fe. El candelero es la Iglesia y todo sacerdote que anuncia la palabra de Dios. 
 
Beda 
O bien es el mismo Jesucristo quien enciende la antorcha, el cual ha llenado con la llama de su divinidad la lámpara de tierra de nuestra naturaleza humana. No ha querido esconderla a los creyentes ni colocarla debajo del celemín, esto es, sujetarla a la medida de la ley ni limitarla a los términos de una sola nación. Llama candelero a la Iglesia, sobre la que ha colocado la antorcha, porque ha fijado en nuestras frentes la fe en su encarnación. 
 
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 10 Esto es, cuando enseñéis iluminad de tal modo que, no sólo oigan vuestras palabras, sino que vean también vuestras buenas obras, con el objeto de que aquellos a quienes iluminéis con la palabra como luz, los condimentéis con el ejemplo, como sal. Dan gloria a Dios aquellos maestros que enseñan y obran bien, porque las disposiciones del Señor se manifiestan en las costumbres de sus ministros. Por ello sigue: "Y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos". 

San Agustín, de sermone Domini, 1, 7 
Si tan sólo hubiese dicho: "para que vean vuestras buenas obras", hubiese constituido su fin el ser vistos siendo alabados por los hombres, lo cual buscan los hipócritas; sino que añade: "y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" para que, por lo mismo que el hombre con las buenas obras agrada a los hombres, no constituyendo en eso su fin sino en dar alabanza a Dios, por lo tanto agrade a los hombres de modo que en ello sea glorificado Dios.    
 
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 10 Dice esto por dos razones. Primero para invitar a sus discípulos a la imitación de su ejemplo con estas palabras, con el fin de que así como El cumplía toda ley, así también ellos procurasen cumplirla. Finalmente, había de suceder que los judíos le iban a calumniar como infractor de la ley. Por ello satisface a la calumnia antes de incurrir en ella. 

Remigio 
Para que no apareciese que Jesús había venido con el objeto sólo de predicar la ley -como los profetas habían hecho-, dijo dos cosas: Niega que hubiese venido a quebrantar la ley y asegura que ha venido a cumplirla. Por ello añade: "No he venido a destruir la ley, sino a cumplirla". 
 
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 10 Para que no se crea que todas las cosas que habían de suceder desde el principio hasta el fin, no eran antes conocidas por Dios, fueron vaticinadas en la ley de una manera mística. Por ello dice: No puede suceder que pasen el cielo y la tierra, hasta que todas las cosas que han sido vaticinadas en la ley se cumplan en realidad y esto es lo que dice: "En verdad os digo, que hasta que no pasen el cielo y la tierra, ni una jota, ni un ápice perecerán de cuanto está mandado en la ley, mientras todas estas cosas no se verifiquen".

Remigio 
La palabra amén es un modismo hebreo y en latín quiere decir verdaderamente, fielmente, así sea. Por dos razones usa Jesucristo de esta palabra. Ya por la dureza de aquellos que eran tardos para creer, ya por los que habían creído, con el objeto de que comprendiesen mejor las palabras que siguen.
 
San Agustín, de sermone Domini, 1, 8 
Por estas palabras que añade: "Una jota o un ápice no perecerá de la ley", no debe entenderse otra cosa más que una expresión terminante de la perfección que se demuestra por medio de las Sagradas Letras, entre las cuales la jota es la menor de todas porque consta de un solo trazo, y el ápice es el punto que se pone sobre la jota. Con estas palabras manifiesta que en la ley hasta las cosas más pequeñas pueden invitarnos al cumplimiento de ella.  
  
San Agustín, de sermone Domini, 1, 8 
O de otro modo: aquellos preceptos que están en la ley se llaman pequeños, pero aquéllos que Jesucristo había de dictar eran grandes. Los menores mandamientos se significan por una jota o por un ápice. Aquel, pues, que los viola y enseña a otros a quebrantarlos, se llamará pequeño en el Reino de los Cielos. Y acaso tampoco pueda entrar en el Reino de los Cielos, porque allí no pueden entrar sino los grandes. 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.16,4 
Cuando oigas pequeño en el Reino de los Cielos, debes creer que en ello no se significa otra cosa que el suplicio y el infierno. Reino suele llamarse no sólo la utilidad del Reino, sino el tiempo de su resurrección y la venida de Jesucristo. 

San Gregorio, homiliae in Evangelia. 12 
También debe entenderse por Reino de los Cielos la Iglesia, en la que el sabio que quebranta un mandamiento se llama pequeño, porque aquél cuya vida no es buena no puede esperar otra cosa que el menosprecio de su predicación.

De la Catena áurea de Santo Tomás


 

jueves, 26 de enero de 2017

26 de Enero: SAN POLICARPO, OBISPO Y MARTIR

En medio de las dulzuras que saborea en la contemplación del Verbo humanado, Juan el Discípulo Amado ve venir a su discípulo Policarpo, resplandeciente con la gloria del martirio. 


El anciano acaba de contestar en el anfiteatro al Procónsul que le anima a renegar de Cristo: "Hace ochenta y seis años que le sirvo, y nunca me hizo mal alguno; ¿qué digo mal? antes me colmó de bienes. ¿Cómo podría yo maldecir a mi Rey que me ha salvado?" Después de pasar por el fuego y la espada llegó a los pies del Salvador, para gozar eternamente de la dicha de su presencia, en pago de los trabajos sufridos por conservar en su redil la fe y la caridad, y en recompensa de su muerte sangrienta. 

Como su maestro San Juan, se opuso con energía a los intentos de los herejes. Fiel a sus consignas, no quiso que el corruptor de la fe de Cristo recibiese el saludo de sus labios; al heresiarca Marción dijóle que le reconocía por primogénito de Satanás. Enérgico adversario de la orgullosa secta que se avergonzaba de la Encarnación de un Dios, escribió en su Epístola a los Filipenses: "Quien no confiese la venida de Cristo en carne, es un Anticristo." Era, pues conveniente, que tan valeroso testigo fuera llamado al honor de permanecer junto a la cuna donde el Hijo de Dios se nos muestra en toda su ternura, y revestido de una carne semejante a la nuestra. 

Policarpo fue fiel hasta la muerte; por eso, aparece ahora coronado, en estos días que son el aniversario de la venida de su Rey a nosotros.

Tomemos algunos detalles sobre su vida, del libro de San Jerónimo: De Scriptoribus ecclesiasticis.
Policarpo, discípulo de S. Juan, que le ordenó Obispo de Esmirna, fue Jefe de toda el Asia, por haber conocido y tenido como maestros a algunos de los Apóstoles y de los que habían visto al Señor. Algunas dificultades sobre la celebración de la Pascua le trajeron a Roma (hacia el año 194) bajo el imperio de Antonino Pío, cuando gobernaba la Iglesia Aniceto. Allí devolvió la fe a muchos fieles que se habían dejado engañar por las falacias de Marción y de Valentín. 

Al encontrarse un día con Marción, le dijo este heresiarca: "¿Me conoces?" Respondióle Policarpo: "Te reconozco por primogénito de Satanás". Poco tiempo después, bajo el reinado de Marco Antonino y de Lucio Aurelio Cómodo, en la cuarta persecución después de la de Nerón, fue condenado ante el tribunal del Procónsul de Esmirna, y entregado al fuego entre los clamores de todo el pueblo reunido en el anfiteatro. Escribió una carta muy práctica a los de Filipo, carta que se lee todavía en las Iglesias de Asia. 

Oh Policarpo, hiciste verdadero el significado de tu nombre, porque durante los largos años pasados en su servicio, produjiste muchos frutos para el Salvador. Estos frutos fueron las numerosas almas conquistadas por tus trabajos, las virtudes que adornaron tu existencia, y, por fin, tu misma vida que entregaste al Señor. ¡Qué dicha la tuya, pues recibiste las lecciones del discípulo, que descansó sobre el pecho de Jesús! En el día de hoy, después de más de sesenta años de separación vas a juntarte con el maestro que estará deseoso de volverte a ver. Juntos adoraréis al divino Niño cuya sencillez imitásteis; Él fue vuestro único amor, pedidle para nosotros la gracia de serle fieles hasta la muerte. Cultiva aún, oh Policarpo, desde lo alto del cielo, el campo de la Iglesia fecundado con tus trabajos, y regado con tu sangre. Devuelve la fe y la unidad al seno de las Iglesias del Asia, plantadas por tus manos venerables. 

Apresura por tu intercesión el fin del Islamismo, cuyo éxito y permanencia sólo fue posible gracias a las lamentables consecuencias del cisma bizantino. No olvides a Francia a la que enviaste Apóstoles insignes, mártires como tú. Bendice paternalmente a la Iglesia de Lyon, que te venera como a su fundador mediante tu discípulo Potino, y que tan gloriosa parte toma en el Apostolado de los Gentiles, por su obra de la Propagación de la Fe. Vigila por la conservación de la pureza de la fe; líbranos del contacto con los seductores. También tú quisiste "ver a Pedro" para rendir homenaje a la Cátedra Apostólica, y para eso viniste a Roma a tratar con su Pontífice de los intereses de tu Iglesia de Esmirna. Protege los derechos de esta augusta Sede, de donde nace para nuestros pastores la única misión legítima.

Haz que podamos pasar los últimos días de este tiempo de Navidad en profundo recogimiento y en amor de nuestro Rey recién nacido. Haz que ese amor unido a la pureza de nuestros corazones nos obtenga piedad y misericordia, y que al fin de nuestra peregrinación nos alcance la corona de la gloria.


Del año Litúrgico de Guéranger

miércoles, 25 de enero de 2017

25 de enero: CONVERSIÓN DE SAN PABLO APÓSTOL

Hemos visto ya a los Gentiles, representados a los pies del Emmanuel por los Reyes Magos, ofreciendo sus místicos presentes y recibiendo en cambio los dones de la fe, esperanza y caridad. La cosecha de las naciones está ya madura; ya es hora de la siega. Mas ¿quién ha de ser el obrero de Dios? 


Los Apóstoles de Cristo no han abandonado aún la Judea. Todos tienen la misión de anunciar la salvación hasta las extremidades de la tierra; pero nadie ha recibido todavía un título especial para ser Apóstol de los Gentiles. 

Pedro, el Apóstol de la Circuncisión, está destinado en particular, como Cristo, a las ovejas extraviadas de la casa de Israel (San Mateo, XV, 24.) Pero, como es Jefe y fundamento, a él le corresponde abrir la puerta de la Iglesia a los Gentiles. Y lo hace con toda solemnidad, administrando el Bautismo al centurión romano Cornelio. Con todo eso, la Iglesia se prepara; la sangre del Mártir Esteban y su última plegaria, van a lograr un nuevo Apóstol, el Apóstol de las naciones. 

Saulo, ciudadano de Tarso, no ha visto a Cristo en su vida mortal, y sólo Cristo puede hacer un Apóstol. Desde los altos de los cielos donde reina impasible y glorificado, llamará Jesús a Saulo para que le siga, como llamaba durante los años de su predicación a los pescadores del lago de Genesaret para que siguieran sus pasos y escuchasen su doctrina. El Hijo de Dios arrebatará a Saulo hasta el tercer cielo y le revelará todos sus misterios; de suerte que cuando Saulo vaya a ver a Pedro, como él dice y a contrastar su Evangelio con el suyo, podrá decir: "No soy menos Apóstol que los demás Apóstoles." Comienza la gran obra el día de la conversión de Saulo. 

Hoy resuena la vos que quebranta los cedros del Líbano (Salmo XXVIII, 5), cuya maravillosa potencia hace primeramente de un judío perseguidor un cristiano, en espera de poder hacer un Apóstol. El patriarca Jacob había predicho ya esta transformación, cuando en su lecho de muerte revelaba a cada uno de sus hijos su futuro con el de la tribu que debía salir de ellos. Judá fue el más honrado; de su raza real debía nacer el Redentor, el ansiado de las naciones. También Benjamín fue anunciado, en frases más humildes, pero con todo, elogiosas: él será el abuelo de Pablo, y Pablo, el Apóstol de las naciones. El anciano había dicho: "Benjamín, lobo rapaz: por la mañana cogerá la presa; por la tarde distribuirá el alimento." (Gen., XLIX, 27.) El es como dice San Agustín: quien con la fogosidad de su adolescencia se lanza como un lobo amenazador y carnívoro sobre el rebaño de Cristo. 

Saulo en el camino de Damasco, es el portador y ejecutor de las órdenes de los pontífices del Templo, empapado en la sangre de Esteban a quien ha lapidado por mano de aquellos a quienes guardaba sus vestidos. Y que por la tarde no arrebata la presa del justo, sino que con mano caritativa y tranquila distribuye a los hambrientos el alimento nutritivo; es el mismo Pablo, Apóstol de Jesucristo, abrasado de amor por sus hermanos, haciéndose todo a todos, hasta el punto de desear ser anatema por ellos. Tal es la fuerza misteriosa del Emmanuel, siempre en aumento y a la que nada resiste. Cuando quiere que su primer homenaje sea la visita de los pastores, invítalos por medio de sus Angeles, cuyas dulces armonías bastan para conducir a estos corazones sencillos hasta el pesebre, donde en pobres pañales descansa la esperanza de Israel. 

Cuando desea el homenaje de los príncipes de la Gentilidad, hace aparecer en el cielo una estrella simbólica; su aparición, al mismo tiempo que la inspiración interior del Espíritu Santo, determina a esos hombres a ponerse en camino desde el extremo Oriente, para depositar a los pies de un niño sus presentes y sus corazones. Cuando llega el momento de formar el Colegio Apostólico, se adelanta por la orilla del mar de Tiberiades, y basta aquella sola palabra: Seguidme, para atraerse a los hombres que ha escogido. 

Una sola mirada suya basta para cambiar el corazón del Discípulo infiel, en medio de las humillaciones de su Pasión. Hoy, desde lo alto del cielo, después de haber cumplido todos los misterios, queriendo demostrar que sólo Él es el Señor de los Apóstoles, y que está consumada su alianza con los Gentiles, se aparece a este Fariseo que cree ir tras la ruina de la Iglesia; destruye aquel corazón de Judío y crea con su gracia un nuevo corazón de Apóstol, aquel vaso de elección, aquel Pablo que dirá en lo sucesivo : Vivo yo, mas ya no yo; es Cristo quien vive en mí (Gal., II, 20.) 

Era justo que la conmemoración de este importante suceso fuese colocada cerca del día en que celebra la Iglesia el triunfo del primer Mártir. Pablo es la conquista de Esteban. Aunque el aniversario de su martirio se encuentra en otro período del año (29 de junio) no podía por menos de aparecer junto a la cuna del Emmanuel como el más brillante trofeo del Protomártir; también los Magos reclamaban la presencia del conquistador de la Gentilidad, de la cual fueron ellos las primicias. Finalmente, era conveniente que, para completar la corte de nuestro gran Rey, al lado del pesebre se elevasen las dos potentes columnas de la Iglesia, el Apóstol de los Judíos y el Apóstol de los Gentiles; Pedro con sus llaves y Pablo con su espada. De este modo se nos presenta Belén como verdadero símbolo de la Iglesia, y los tesoros de la liturgia en este tiempo, nos parecen más bellos que nunca. 

Te damos gracias, oh Jesús, porque con tu poder derribaste hoy por tierra a tu enemigo, y le levantaste misericordiosamente. Eres en verdad el Dios fuerte, y mereces que todas las criaturas canten tus victorias. ¡Cuán admirables son tus planes para la salvación del mundo! Te asocias hombres para la obra de la predicación de tu palabra, y para la administración de tus Misterios; y para hacer a Pablo digno de tal honor, empleas todos los recursos de tu gracia. Te complaces en hacer del asesino de Esteban un Apóstol, para que aparezca tu poder a la vista de todos, y para que tu amor por las almas brille en su más gratuita generosidad, y superabunde la gracia donde abundó el pecado. Visítanos con frecuencia, oh Emmanuel, con esa gracia que muda los corazones, porque deseamos tener una vida exuberante, pero a veces sentimos que su principio está próximo a abandonarnos. Conviértenos como convertiste al Apóstol; y asístenos, luego porque sin ti nada podemos hacer. Anticípate, acompáñanos y no nos abandones nunca; asegúranos la perseverancia final, ya que nos diste el comienzo. 

Haz que reconozcamos, con amor y respeto el don de la gracia que ninguna criatura puede merecer, pero al cual la voluntad humana puede poner obstáculos. Somos prisioneros: sólo Tú posees el instrumento necesario para poder romper las cadenas. Colócale en nuestras manos animándonos a usarlo, de manera que nuestra libertad es obra tuya y no nuestra, y nuestro cautiverio, dado caso de que exista, no debe atribuirse más que a nuestra negligencia y pereza. 

Dános, Señor, esta gracia; y dígnate aceptar la promesa que te hacemos humildemente de unir a ella nuestra cooperación. Ayúdanos, oh Pablo, a responder a los designios misericordiosos de Dios sobre nosotros; haz que nos sometamos al yugo suave de Jesús. Su voz no atruena; no deslumbra nuestros ojos con sus rayos; pero con frecuencia se queja de que le perseguimos. Ayúdanos a decirle como tú "¿Señor, qué quieres que haga?" Seguramente nos responderá que seamos sencillos y niños como él, que seamos agradecidos, que rompamos con el pecado y luchemos contra nuestros malos instintos, que procuremos la santidad siguiendo sus ejemplos. Tú dijiste, oh Apóstol: "¡Sea anatema, quien no ame a Nuestro Señor Jesucristo!" Haz que le conozcamos más y más, para poder amarle, y que misterios tan amables no sean por nuestra ingratitud, causa de nuestra condenación. 

Oh Vaso de elección, convierte a los pecadores que no piensan en Dios. En la tierra te diste completamente a la obra de la salvación de las almas; continúa tu ministerio en el cielo donde reinas, y pide al Señor para los que persiguen a Jesús en sus miembros, las gracias que triunfan de las mayores rebeldías. Como Apóstol de los Gentiles, mira a tantas naciones sentadas aún en las sombras de la muerte. En otros tiempos te abrasaron dos deseos: el de reunirte con Cristo, y el de permanecer en la tierra para trabajar en la salvación de los pueblos. Ahora estás ya para siempre con el Salvador a quien predicaste; no olvides a los que no le conocen todavía. Suscita hombres apostólicos que continúen tus trabajos. Haz fecundos sus sudores y su sangre. Atiende a la Sede de Pedro, tu hermano y jefe; protege la autoridad de la Iglesia Romana que es heredera de tus poderes, y que te considera como su segundo pilar.

Sal por su honor allí donde es despreciada; destruye los cismas y las herejías; infunde tu espíritu en todos los pastores, para que a imitación tuya, no se busquen a sí mismos; sino sólo y siempre los intereses de Jesucristo



Del año Litúrgico de Guéranger

martes, 24 de enero de 2017

24 de enero: SAN TIMOTEO, OBISPO Y MARTIR

La víspera del día en que vamos a dar gracias por la Conversión del Apóstol de los Gentiles, nos trae la fiesta de su discípulo más querido. Timoteo, compañero de Pablo, el amigo a quien el gran Apóstol escribió su última carta, poco antes de derramar su sangre por Jesucristo, viene ahora a esperar a su Jefe junto a la cuna del Emmanuel. 


Allí encuentra ya a Juan el Discípulo Amado; con él participó de los cuidados de la Iglesia de Efeso. Saluda también allí a Esteban y a los demás Mártires que le precedieron. Finalmente, es portador ante la Virgen María de los homenajes de la cristiandad de Efeso, que ella santificó con su presencia. 

Comparte esta ciudad con Jerusalén la gloria de haber poseído a la que fue no sólo testigo como los Apóstoles, sino instrumento de la salvación de los hombres, en su calidad de Madre de Dios. Leamos ahora, en el Oficio de la Iglesia, el breve relato de sus hechos. 

Timoteo, natural de Listris, en Licaonia, de padre gentil y madre judía, practicaba ya la religión cristiana, cuando llegó el Apóstol Pablo a aquella región. Llamóle a este la atención la fama de la santidad de Timoteo, y le tomó por compañero de sus viajes; condescendiendo con los judíos que se convertían a Jesucristo, los cuales sabían que el padre de Timoteo era pagano, se determinó a circuncidarle. Al llegar ambos a Efeso, ordenóle el Apóstol de Obispo, para que gobernara esta Iglesia. Escribióle Pablo dos Epístolas, la una desde Laodicea y la otra desde Roma, con el fin de darle normas para el ejercicio de su cargo pastoral. No podía sufrir Timoteo que se ofreciese a los ídolos de los demonios los sacrificios que sólo a Dios son debidos. Cierto día en que los habitantes de Efeso inmolaban víctimas a Diana en una de sus fiestas, trató de apartarles de semejante impiedad, pero fue apedreado por ellos. Retiráronle los cristianos medio muerto, llevándole a un monte próximo a la ciudad, donde durmió en el Señor, el nueve de las calendas de febrero.

Honramos en ti, oh santo Pontífice, a uno de los primeros eslabones de la cadena que nos une a Cristo; apareces a nuestra Vista iluminado por las enseñanzas de tu maestro. Inundado ahora de luz eterna, contemplas sin celajes al Sol de justicia. Senos propicio a nosotros que no podemos verle mas que a través de los velos de su humildad; haz que al menos le amemos y merezcamos verle un día en su gloria. Para aligerar la carga de tu cuerpo, sometiste tus sentidos a una rigurosa penitencia, que Pablo trataba de mitigar: ayúdanos a someter la carne al espíritu. 


La Iglesia lee continuamente los consejos que te dió el Apóstol a ti, y en ti, a todos los pastores, con respecto a la elección y conducta de los miembros del clero; danos Obispos, Sacerdotes y Diáconos adornados de todas las cualidades que él exige en los administradores de los Misterios de Dios. Finalmente, tú que subiste al cielo con la aureola del martirio, tiéndenos una mano de ayuda a nosotros, obscuros luchadores, para que podamos elevarnos hasta aquella morada en que el Emmanuel recibe y corona a sus elegidos para toda la eternidad. 


Del año Litúrgico de Guéranger

lunes, 23 de enero de 2017

23 de Enero: PORQUE A LA HORA QUE NO PENSÁIS, VENDRÁ EL HIJO DEL HOMBRE. De la Catena áurea de Santo Tomás.

Lucas XII. 35-40 "Tened ceñidos vuestros lomos, y antorchas encendidas en vuestras manos. Y sed vosotros semejantes a los hombres, que esperan a su señor cuando vuelva de las bodas: para que cuando viniere y llamare a la puerta, luego le abran. Bienaventurados aquellos siervos que hallare velando el Señor cuando viniere. En verdad os digo, que se ceñirá, y los hará sentar a la mesa y pasando los servirá. Y si viniere en la segunda vela, y si viniere en la tercera vela y así los hallare, bienaventurados son los tales siervos. Mas esto sabed, que si el padre de familia supiere la hora en que vendría el ladrón, velaría sin duda, y no dejaría minar su casa. Vosotros, pues, estad apercibidos, porque a la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del hombre". 


Teofilato 
Después que el Señor estableció a su discípulo en la moderación despojándolo de todo cuidado de la vida y del orgullo, lo induce ahora a servir diciendo: "Tened ceñidos vuestros lomos" -es decir estad siempre dispuestos a imitar a vuestro Dios-. "Y antorchas encendidas", esto es, no viváis entre tinieblas, sino que la luz de la razón os alumbre siempre dándoos a conocer lo que habéis de evitar. Este mundo es una noche, pero tienen ceñidos sus lomos los que llevan una vida práctica o activa. Porque tal es costumbre de los que trabajan, a quienes convienen antorchas ardientes, esto es el don de la discreción, para que puedan conocer en la práctica, no sólo lo que conviene hacer, sino cómo debe hacerse. De otra manera, los hombres caen en el precipicio de la soberbia. Y debe observarse que primero manda ceñir los lomos y después encender las antorchas, porque primero es la acción y después la reflexión, que es la luz del espíritu. Por tanto, estudiemos el modo de ejercer nuestras facultades y entonces tendremos dos antorchas ardientes, a saber: la inhabitación del Espíritu -que nos ilumina brillando en nuestra mente- y la doctrina con la que ilustramos a los demás. 
 
San Máximo, in Cat. graec. Patr 
O también nos enseña a tener encendidas las antorchas por la oración, la contemplación y el afecto espiritual. 
 
San Cirilo, in Cat. graec. Patr 
O bien el ceñirse los lomos significa la agilidad y prontitud con que debemos sufrir todos los males por el amor de Dios, y la antorcha encendida significa que no debemos permitir el que algunos vivan en las tinieblas de la ignorancia. 
 
San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, cap. 25 
O también, nos enseña a tener ceñidos los lomos por la continencia del amor de las cosas terrenas y a tener encendidas las antorchas. Esto es, para que todo ello lo hagamos con buen fin y recta intención. 
 
San Gregorio, in homil. 13, ut sup 
Pero aun cuando todo lo hagamos así, falta todavía que pongamos toda nuestra esperanza en la venida de nuestro Redentor. Por esto añade: "Y sed vosotros semejantes a los hombres que esperan a su Señor cuando vuelva de las bodas", etc. El Señor marchó a las bodas, porque cuando subió al cielo, se incorporó el hombre nuevo a la multitud de los ángeles. 
 
San Cirilo, ubi sup 
Considera también que vuelve de las bodas como de una solemnidad en la que siempre existe la divinidad, porque nada puede causar tristeza a su naturaleza incorruptible. 
 
San Gregorio, in Evang hom, 13 
Viene cuando nos llama a juicio, pero llama cuando da a conocer por la fuerza de la enfermedad que la muerte está próxima. Y le abrimos inmediatamente si lo recibimos con amor. No quiere abrir al juez que llama el que teme la muerte del cuerpo y se horroriza de ver a aquel juez a quien se acuerda que despreció. Pero aquel que está seguro por su esperanza y buenas obras, abre inmediatamente al que llama porque cuando conoce que se aproxima el tiempo de la muerte, se alegra por la gloria del premio. Por esto añade: "Bienaventurados aquellos siervos, que hallare velando el Señor, cuando viniere". Vigila aquel que tiene los ojos de su inteligencia abiertos al aspecto de la luz verdadera, el que obra conforme a lo que cree y el que rechaza de sí las tinieblas de la pereza y de la negligencia. 
 
San Gregorio Niceno, ubi sup 
Por esta vigilancia que, como queda dicho, nos mandó tener el Señor, dice que ciñamos nuestros lomos, teniendo encendidas las antorchas. Porque la luz puesta delante de nuestra vista rechaza el sueño, y cuando nuestros lomos están ceñidos con un cíngulo nuestro cuerpo no se duerme fácilmente. Porque el que está ceñido por la castidad e ilustrado por una conciencia limpia, vela siempre. 
 
San Cirilo, ubi sup 
Así pues, cuando venga el Señor y encuentre a los suyos despiertos y ceñidos, teniendo la luz en su corazón, entonces los llamará bienaventurados. Prosigue pues: "En verdad os digo que se ceñirá". En lo que comprendemos que nos retribuirá con lo mismo, porque se ceñirá El mismo con los que están ceñidos. 
 
San Gregorio, ut sup 
Se ciñe por la justicia, es decir, se prepara para la retribución. 
 
San Cirilo, ubi sup 
Hará que se sienten como queriendo desahogarlos del cansancio, ofreciéndoles satisfacciones espirituales y poniéndoles delante la mesa espléndida (u opípara) de sus dones. 
 
San Dionisio, in epist. 9 ad Titum 
Por el acto de sentarse creen algunos que debe entenderse el descanso de muchos trabajos, la vida sin molestias y el trato con Dios en la claridad y en la región de los vivos, cumplido con todo santo afecto y abundante donación de todas sus gracias, lo cual será el complemento de la alegría. Esto es lo que Jesús hará con los que haga sentarse, dándoles el descanso eterno y distribuyéndoles multitud de beneficios. Por esto sigue: "Y pasando los servirá". 
 
Teofilato 
Lo mismo hará cuando vuelva; porque así como ellos lo sirvieron, El los servirá. 
 
San Gregorio, , in Evang hom. 13, ut sup 
Se dice que pasando cuando vuelva del juicio a su reino. O bien, el Señor pasa a nosotros después del juicio porque nos eleva de la forma de la humanidad a la contemplación de su divinidad. 
 
San Cirilo, ut sup 
El Señor conoce, pues, la fragilidad humana para caer en el pecado. Pero como es bueno, no nos deja desesperar, sino que más bien se compadece y nos da la penitencia como remedio saludable. Por tanto añade: "Y si viniese en la segunda vela", etc. Los que velan en las murallas de las ciudades dividen, pues, en tres o cuatro vigilias la noche para que observen las acometidas de los enemigos. 
 
San Gregorio, in homil. 13, ut sup 
La primera vela es el primer tiempo de nuestra vida, esto es, la infancia. La segunda, la adolescencia o la juventud. La tercera, la ancianidad. Por tanto, el que no quiso vigilar en la primera vela, vigile en la segunda y el que no quiso vigilar en la segunda, no pierda el remedio de la tercera, para que aquellos que no se hayan convertido en la infancia se conviertan al menos en la juventud o en la ancianidad. 
 
San Cirilo, ubi sup 
No hace mención de la primera vigilia porque la niñez no es castigada por Dios, sino que merece perdón. Pero la segunda y la tercera edad deben obedecer a Dios y llevar una vida honesta para complacerlo. 
 
Griego, id est, Servus Antiochenus, in Cat. graec. Patr
O bien pertenecen a la primera vigilia los que por su virtuosa vida han llegado al primer rango, a la segunda los que no son tan virtuosos y a la tercera los inferiores a éstos. Lo mismo debe pensarse de la cuarta y de la quinta, si la hubiera, porque son diversos los grados de la virtud y el buen remunerador mide a cada uno la recompensa que merece. 
 
Teofilato 
O bien, porque las vigilias son las horas de la noche que provocan el sueño, hemos de entender también que en nuestras vidas hay algunas horas que nos hacen bienaventurados si se nos halla vigilantes. ¿Te ha quitado alguno lo que es tuyo? ¿Se te han muerto tus hijos? ¿Has sido acusado? Pues si en todas estas ocasiones no haces nada en contra de lo que Dios tiene mandado, te encontrará despierto en la segunda y en la tercera vigilia, es decir en el tiempo de la desgracia que sume a las almas débiles en un sueño pernicioso. 
 
San Gregorio, in homil. 13, ut sup 
Para sacudir la pereza de nuestro espíritu, el Señor también nos da a conocer los daños exteriores con una comparación. Por esto añade: "Mas esto sabed, que si el padre de familia supiere la hora en que vendría el ladrón", etc. 
 
Teofilato 
Algunos creen que este ladrón es el diablo, la casa el alma y el padre de familia el hombre, pero esta opinión no parece conforme con lo que sigue. La venida del Señor se compara con este ladrón porque viene cuando menos se espera, según lo que dice el Apóstol ( 1Tes 5,2): "El día del Señor vendrá como el ladrón en la noche". Por esto se añade aquí: "Vosotros, pues, estad apercibidos, porque a la hora que no pensáis", etc. 
 
San Gregorio, in Evang hom. 13 
No sabiéndolo el padre de familia, el ladrón entra en la casa. Porque mientras el espíritu duerme abandonando la custodia, llega la muerte de manera imprevista e irrumpe en nuestro interior. Resistiría al ladrón si estuviese despierta. Porque precaviendo la venida del juez, que en secreto arrebata el alma, le saldría al encuentro con el arrepentimiento para no sucumbir impenitente. Quiso el Señor, por tanto, que nos fuese desconocida la última hora, para que no pudiendo preverla, estemos siempre preparándonos para ella.


De la Catena áurea de Santo Tomás

domingo, 22 de enero de 2017

22 de Enero: III DOMINGO DESPUÉS DE LA EPIFANÍA. De la Catena áurea de Santo Tomás

Mateo VIII. 01-13 Y habiendo bajado del monte, le siguieron muchas turbas; y he aquí que, viniendo un leproso, le adoraba, diciendo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Y extendiendo la mano le tocó, diciendo: "Quiero, sé limpio", y al punto su lepra fue limpiada. Y Jesús le dijo: "Mira, que no se lo digas a nadie; mas ve, muéstrate al sacerdote y ofrece la ofrenda que mandó Moisés en testimonio a ellos". Y habiendo entrado en Cafarnaúm, se llegó a El un Centurión, rogándole y diciendo: "Señor, mi siervo está postrado en casa paralítico y es reciamente atormentado". Y le dijo Jesús: "Yo iré y lo sanaré". Y respondiendo el Centurión, dijo: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, sino tan solamente dilo con la palabra, y será sano mi siervo. Pues también yo soy hombre sujeto a otro, que tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace". Cuando esto oyó Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: "En verdad os digo, no he hallado una fe tan grande en Israel. Os digo, pues, que vendrán muchos de Oriente y de Occidente, y se recostarán con Abraham, e Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Mas los hijos del reino serán echados en las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el crujir de dientes". Y dijo Jesús al Centurión: "Ve, y como creíste, así te sea hecho": y fue sano el siervo en aquella hora.
 
 
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21 Entre los que no subieron al monte se encuentra el leproso, que no puede subir a lo alto, abrumado bajo el peso de sus pecados. La lepra es el pecado de nuestras almas. El Señor bajó de la altura del cielo como de un alto monte, para limpiar la lepra de nuestros pecados. Y así, como si le aguardase, el leproso sale al encuentro del que baja. Por ello dice: "Y vino un leproso".   
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5 "Señor, por Ti han sido hechas todas las cosas, por lo tanto, si quieres puedes limpiarme. Tu voluntad es obra, y las obras obedecen a tu voluntad. Tú has limpiado primeramente de la lepra a Naamán Syro por medio de Eliseo, y ahora, si quieres, puedes limpiarme".
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21 
Y ofrecía al Médico espiritual una merced espiritual. Porque así como se satisface a los médicos de la tierra con dinero, a éste con oraciones. Ninguna otra cosa más digna podemos ofrecer a Dios que una oración bien hecha. En cuanto a lo que dice: "Si quieres", no duda que la voluntad de Dios está inclinada a todo lo bueno, sino que, como no a todos conviene la perfección corporal, ignoraba si a él le convendría aquella curación. Dice, pues: "Si quieres", como si dijese: "Creo que quieres todo lo que es bueno, pero ignoro si es bueno para mí lo que pido".  
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,2 
La naturaleza obedeció con prontitud al poder de quien mandaba y por ello sigue: "Y luego su lepra fue limpiada". Pero en cuanto a la palabra luego no expresa bien la prontitud con que el leproso quedó limpiado.
 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.25,2 Cuando Jesús hubo curado el cuerpo del leproso, le ordena que no lo diga a nadie, y por ello sigue: "Y le dijo Jesús: Mira, que no lo digas a nadie". Algunos dicen que le mandó esto para que no hablasen en mal sentido de su curación, lo cual se dice sin fundamento. No lo curó de tal manera que quedase duda acerca de su curación. Pero lo manda que no lo diga a nadie, enseñando a no amar la ostentación ni el honor ( Mc 5,20). A otro que curó lo mandó que lo dijese, enseñándonos también a interpretar en buen sentido sus palabras, cual era el que no se divulgase el milagro, sino que se diese gloria a Dios. Por medio de este leproso nos enseñó a no ser vanagloriosos, y por medio del otro a no ser desagradecidos, sino referirlo todo a la alabanza de Dios.
 

Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5 Lo envió a los sacerdotes para que conociesen que no había sido curado por la costumbre de la ley, sino por la acción de la divina gracia.
 

San Jerónimo 
Estaba mandado en la ley que los que fuesen curados de la lepra ofreciesen dones a los sacerdotes, y por ello prosigue: "Y ofrece tu ofrenda, que mandó Moisés en testimonio a ellos" ( Lev 14).
 

Remigio Se designa también de una manera moral, por medio del leproso, al pecador (porque el pecado hace aparecer al alma sucia e inconstante) que se postra delante de Jesucristo, conmovido a la vista de sus antiguos pecados, y que, sin embargo, debe confesarse y pedir el remedio de la penitencia. Porque el leproso manifiesta su herida y pide el remedio. El Señor extiende la mano cuando otorga el auxilio de la divina misericordia, e inmediatamente el leproso consigue el perdón de sus pecados. Ni puede reconciliarse con la Iglesia, sino por medio del juicio del sacerdote. 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 22 
Este centurión es el fruto primero de los gentiles, en comparación de cuya fe se considera como infidelidad la fe de los judíos. No había oído la predicación de Jesucristo, ni visto la curación del leproso. Pero habiendo oído contar esta curación, creyó más que lo que oyó, viniendo a ser el misterio o figura que representaba la futura conversión de los gentiles, quienes no habían leído la ley ni los profetas respecto de Cristo, ni habían visto al mismo Jesús hacer milagros. Se acercó, pues, el centurión a Jesús rogándole y diciéndole: "Señor, mi siervo está postrado en casa, paralítico y reciamente atormentado". Veamos aquí la bondad del centurión, que tanta solicitud mostraba por la salud de su siervo, como si ningún daño de dinero, sino de salud, hubiera de experimentar con la muerte de aquél. No veía diferencia alguna entre el siervo y el señor, porque aunque la dignidad sea diferente entre ellos según el mundo, la naturaleza de ambos es igual. Veamos también aquí la fe del centurión, el cual no dijo: "Ven y sánalo", porque, habiendo llegado allí, estaba presente en todas partes, e igualmente su sabiduría, porque no dijo: "Sánale desde aquí". Sabía, pues, que tenía poder para hacerlo, sabiduría para comprenderle y caridad para oírle. Por lo tanto se limitó a exponer la enfermedad, dejando el remedio de la curación al arbitrio de su misericordia, diciendo: "Y es reciamente atormentado". En esto manifiesta que le amaba, pues el que ama a uno que está enfermo, siempre cree que el mal que padece es de mayor gravedad que el que realmente tiene.
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 22 Si El no hubiese dicho: "Yo iré y le sanaré", el centurión no hubiera respondido: "No soy digno". Además, prometió ir porque se pedía para un siervo, a fin de enseñarnos que no debemos complacer a los grandes y despreciar a los pequeños, sino que igualmente debemos complacer a pobres y a ricos.
 

San Agustín, sermones, 62,1 
Considerándose como indigno apareció como digno, no de que entrase el Verbo entre las paredes de su casa, sino en su corazón. Y no hubiera dicho esto con tanta fe y humildad si no hubiese llevado ya en su corazón a Aquel de quien temía que entrase en su casa, pues no era una gran felicidad que Jesús hubiese entrado en su casa y no en su pecho.

Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5 
También ahora, cuando los santos y los obispos y los sacerdotes aceptos a Dios, entran en tu casa, entra Dios en ella por medio de ellos. Considéralos como si recibieses al mismo Dios. Cuando comes la Carne y bebes la Sangre del Señor, entonces el Señor entra en tu casa. Y tú, humillándote a ti mismo, di: "Señor, no soy digno", etc. Cuando entra en el que no es digno, entra para juzgarlo.

San Jerónimo 
La prudencia del centurión aparece en que ve a través del Cuerpo del Salvador a la divinidad que en El se encontraba oculta, y por eso añade: "Pero mándalo con tu palabra y será sano mi siervo".
 

San Agustín, sermones 62,4
Si yo, que estoy bajo potestad, tengo poder de mandar, ¿cuánto podrás Tú, a quien sirven las potestades?

San Agustín, super Genesim contra Manichaeos, 1, 8 
¿Quién puede decirse que había infundido la fe en el centurión, sino el mismo que la admiraba? Y si era otro el que la había infundido, ¿cómo la admiraba Aquel que todo lo sabe? El Señor admira para enseñarnos lo que debemos admirar nosotros, que aun necesitamos ser movidos así. Por lo demás, estas emociones no anunciaban en El la perturbación del alma, sino que constituían parte de su enseñanza.

Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5 
Jairo, príncipe de Israel, pidiendo por su hija, no dijo: "Di con tu palabra", sino: "Ven inmediatamente" ( Mc 5,23). Nicodemo, oyendo hablar del misterio de la fe, dice: "¿Cómo puede ser esto?" ( Jn 3,9). María y Marta dicen: "Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no hubiese muerto" ( Jn 11,32).
Como dudando de que el poder de Dios pudiese estar presente en todas partes.

San Agustín, sermones, 62,6 

No dice todos, sino que muchos vendrán de Oriente y de Occidente. Con estas dos partes se designa todo el mundo.
 

San Jerónimo 
Porque el Dios de Abraham, Creador del cielo, es Padre de Jesucristo. En el Reino de los Cielos se encuentra Abraham con quien descansarán las naciones que creyeron en Jesucristo, Hijo del Creador.

San Agustín, sermones, 62,6 
Así como vemos a los cristianos, llamados al convite celestial, donde se encuentra el pan de la santidad y la bebida de la sabiduría, también vemos a los judíos reprobados en la siguiente frase: "Mas los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores". Esto es, los judíos, que recibieron la ley, que celebran en sus figuras los misterios futuros que, una vez presentes, no reconocieron.
 

San Jerónimo 
Se llaman tinieblas exteriores porque el que es arrojado por Dios afuera, deja la luz.

Haymo 
Manifiesta que habrán de padecer allí cuando añade: "Allí será el llanto y el crujir de dientes". Con la metáfora de los miembros describe las penas de los tormentos. Cuando los ojos son afectados por el humo producen lágrimas, y los dientes rechinan cuando hace demasiado frío. Se manifiesta, pues, que los réprobos en el infierno sufrirán un calor y un frío intolerables, según aquellas palabras de Job: "Pasarán de las aguas de nieve al excesivo calor" ( Job 24,19). 
  
San Agustín, sermones 62,4 
Así como el Señor no entró con el cuerpo en la casa del centurión, sino que ausente de cuerpo y presente con la majestad, sanó al mismo muchacho, así en el solo pueblo judío estuvo con el cuerpo, porque en las demás naciones ni nació de la Virgen, ni padeció, ni mostró enfermedad alguna, ni hizo milagros, y sin embargo se cumplió lo que se había dicho: "El pueblo que no me conoció, me sirvió, y al oír hablar de mí, me obedeció" ( Sal 17,46). La nación judía conoció y crucificó; las demás naciones de la tierra oyeron y creyeron.


De la Catena áurea de Santo Tomás